Orígenes de Alejandría, uno de los padres de la Iglesia y pilar de la teología cristiana junto a San Agustín y Santo Tomás, publicó en el 248 d.C. sus ocho libros Contra Celsum, cuyo título es bastante elocuente: se trata de una refutación del ataque al cristianismo hecho por Celso en su obra Discurso verdadero contra los cristianos, en la que se burla de Jesús de Nazaret asegurando que sólo era el hijo resultante del amancebamiento entre una judía y un soldado romano.
Las tesis de este célebre filósofo pagano se enmarcaban en un contexto concreto, el período en el que la nueva religión se difundía imparablemente por el Imperio Romano poniendo en peligro sus tradiciones clásicas (Celso era griego) e incluso el propio estado, ya que se empecinaba en supeditar su autoridad a la de Dios, por lo que intentaba desacreditarla y abogaba por el retorno al culto de los dioses de siempre. En ese sentido recogía iniciativas anteriores y similares de otros autores como Plinio el Joven.
Celso trataba despectivamente a los cristianos al considerarlos incultos y superticiosos, constituyendo el estrato social más miserable donde prendía especialmente la fe de Cristo. Asimismo, criticaba que muchos de sus postulados estaban tomados de otros credos de la época, desde sufrir tortura por los demás a los milagros, pasando por la resurrección; por cierto, consideraba que morir en la cruz, reservado entonces a los reos de más baja estofa, era algo indigno de una divinidad. En suma: «Hay una raza nueva de hombres, nacidos ayer, sin patria ni tradiciones, unidos contra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente marcados de infamia, pero que se glorían de la execración común.»
De toda esa diatriba nos interesa aquí especialmente la del origen de Jesús. Por supuesto, descartaba la concepción divina pero es que especificaba que su madre, María, lo había engendrado con un legionario llamado Pantero (o Pantera). Orígenes se esforzó en rebatir todo eso y en el 250 d.C. fue condenado a prisión por Decio, que impulsó una dura persecución contra los cristianos cuando éstos se negaron a obedecer el edicto que les exigía realizar un sacrificio y un juramento de fidelidad al emperador. Orígenes moriría cuatro años después como resultado de los meses de tortura a que fue sometido.
Hacemos ahora un importante salto en el tiempo hasta octubre de 1859. Mientras trabajaban en las obras del ferrocarril en el barrio de Bingerbrück, en la ciudad de Bingen (estado alemán de Renania-Palatinado), unos obreros encontraron varios enterramientos correspondientes a legionarios romanos.
Se sabía que a finales del siglo I a.C. había allí un asentamiento celta sobre el que Druso el Mayor, el hermano de Tiberio, mandó construir un castellum para las fuerzas auxiliares de la Legio IV Macedónica, como era el caso de la Cohors III Delmatarum o, posteriormente, los vexillationes (destacamentos) de la Legio XIV Gemina Martia Victrix y la Legio XXII Primigenia.
Según indicaba la inscripción de una de las lápidas (actualmente conservada en el Museo Römerhalle de la localidad de Bad Kreuzach), uno de los soldados sepultados allí se llamaba Tiberio Julio Abdes Pantera, nacido en el año 22 a.C. y fallecido en el 40 d.C. El texto dice literalmente:
Tib(erius) Iul(ius) Abdes Pantera
Sidonia ann(orum) LXII
stipen(diorum) XXXX miles exs(ignifer?)
coh(orte) I sagittariorum
h(ic) s(itus) e(st)
El nombre resulta un tanto confuso porque mientras Tiberio Julio es latino, Pantera es de origen griego, lo que indica la probable nacionalidad de aquel militar, que quizá habría obtenido la ciudadanía romana recibiendo como premio el prenomen y nomen. Lo realmente curioso es el cognomen Abdes, que es semítico y deriva de la palabra aramea ebed (siervo de Dios), algo que parece reforzar la reseña a Sidón (un puerto fenicio). Se sabe que en la Judea de entonces era relativamente común llamarse Pantera, sobre todo en el ámbito castrense, acaso por asimilación a la fiereza del animal homónimo.
