Cuando se hacen esas listas de los mejores generales de la Historia suele tirarse de tópicos hasta el punto de que la presencia de algunos nombres discutibles rechina tanto como la de las ausencias clamorosas. Entre estas últimas figura casi siempre la de un personaje poco o nada conocido para el gran público pero que en Albania está considerado héroe nacional por haber frenado las acometidas del todopoderoso Imperio Otomano, retrasando la invasión de la zona adriática durante una década en paralelo con Vlad de Valaquia y Esteban de Moldavia; se trata de Jorge Castriota, más conocido como Skanderbeg.

Nació en 1405, aunque no está claro dónde porque unos biógrafos dicen que en Sinë, pueblo que era propiedad de su abuelo, y otros apuntan a Krujë; en cualquier caso, en el Principado de Kastrioti, situado en la parte central de Albania y fundado por su padre Gjon, un ilustre señor regional que se había casado con la princesa serbia Voisava con la que, además de a Jorge, había tenido cinco hijas y tres hijos más.

Como era habitual entonces, Gjon cambiaba su lealtad según el contexto: unas veces se aliaba con la católica Venecia y otras lo hacía con la ortodoxa Serbia. Pero a finales del siglo XV, tras la ocupación de su tierra por el sultán Beyazic I, no tuvo más remedio que convertirse en vasallo suyo, colaborando en las campañas bélicas, pagando los correspondientes tributos y, de acuerdo con los usos, enviando a sus hijos varones a la corte otomana como rehenes en 1415.

Escudo de armas de la familia Kastrioti/Imagen: Wikimedia Commons

Otra versión dice que únicamente fue Jorge. En cualquier caso, el trato que se dispensaba en esos casos era bueno, recibiendo formación académica y militar; él -o todos- se convirtió al Islam, pasando a integrar las filas del ejército e incluso liderándolo en alguna batalla. Sus victorias le hicieron ser apodado por los musulmanes İskender bey (Señor Alejandro), en alusión al famoso héroe macedonio. De ese mote derivó el nombre con que ha pasado a la posteridad, Skanderbeg.

Pero también le supusieron recompensas materiales y el nuevo sultán Murad II le concedió un timar (feudo) cerca de su región natal, algo que le hizo chocar con su padre porque éste se mantenía fiel al cristianismo y Jorge luchaba en nombre de Alá. Más tarde, Murad le nombró sipahi (caballero) recibiendo otro feudo en Nikopol, Bulgaria. Jorge se mantuvo al margen de una rebelión organizada entre 1432 y 1436 por sus parientes y otros señores contra los otomanos, ganándose al año siguiente el cargo de subaşi (gobernador) del territorio que antes administraba su progenitor, fallecido en 1437. Asimismo, fue nombrado vali y se le concedió el mando de un ejército de caballería de cinco mil jinetes.

Con ellos colaboró en la campaña contra los húngaros del célebre Janos Hunyadi, recibiendo en 1440 la titularidad del sanjak (distrito) de Dibra, desde el que se controlaban Albania y Macedonia. Fue durante ese mandato, en el que mantuvo buena relación con las repúblicas de Venecia y Ragusa, cuando entabló amistad con varias familias nobles locales que le hicieron dar un giro radical a su futuro.

Después de veinte años al servicio del Sultán, el alzamiento de Hunyadi le impulsó a unirse a él abandonando a los otomanos y desertando en plena batalla de Niš para unirse a las fuerzas húngaras. Era noviembre de 1443. Acompañado de trescientos albaneses y recurriendo a un ardid (una carta falsificada de Murad II), tomó Krujë, se adueñó de Petrela, Prezë, Guri i Bardhë, Svetigrad y Modric, entre otros sitios, y enarboló como estandarte la bandera roja con el águila bicéfala negra, que eran las armas de su familia y hoy representan a Albania.

Skanderberg y su esposa Andronika de ancianos/Imagen 1: dominio público en Wikimedia Commons – Imagen 2: dominio público en Wikimedia Commons

La corte que estableció era multiétnica, mezcla de albaneses y serbios, pero todos cristianos, pues Skanderbeg abrazó otra vez la fe cristiana y obligó a todos los colonos a hacer lo mismo so pena de muerte, de ahí que los musulmanes pasaran a renombrarlo como Hain İskender (Traidor Alejandro). Más aún cuando creó la Liga de Lezhë, una alianza que bajo patrocinio veneciano agrupaba a todas las familias de la nobleza albanesa. Entre ellas estaba la de Gjergj Arianit Komneni, con cuya hija Andronika contraería matrimonio en 1451.

