Aunque el concepto de Semana Santa nos dirija mentalmente a la pasión desbordada y pública de Andalucía y el sur de España o a la religiosidad sobria e introvertida del interior castellano, se trata de una fiesta celebrada de forma estentórea en todo el mundo católico. Una rápida búsqueda en internet en sitios y blog de curiosidades y consejos arrojará sin duda un buen puñado de alternativas, a cual más interesante.

Cádiz, Jaén o Málaga no le van a la zaga a la Semana Santa sevillana en cuanto a colorido y vistosidad, como tampoco la sobriedad de la salmantina o zaragozana, pero en esta ocasión vamos a proponer otras cinco, cada una con sus peculiaridades, para aquellos que todavía no se hayan decidido. Es cierto que ya la tenemos casi encima, pero una rápida búsqueda de alojamiento en tu buscador favorito o en las Páginas Amarillas puede solucionar las vacaciones.

Semana Santa de Burgos

En Semana Santa la ciudad milenaria del Cid se apresura a revivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Dieciséis son las Hermandades y Cofradías que componen la Junta de Semana Santa de Burgos, que en la actualidad se encarga de organizar los diferentes actos y desfiles procesionales. Una larga tradición que se manifiesta desde el preludio del Jueves de Pasión, hasta el toque festivo y bullicioso del Domingo de Resurrección.

Ya en el año 1181 se funda la primera cofradía de la Santa Cruz en Burgos, y en la Edad Media las cofradías tendrán un gran auge. En 1585 encontramos una cofradía con el título de Nuestra Señora de la Soledad establecida en la Capilla del Santo Sepulcro de la Catedral, por ejemplo.

En cuanto a las tallas, en 1913 el escultor Francisco Font realiza el paso de Nuestra Señora de la Piedad, y en 1927 se incorpora el paso de El Prendimiento, del escultor valenciano Pío Mollá Franch.

Como anécdota, la Procesión de las Palmas, llamada cariñosamente de la Borriquilla, y una de las más populares, salió por primera vez en Burgos el Domingo de Ramos del año 1949.

Semana Santa de Jaca

En Jaca viven la Semana Santa a su manera y además tiene un origen tan antiguo, el siglo XVI según la documentación de los archivos y las actas de las propias cofradías, que hoy en día el evento está catalogado como Fiesta de Interés Turístico de Aragón.

Por supuesto, al tratarse de una ciudad pequeña de poco más de 13.000 habitantes, el número de hermandades también es menor al de otros sitios. Hay nueve, algunas de las cuales son tan antiguas como la propia festividad. Es el caso de la Santa Vera Cruz, fundada en 1555, la Hermandad de Nuestra señora de la Piedad y el Descendimiento, en 1734, y la Real Hermandad de la Sangre de Cristo, en 1749.

El resto corresponden ya al siglo XX y se agrupan en una Junta que organiza y coordina el programa, ya que salen un total de ocho procesiones portando trece pasos.

Los festejos empiezan el viernes anterior con el pregón que se lee en la Catedral de San Pedro (templo románico del siglo XI mandado construir por el rey Sancho Ramírez) y, como es habitual en todas partes, siguen después con la bendición de las palmas en la plaza Biscós el Domingo de Ramos.

A partir de ese mismo día empiezan a salir las procesiones vespertinas y los viacrucis nocturnos a ritmo de tambores y con los pasos citados (que suelen exponerse en la sede de las cofradías de la calle Levante): Domingo de Ramos, el Encuentro, el Silencio, el Huerto y la cena, la Rompida, el Vía Crucis, el Santo Entierro y el Cristo Resucitado.

El Volatín de Tudela

Esta fiesta tradicional ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico de Navarra ya que sus orígenes se remontan al siglo XIV.

Se celebra el Sábado Santo en la Plaza de los Fueros de Tudela, donde se representa una escena que simboliza la agónica muerte del traidor Judas Iscariote: un muñeco de madera, llamado también pelele, con sus miembros articulados como una marioneta y que aparece vestido burlescamente y con un puro -que en realidad es un petardo- en la boca esperando resignado a que prendan su mecha.

Cuando llega el momento indicado y con movimientos frenéticos, comienza a dar vueltas de manera imparable hasta que su traje y zapatos caen en jirones entre la muchedumbre, que suele ser muy numerosa. Al estallar el petardo saltan los restos del muñeco y los asistentes pequeños y mayores se los disputan junto a la lluvia de caramelos y balones que lanza la Orden del Volatín.

