Es uno de los gestos corporales más habituales de la etiqueta social en todo el mundo -quizá no lo bastante- y resulta tan expresivo que los diseñadores gráficos suelen recurrir a él para logotipos empresariales e institucionales como símbolo de acuerdo y concordia, al igual que hacen también los fotógrafos. El apretón de manos es un sencillo ritual que abre el camino al entendimiento entre personas -un camino que luego no siempre se recorre dentro de sus cauces-, pero su sencillez esconde aspectos mucho más amplios y complejos.

Suele atribuirse su origen al saludo entre caballeros durante la Edad Media, que lo harían con la mano contraria al costado donde llevaban la espada, de manera que la ocupaban impidiendo desenvainar, demostrando así que sus intenciones no eran violentas. Una explicación interesante pero errónea, al menos en lo cronológico, porque obvia el hecho de que el apretón de manos ya aparece en numerosos testimonios de la Antigüedad, remontándose, como mínimo, a la Grecia del siglo V a.C. Los helenos lo llamaban dexiosis, término que hacía referencia a la palabra dexios, que significa derecha (la mano, se entiende).

Lo muestra el registro arqueológico. La estela SK1708 que se conserva en el Museo de Pérgamo berlinés es un buen ejemplo, mostrando a dos hoplitas del año 500 a.C aproximadamente dándose la mano ante un sacerdote. Y hay muchas más similares en el siglo posterior, sobre todo en piezas diversas (estelas, cerámica…) de carácter funerario; por poner un caso del mismo museo, la de Thraseas y su esposa Euandria. También son bastante conocidos los relieves de Comagene, reino sirio-hitita de Asia Menor situado junto al río Éufrates y conquistado por Alejandro, en los que se ve al gobernante estrechando la manos a los dioses.

La estela de Thrasea y Euandria/Imagen: Marcus Cyron en Wikimedia Commons

Ese gesto se repite en infinidad de obras por toda Anatolia y Grecia, a menudo para representar la apertura de relaciones diplomáticas entre ciudades. Roma lo heredó llamándolo dextrarum iunctio, si bien aplicándolo especialmente al ámbito funerario en lápidas, vasos y monedas. Pero en ese contexto son muy significativas las téseras, unas piezas o planchas hechas de materiales variados (madera, metal, marfil) y con inscripciones que se usaban como documentos oficiales. En la Península Ibérica abundaban las llamadas tesserae hospitalis o téseras de hospitalidad, una herencia indoeuropea consistente en una especie de contratos entre pueblos celtíberos, así como entre éstos y Roma, en los que cada parte se quedaba una mitad y que a veces añadían al texto la imagen de un apretón de manos o adoptaban esa forma.

Por tanto, si bien la datación medieval es claramente errónea, no tanto su significado: un gesto de paz y buena voluntad mediante una mano que está saludando agarrada a otra y que, por tanto, no pueden empuñar un arma al mismo tiempo. Es lógico que se generalizara su uso como saludo junto a otras manifestaciones parecidas de afecto como abrazos o besos, pero también que se diversificara en diversas variantes según el lugar, la cultura y la situación.

Así, por ejemplo, en Rusia las mujeres no suelen dar la mano (y en Suiza hay que esperar a que tomen la iniciativa), en el mundo árabe (y en Extremo Oriente) los apretones son suaves porque lo contrario se considera grosería (no digamos ya sacudir las manos cuando están agarradas, al contrario que en Occidente, donde eso subraya la efusión), en algunos se lleva la palma al corazón después y en Marruecos se acompañan de un beso en la mejilla. Los chinos también prefieren apretones débiles pero, a cambio, prolongados; y los coreanos tienen que subrayar el apretón también con la mano izquierda.

Cartel de la Armada estadounidense, 1944/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Hay lugares en los que la costumbre al saludar es inclinarse; son los casos de Japón, que tiene varios grados de inclinación según las circunstancias, o la India. No obstante, el efecto de la globalización hace que en determinados ambientes -fundamentalmente política y negocios- haya arraigado el darse la mano. En parte de África los apretones de manos llevan aparejada una información extra: dos personas que se los den continuamente estarán dando a entender que mantienen una conversación bilateral; no hacerlo significa que otro puede sumarse a la charla. Siguiendo en el continente negro, los masái no estrechan sus manos sino que entrechocan sus palmas levemente y en Liberia sí lo hacen, y con fuerza, pero rematando el gesto con un recíproco choque de dedos.

La característica común en todas partes es que siempre es la mano derecha la que se alarga para el saludo, sin duda debido a que la mayoría de la gente es diestra (la zurdera es un fenotipo que sólo afecta a un pequeño porcentaje de la población mundial que no supera el 13% como máximo); otra cosa es que algunos grupos hayan institucionalizado el dar la mano izquierda como seña de identidad y muestra de confianza, caso de los Boy-Scouts. Claro que como derivación también ha surgido el chocar los nudillos con el puño cerrado, alqo que, por cierto, recomendaron las autoridades sanitarias canadienses en 2009 para limitar el contagio de la gripe A.

Scouts saludándose con la mano izquierda/Imagen: GeorgeLouis en Wikimedia Commons

El hecho de que las manos sean portadoras de muchos gérmenes ha llevado a otros sectores médicos también a abogar por limitar los apretones por motivos y situaciones similares, aunque parece difícil que lo consigan. Especialmente si se atiende a una de las interpretaciones más sorprendentes y atrevidas sobre el origen de estrecharse la mano: aquella que lo considera una forma de transferir señales químicas que proporcionarían cierta información básica sobre el otro. Dice un estudio del Weizmann Institute of Science (un organismo científico israelí) que por eso hay cierta tendencia a oler la mano tras estrechársela a alguien, algo que se ha ido perdiendo por la etiqueta social pero que algunas culturas mantienen (la isla polinesia de Tuvalu, Groenlandia, zonas de Mongolia…).

Actualmente, dar la mano se ha convertido en un símbolo universal y, de hecho, el apretón más largo registrado se dio en 2011 en Nueva Zelanda, durando treinta y tres horas y tres minutos. Por supuesto, se trataba solamente de uno de esos intentos de figurar en el Libro Guinness de los Récords, en el que también consta que un ciudadano de la comarca inglesa de St. Albans estrechó diecinueve mil quinientas manos con la misma finalidad.

Desde luego, hay formas peores de batir un récord; al fin y al cabo ese gesto, incorporado incluso a banderas, escudos y logotipos, representa una voluntad de respeto y afabilidad… a no ser que la persona que tienes enfrente sea Bob el Silencioso y tenga una cuenta pendiente contigo, en cuyo caso será mejor no darle la mano.


Fuentes

El coleccionista de saludos (Juan Ramón Plana Pujol y Belén Boville Luca de Tena)/The riddles of human society (Conrad L. Kanagy y Donald B. Kraybill)/El lenguaje sin palabras. Cómo interpretar los gestos (Peter Collett)/El lenguaje del cuerpo. Cómo interpretar a los demás a través de sus gestos (Allan y Barbara Pease)/A social chemosignaling function for human handshaking (VVAA)/Dexiosis and Dextrarum Iunctio. The sacred handclasp in the Classical and Early christian world (Stephen D. Ricks)/Wikipedia


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