Leo en la prensa que Ruanda paga -o lo va hacer- una renta básica a todos sus habitantes durante un período de doce años con el objetivo de igualar y elevar su nivel de vida. En el mundo occidental hay partidos que también abogan por una medida similar pero en algunos sitios ya la ponen en práctica bajo la modalidad de dividendo de ciudadanía, aprovechando la riqueza natural del país. El estado norteamericano de Alaska lo aplica con el llamado Alaska Permanent Fund.

Un dividendo de ciudadanía se basa en el principio de que los recursos naturales de un país son propiedad de todos sus habitantes, así que no pueden ser privatizados; tan sólo su explotación pero siempre que revierta sobre ellos una parte de los beneficios.

Por lo tanto, ha de repartirse, como indica su nombre, un dividendo entre los ciudadanos como si de una especie de alquiler se tratase. La idea no es nueva y fue formulada por Thomas Paine a finales del siglo XVIII.

Thomas Payne por Auguste Millière/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Paine, un ilustrado inglés que emigró a las colonias americanas para participar en la revolución y está considerado uno de los fundadores de EEUU, fue un precursor del progresismo político y social que en su libro Justicia agraria, publicado en 1797, expuso que la propiedad privada era una necesidad únicamente para explotar la tierra, que de lo contrario quedaría baldía. Pero, decía, la propiedad debería ser fruto del trabajo y, aunque no era muy partidario de los impuestos, sí abogaba por una tributación por reciprocidad.

La reciprocidad a que se refería era la que debían los propietarios a los que no lo eran, los desfavorecidos. Y la forma que proponía para aplicarla era «crear un fondo nacional, del cual se pagará a cada persona, cuando alcance la edad de veintiún años, la suma de quince libras esterlinas, como compensación parcial por la pérdida de su herencia natural causada por la introducción del sistema de propiedad territorial. Y además, la suma de diez libras al año, de por vida, a cada persona actualmente viva de cincuenta años de edad, y a todos los demás cuando alcancen esa edad».

Hace tiempo publicamos aquí el artículo Todos los noruegos podrían ser millonarios, en el que se explicaba que los beneficios derivados del petróleo encontrado en las aguas noruegas del Mar del Norte en 1969, que convirtieron a esa nación en la séptima exportadora mundial, se habían invertido en la creación de un fondo llamado Government Pension Fund Global, que, a través de inversiones en el extranjero, se ha hecho poseedor del 1% de todos los valores que cotizan en las bolsas mundiales, además de deuda pública de otros países y numerosos inmuebles.

Una plataforma petrolífera noruega en el Mar del Norte/Foto: Jarvin Jarle Vines en Wikimedia Commons

El estado no reparte ese dinero sino que lo conserva y administra de manera que le permite ofrecer a sus ciudadanos una amplísima gama de servicios, equipamientos, subvenciones y subsidios. Ahora bien, ésa es una modalidad. Alaska tiene otra parecida pero con la diferencia fundamental de que sí paga a los residentes, en concreto, a quienes lleven viviendo allí un mínimo de 6 meses; por poner un ejemplo, en 2017 la cantidad entregada a cada beneficiario ascendía a 1.100 dólares.

El Alaska Permanent Fund consiste en un fideicomiso, es decir, un contrato de transmisión de bienes del tipo que sean a alguien para que los administre en beneficio de un tercero. En este caso el gestor es la Alaska Permanent Fund Corporation (una empresa pública), mientras que el fiduciante sería el Estado y los beneficiarios los ciudadanos. La riqueza en torno a la que gira todo es natural: de nuevo el petróleo pero también los recursos minerales.

Pagos del Alaska Permanent Fund de las dos últimas décadas (en dólares)/Imagen: Wikipedia

Todo empezó en 1976 de la mano del gobernador Jay Hammond, quien al término de la construcción del oleducto de Prudhoe Bay, que remataba el llamado Trans-Alaska Pipeline System, propuso la apertura de ese fondo de inversión mediante una enmienda a la Constitución para que un 25% de esas riquezas revirtiera en los alasquenses, pensando en el día en que se termine el oro negro. Al principio se encargó de la gestión la división del Tesoro del Departamento de Ingresos pero en 1980 se creó la citada corporación para una administración específica.

La inversión inicial fue de 734 millones de dólares; en 2016 sumaba 55.000 millones. El PFD (Permanent Fund Dividend), es decir, el dividendo que se pagaba a los ciudadanos con la condición de acreditar un año completo de residencia (ahora rebajado a la mitad) y la intención de seguir, estaba sometido a otras condiciones; entre ellas, no haber sido encarcelado ni condenado, según la gravedad del delito. En 1991 se estableció un fondo complementario denominado CBR (Constitutional Budget Reserve) para afrontar la variabilidad de los precios del petróleo, aunque lo que aporta lo hace en forma de préstamo y debería reintegrarse (en teoría, porque está en deuda permanente).

La cantidad que se abona a los ciudadanos varía cada año en función de una serie de factores económicos como el mercado bursátil, siendo 331,20 dólares la más baja (en 1984) y 2.072 la más alta (en 2015) hasta la fecha. Suele pagarse en octubre y resulta fundamental para el ámbito rural, donde el desempleo alcanza cotas del 60%. Así que emigrar a Alaska puede ser toda una idea.


Fuentes

APFC (Alaska Permanent Fund Corporation) / Agrarian justice (Thomas Paine)/Investing for sustainability. The management of mineral wealth (Rognvaldur Hannesson)/The Alaska alamanac. Facts about Alaska (Nancy Gates)/Wikipedia


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