Semana Santa de Hellín

Hellín es un municipio de la provincia de Albacete. Se trata de un lugar situado a unos sesenta kilómetros de la capital, en el límite meridional de La Mancha con Murcia.

Aunque cuenta con importantes restos arqueológicos, buena parte de los cuales integran el Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, uno de sus principales atractivos es la celebración de la Semana Santa, cuyos orígenes se remontan al siglo XV.

En efecto, San Vicente Ferrer lo visitó en 1411 acompañado de un grupo de músicos, procesionando por las calles contra el paganismo. Estos músicos tocaban fundamentalmente percusión y de ello deriva el momento más espectacular de los fastos: la Tamborada, que empieza hacia las 15:00 del Miércoles Santo para finalizar al paso de la procesión de La Oración del Huerto ante miles de asistentes.

Las tamboradas, que se repiten otras jornadas, han hecho ganarse a Hellín el sobrenombre de La ciudad del tambor. Merecidamente, puesto que reúne nada menos que veinticinco mil tamborileros de todas las edades y sexos, ataviados con camisa negra y pañuelo rojo. En su imponente y prolongado retumbar se alternan momentos solemnes, como la subida al Calvario, con otros de diversión, como los piques entre peñas por imponerse.

A veces, sin embargo, los tambores son protagonistas precisamente por lo contrario; es lo que pasa con el impresionante enmudecimiento que se produce el Domingo de Resurrección, durante el encuentro entre Nuestra Señora de los Dolores y el Cristo Resucitado; aunque terminan restallando de nuevo en la conocida como Despedida del Tambor, con una bandada de palomas saliendo al vuelo.

Por supuesto, hay otros grandes momentos en la Semana Santa de Hellín; algo casi obligado, teniendo en cuenta que participan nada menos que veintinueve cofradías y hermandades. De ellos quizá puedan resaltarse el Vía Crucis de las Antorchas, la Procesión del Silencio, el paso de La Dolorosa o la Procesión del Santo Entierro, esta última con lucimiento de la talla del Cristo yacente creado por el escultor Mariano Benlliure.

Semana Santa de Cuenca

El programa se desarrolla de forma similar al de otros sitios, pues, como sabemos, se repite una serie de nombres, lugares y actos comunes a todos ellos distribuidos a lo largo de los nueve días que dura el evento, desde el Domingo de Ramos al de Resurrección, pasando por esas dos jornadas especialmente intensas que son Jueves y Viernes santos. Todos ellos vividos en una sucesión de procesiones que se reparten las diferentes hermandades** y cofradías.

Así, se puede asistir a la del Hosanna, la Penitencial del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, la del Perdón, la del Silencio, la de Paz y Caridad, el Camino del Calvario, el Calvario propiamente dicho, el Santo Entierro y el Encuentro. De todas ellas, el Camino del Calvario tiene unas características especiales y es la más popular, siendo conocida también como Las Turbas o los Borrachos.

El primer término es una referencia a las turbas de gente que se agolpaban en las calles para burlarse de Cristo durante su penoso camino del monte Calvario para ser crucificado y que son recreadas por miles de miembros de las hermandades –turbos, se llaman- ataviados con sus túnicas y haciendo sonar clarines y tambores de fabricación casera, formando un gran estruendo.

Al parecer, el origen de esta tradición es ajeno a la religión actual, fruto de la cristianización de un ritual pagano de bienvenida al equinoccio de primavera. Las teorías también apuntan al conocido como motín del Tío Corujo, una ruidosa revuelta organizada en 1766 contra la subida del precio del pan que se llevó a cabo con vestiduras y parafernalia de Semana Santa, o a la protesta que protagonizaron los nazarenos de clase social baja, reivindicando el derecho a procesionar en Viernes Santo.

Los turbos empiezan a reunirse en torno a la iglesia del Salvador en la madrugada del Viernes Santo, subrayando su presencia con el toque de los citados clarines y tambores. Es una jornada con momentos especialmente emocionantes, como la salida del Jesús de las Seis (un primer paso que se realiza de espaldas), el canto del motete junto a una fragua encendida y al ritmo de martillos golpeando un yunque, el baile al paso de San Juan Evangelista, o el canto a capella del Miserere.


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