En 1444 se enfrentó en la llanura de Torvioll al general otomano Alí Pasha, que tenía una abrumadora superioridad numérica (veinticinco mil hombres frente a los siete mil infantes y ocho mil jinetes de Skanderbeg) pero que sucumbió ante una encerrona hábilmente tramada y ejecutada; Pasha perdió un tercio de sus tropas y el eco de aquella batalla resonó en toda Europa. Al año siguiente Firuz Pasha también cayó en una emboscada cuando marchaba para impedir que los albaneses llegaran a Macedonia y hasta 1446 el ejército del Sultán aún mordería el polvo en dos ocasiones más.

Y es que Skanderbeg, consciente de que no podía enfrentarse a un enemigo tan potente de manera convencional, había repartido a los suyos en varios contingentes móviles con los que practicaba una guerra de guerrillas ante la que el enemigo veía inútil su superioridad. No disponía de más de quince mil efectivos pero supo poner a su favor el montañoso territorio, que dificultaba el despliegue de grandes masas de soldados. No obstante, su control se limitaba a un área limitada porque la parte meridional siguió fiel al Sultán y la septentrional estaba bajo la órbita veneciana, de ahí que a menudo tuviera que pactar con ellos según las circunstancias.

Una de ellas, de fuerza mayor, le obligó a rendir vasallaje al Imperio Otomano. Fue cuando entró en disputa con Venecia por la posesión de la fortaleza de Dagnum, que desembocó en una guerra de dos años (1447-48) durante la cual los venecianos no sólo pusieron precio a su cabeza sino que ofrecieron colaboración al Sultán. En el transcurso de la campaña, los albaneses tuvieron que rendir la fortaleza de Svetigrad al cortarle los otomanos el suministro de agua, pero después los derrotaron en Oranik.

También los venecianos salieron malparados en Durazzo, Lezhë y, sobre todo, Scutari. Como además Alfonso V de Aragón apoyó a Skanderbeg para debilitar la primacía de Venecia en el Adriático, ésta tuvo que aceptar firmar una paz por la que conservaría Dagnum a cambio de ceder Buzëgjarpri, derechos para comerciar y el pago de 1.400 ducados. Eso dejó libertad al albanés para acudir en refuerzo de Janos Hunyadi, que se enfrentó a los otomanos en la llamada Segunda Batalla de Kosovo, si bien no llegó a tiempo de participar en ella.

Alfonso V el Magnánimo por Juan de Juanes/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

De hecho, en 1450 Murad II y su hijo Mehmet II conquistaron Svetigrad y sitiaron Krujë con cien mil hombres. Para hacerles frente, Skanderbeg reunió un variopinto ejército con albaneses, eslavos, griegos y valacos, así como pequeños grupos de franceses, alemanes e italianos, confiando en que el gobernador de la plaza, Vrana Konti, resistiría mientras él arrasaba los campos para privar de provisiones al enemigo. Así fue; los otomanos tuvieron que abastecerse mediante mercaderes venecianos pero los albaneses cortaron también esa vía y el Sultán se vio obligado a levantar el asedio con veinte mil bajas. Meses después Murad falleció y Mehmet II ocupó su lugar.

Sin embargo, Skanderbeg quedó en una difícil situación; había salvado Krujë pero a costa de perder sus demás posesiones y eso llevó a la defección a todos los nobles, obligándole a buscar refugio en Ragusa. Allí se las arregló para que el Papa acudiera en su ayuda financieramente, de modo que poco a poco pudo ir recuperando lo perdido, causando el asombro de todo el continente. Así, estrechó lazos con Aragón firmando el Tratado de Gaeta, por el que reconocía la soberanía de Alfonso V el Magnánimo sobre la región a cambio de ayuda militar y respeto a los privilegios locales.

Llegó un período de tranquilidad, debido a que Mehmet estaba enfrascado en la conquista de Constantinopla (que cayó finalmente en 1453), roto por un nuevo intento de invasión dirigido por Tahip Pasha y Hamza Pasha, que se saldó con victoria albanesa, al que siguió otro mandado por Ibrahim Pasha que también acabó desarticulado. Skanderbeg tejió una red de tratados con los nobles y con el Déspota de Morea, Demetrios Paleólogo, siempre con el visto bueno del virrey aragonés Ramón d’Ordafá.

