¿Alguien se sorprendería si digo que hay ciertos episodios de dibujos animados han desaparecido de la circulación por considerarse que pueden resultar ofensivos desde un punto de vista racial? Lo curioso es que no estoy hablando de South Park ni de ninguna otra producción deliberadamente provocadora sino de series clásicas con títulos tan entrañables para una generación como Looney Tunes o Merrie Melodies, hechas desde los años treinta hasta los sesenta. Los episodios proscritos se agrupan, debido a su número, bajo el epígrafe The Censored Eleven, es decir, Los once censurados.
Esa nueva forma de censura que es lo políticamente correcto ya no limita su alcance al cine, donde el tabaco está casi prohibido, o a la literatura, donde en las últimas ediciones de algunas obras desaparecen como por arte de magia alusiones al color de la piel (la palabra «nigger» es desplazada por «esclavo» en Las aventuras de Huckelberry Finn, la novela Diez negritos de Agatha Christie se ha retitulado …Y no quedó ninguno, etc) o dejan de ser lecturas escolares recomendadas por su presunta inmoralidad (El guardián entre el centeno). Pero la cosa se extiende a algo tan aparentemente inocente como los tebeos infantiles: a Lucky Lucke le cambiaron el pitillo por una brizna de hierba y las aventuras de Tintín en el Congo llevan un mensaje advirtiendo de su contenido racista y colonialista; hasta los pitufos negros han pasado a ser morados.
Ahora bien, la cosa, como digo, ya empezó hace más de medio siglo; para ser exactos cuando la ya extinguida United Artists adquirió los derechos de distibución de las citadas Looney Tunes y Merrie Melodies y eliminó once cortos al considerar muy difícil reeditarlos quitando algunas escenas, como era frecuente hacer. ¿Por qué? Porque en dichas historias los elementos racistas no se daban en momentos esporádicos sino que constituían toda la trama argumental. Aunque también habría que aclarar que no todos los consideran racistas en términos estrictos; más bien, al menos en algunos casos, caricaturas demasiado estereotipadas, si es que esta expresión no puede considerarse un oxímoron.
Looney Tunes era una serie de animación que todos recordarán por su cortinilla de presentación a cargo del conejo Bugs Bunny y, sobre todo, su despedida «Th-th-th-that’s all folks!» («¡Eso es to… eso es to… eso es todo, amigos!») acompañadas de una inconfundible sintonía. Producida por la Warner Brothers a partir de 1929 y dibujada por un grupo de artistas procedentes de la factoría Disney, su personaje más emblemático fue Porky pero no consiguió triunfar hasta unos años después con la incorporación del dibujante Tex Avery, quien lo desarrolló además de añadir otros memorables como el pato Lucas, Elmer o el citado conejo antes de ser fichado por la Metro Goldwyn Mayer.
Paralelamente, en 1931, la Warner creó otra serie titulada Merrie Melodies (subtitulada aquí Fantasías animadas de ayer y hoy) que se diferenciaba de la anterior en que no tenía personajes fijos y las historias eran esencialmente musicales y, desde 1934, en color (Looney Tunes no incorporó el coloreado hasta 1942), con frecuentes alusiones cinematográficas a películas y estrellas de la productora. No obstante, ambas series compartieron a Bugs Bunny.
Del vasto trabajo surgido de aquellas dos iniciativas hubo once cortometrajes que fueron apartados en 1968, cuando United Artist se hizo con los derechos de distribución y consideró que los estereotipos étnicos en que se basaban podían resultar ofensivos para una audiencia con una sensibilidad cambiante respecto a la de tiempos anteriores. Hay que tener en cuenta que cuatro años antes se había aprobado la Ley de Derechos Civiles, que prohibía la segregación racial, y en 1965 se promulgó la Ley de Derecho a Voto, que garantizaba el poder participar en comicios electorales fuera cual fuese el color de la piel.
Esos once episodios carecían de titulo oficial, por lo que para buscarlos hoy -cosa nada fácil porque sólo algunas televisiones los emitieron y la única forma de encontrarlos es en grabaciones caseras- debe hacerse en versión original, aún cuando dos de ellos, Jungle Jitters ( en el que un explorador descubre una tribu africana) y All This and Rabbit Stew (Bugs Bunny es perseguido por un cazador negro), pudieron verse en países de América Latina como México.
Su cuestionado contenido es deducible por algunos títulos: los africanos son representados con rasgos exagerados, personalidad bastante boba y carácter perezoso, todo lo cual concuerda con la imagen que Hergé les adjudicó también en su controvertido Tintín en el Congo. Sin embargo, la censura de dos de los cortos es polémica debido a que algunos críticos consideran que sólo se trata de caricaturas de músicos de jazz y blues reales, algunos de los cuales incluso colaboraron en la banda sonora; se trata de Coal Black and de Sebben Dwarfs y Tin Pan Alley Cats. De hecho, su director, Bob Clampett, dijo que la realización de esas dos piezas obedecía más bien a lo contrario: solventar el que no saliesen personajes afro-americanos en los dibujos animados y que los colaboradores caricaturizados se lo habían pasado de miedo.
Chuck Jones, artista que trabajó en ambas series, ganador de un Óscar, creador de personajes como el Correcaminos, el Coyote o Marvin el marciano y quien dotó al pato Lucas de su endiablado carácter, fue quien dirigió Angel Puss para Looney Tunes. Las otras diez piezas eran de Merrie Melodies y también tuvieron ilustres directores, como los citados Avery y Clampett, Friz Freleng y Rudolf Ising (todas con Leon Schlesinger como productor).
Jones siempre consideró «arbitrarios y estúpidos» los cortes de escenas, con el agravante de que otras productoras no aplicaban esa política de autocensura y, pese a ello, no pasaba nada. No obstante, la NAACP (National Association for the Advancement of Colored People) sí que presentó una protesta calificando los dibujos de «despreciables» y solicitando que no se exhibieran.
La adquisición de los fondos videográficos de Warner por parte del magnate Ted Turner terminó de condenar definitivamente a los once para evitar problemas. Curiosamente sí emitió en la cadena Cartoon Network un par de cortos de tiempos de la Segunda Guerra Mundial, prohibidos posteriormente, en los que los japoneses aparecen retratados negativamente, caso de Bugs Bunny Herr Meets Hare y Bugs Bunny Nips the Nips. Caricaturizar grotescamente al enemigo no era raro, dadas las circunstancias.
Otros episodios fueron postergados por los mismos motivos -aunque nunca se incluyeron en esa lista negra- y algunos se han recuperado en las nuevas ediciones pero acompañados de mensajes que advierten de contenido ofensivo o inapropiado, basándose en que podría ser peor dejar que el racismo propio de otra época caiga en el olvido. Es más, en 2010 se anunció que habría una edición especial en DVD de los Once, pues los cortos habían sido restaurados y ocho de ellos proyectados en el Festival de Cine TCM de Los Ángeles; nunca más se ha vuelto a hablar de ello.
Fuentes
The colored cartoon. Black presentation in american animated short films (Chrisopher P. Lehman)/The Straigh Dope/The New York Times/Indie Wire/Wikipedia
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