Eso proporciona una visión más amplia sobre este legionario en concreto, ya que estuvo alistado cuarenta años, casi el doble de lo acostumbrado (el servicio normal era por veinticinco años) y situamos geográficamente a la I Cohors Sagittariorum, de la que él podría haber sido portaestandarte (suponiendo que exs signifique signifer), acantonada en Judea durante el reinado de Tiberio, antes de ser redestinada a Germania. Hay, pues, una evidente vinculación del agnomen Pantera con la región de Palestina.
Ya en su momento Orígenes recriminó a Celso que no aportase ninguna prueba de su acusación sobre la paternidad de Jesús por decir que su madre fue «condenada por adulterio y tenía un niño por un cierto soldado llamado Panthera». Ciertamente, Celso no ofrece evidencia alguna de la veracidad de su teoría, cosa difícil pues de hecho apenas hay referencias documentales del Cristo histórico más allá de los evangelios y las reseñas de los clásicos hechas a partir de la obra del historiador judeo-romano Flavio Josefo.
Es posible que recordase las operaciones militares realizadas en Séforis (pueblo galileo cercano a Nazaret que Herodes Antipas rebautizaría como Autocratis tras restaurarlo después de un arrasador incendio) entre los años 10 y 3 a.C., aquellos en los que Cristo pudo ser concebido. En tal situación, Celso habría establecido un paralelismo jocoso entre el nombre Pantera, común en el ejército como decíamos, y la palabra griega parthenos, que significa virgen. Así, de Hijo de la Virgen se habría pasado a Hijo de Pantero.
De esa confusa mezcla vendría también la expresión Yeshu ben Pantera (Jesús, hijo de Pantera) que abunda en la tradición medieval judía y figura en el Talmud. El libro sagrado hebreo identifica a Jesús como Ben Stada, en palabras del rabino Hisda: «El marido era Stada, el amante era Pantera (…) La madre era Miriam».
O sea, que Jesús era hijo de Pantera, el amante de su madre, pero se le llamaba Ben Stada porque ese epíteto, Stada, se daba también a María (la Miriam mencionada), al significar algo así como infiel. Para ser exactos, esta explicación no figura en todos los talmuds sino en el de Jerusalén, al igual que en el Tosefta (la otra fuente rabínica junto con la Mishná) y en el Kohelet Rabbat (una especie de versión comentada del Eclesiastés).
Libros religiosos al margen, también la recoge el Sefer Toledot Yeshu, una biografía alternativa y difamatoria de Jesús en la que se le retrata como un mago, impostor, violento e inmoral. Fue muy popular entre los judíos de bajo nivel cultural desde la Alta Edad Media, si bien los eruditos nunca la tomaron en serio porque su composición no fue contemporánea del personaje sino tardía, posterior al siglo IV, con la finalidad probable de frenar las conversiones al cristianismo. El Sefer Toledot Yeshu tuvo un efecto contraproducente en la comunidad judía al ser esgrimido por los antisemitas como prueba de su animadversión contra Cristo.
Más aún, también hay fuentes cristianas que se hacen eco del vínculo entre Jesús y el nombre Pantero o Pantera, aunque de forma indirecta. Es el caso de Epifanio de Salamina, otro de los Padres de la Iglesia, que en el siglo IV dijo que el abuelo de Jesús, Santiago, era conocido por ese apodo; seguramente su intención era echar abajo una leyenda ya muy extendida pero también esto sería objeto de manipulación para demostrar que la ascendencia de Cristo no era judía.
El caso, como vemos, es que la leyenda sobre el legionario romano tenía precedentes muy antiguos que, no obstante, hoy en día ningún historiador considera probables.
Fuentes
Los mitos de Jesús (Bernd Kollman)/Jesus in the Talmud (Peter Schäfer)/The Jesus dynasty. The hidden history of Jesus, his royal family, and the birth of Christianity (James D. Tabor)/Contra Celso (Orígenes)/Discurso verdadero contra los cristianos (Celso)/Jesus outside the New Testament. An introduction to the ancient evidence (Robert E. Van Voorst)/Wikipedia
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