La tensión se desvió hacia Venecia, que descontenta con la alianza albano-aragonesa porque afectaba a su interés por controlar Nápoles, dominio de Alfonso V, incumplía sus deberes tributarios. La cosa se tranquilizó cuando la caída del Imperio Bizantino puso en peligro las colonias venecianas del Egeo y, por mediación del Papa, Aragón y Skanderbeg aceptaron acudir en su ayuda si era necesario. Se iniciaba así una cruzada que murió nada más empezar al ser exterminadas las tropas napolitanas enviadas ad hoc en el asedio de Berat en 1454. Fue una derrota importante para Skanderbeg, que había sido nombrado capitán general.

Memorial y tumba de Skanderbeg / foto Pasztilla aka Attila Terbócs en Wikimedia Commons

Ello dio alas a los otomanos, que enviaron a Albania una nueva expedición liderada por Hamza Kastrioti, sobrino del albanés y uno de los responsables del desastre de Berat al pasarse al enemigo en plena campaña. Su tío eludió el combate dejándolo penetrar y confiarse varios meses para luego caer de golpe sobre él en Ujëbardha y aplastarlo, provocando una auténtica matanza y propiciando que el sultán se olvidase de nuevas aventuras durante un lustro.

Asimismo, el papa Calixto III le nombró capitán general de la Curia y le concedió el título honorario de Athleta Christi (Campeón de Cristo). Como representante del Sumo Pontífice, acudió a Ragusa para exigir el reparto de los fondos enviados para la cruzada, que dicha república se había quedado. Ya no contaba con el apoyo pleno de Aragón porque en 1458 murió su rey y el sucesor en Nápoles, el bastardo Fernando I (también llamado Ferrante I), tenía problemas internos que atender, de manera que la relación se invirtió y fue él quien tuvo que ayudar al aragonés en 1460 a someter la rebelión de los tarentinos, instigada por Francia.

Ello obligaba a evitar otros frentes y, así, Skanderbeg trató de llevarse bien con Venecia. Además, casó a su cuñada con el depuesto Déspota de Serbia, Stefan Branković. Pero en 1463 el Sultán volvió a la carga con tres ejércitos sucesivos que fueron derrotados uno tras otro obligando, una vez más a que el Imperio Otomano tuviera que firmar un armisticio de diez años y centrar así su atención en Venecia, con la que había estallado la guerra por fin. Eso llevó al Papa a proclamar otra cruzada en la que venecianos y albaneses eran aliados.

La muerte de Skanderbeg en un grabado del siglo XVI/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Skanderbeg siguió cosechando victorias, algunas tan sonadas como la de Vaikal frente a Ballaban Badera, un albanés al servicio del enemigo que había capturado a una veintena de nobles, enviándolos a Estambul para ser desollados vivos y desmembrados sin atender las peticiones de liberación. Como represalia, Skanderbeg ordenó pasar a cuchillo a todos los prisioneros que hizo. Luego, en 1466, Krujë sufrió un segundo asedio dirigido personalmente por Mehmet II; también fracasó pero dejó a su ejército en Albania al mando de Ballaban, que fue vencido por Skanderbeg y murió durante la retirada.

A lo largo de los años siguientes la guerra continuó inclinándose del lado albanés, casi siempre repitiendo el mismo esquema: incursión otomana y retirada de los locales a las montañas para caer sobre el adversario con el terreno a favor y, por el medio, algún asedio (como el de Krujë, que sufrió el tercero y también sin resultado). Ahora bien, ese estado continuo de guerra provocaba la destrucción de cosechas y una elevada mortandad en la población civil, dificultando cada vez más la vida de la gente. Por eso Skanderbeg decidió volver a convocar la Liga de Lehzë y, junto a los venecianos, enfrentarse al Sultán con firmeza.

No pudo llevarlo a cabo porque la malaria acabó con él en 1468. Tenía sesenta y dos años y dejaba un único hijo, Gjon Kastrioti II, aunque su labor la continuaron otros. Eso sí, sin su genialidad, razón por la que, finalmente, tras diez años de resistencia, el Sultán terminó imponiéndose: en 1478 puso sitio a Krujë por cuarta vez y logró tomarla, realizando una espeluznante masacre. El nieto de Skanderbeg trató de abanderar una insurrección pero no tuvo éxito y Albania quedó integrada inexorablemente en el Imperio Otomano en 1500. Los Kastrioti se refugiaron en Nápoles, pasando a ser conocidos como Castriota.


Fuentes

50 great military leaders of all time (Jann Tibbetts)/Albanian identities. Myth and History (Bernd Stephanie Schwandner-Sievers)/Mehmed the Conqueror and his time (Franz Babinger)/Perspectives on Albania (Tom Winnifrith)/The Albanians. A Modern History/Wikipedia


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