El desierto de Gobi es uno de los más grandes del mundo, situado al norte de China y sur de Mongolia, rodeado por las montañas Altái y las estepas mongolas, la meseta del Tibet y la llanura del norte de China.

Son precisamente las Altái las que provocan la sombra orográfica que está en el origen del desierto, haciendo que las precipitaciones se produzcan al norte, dejando pasar al sur solo aire seco.

El desierto de Gobi es tan grande que tiene diferentes regiones geográficas y ecológicas, cada una con sus propias características climáticas. Hoy en día se puede atravesar en el ferrocarril Transmongoliano, desde Ulán Bator a Pekín, pero en épocas pasadas cruzarlo suponía todo un desafío.

Foto Sigismund von Dobschütz en Wikimedia Commons

No obstante por el pasaban las caravanas de la ruta de la Seda, gracias a la existencia de numerosos oasis y ciudades interconectadas a lo largo y ancho del desierto. Uno de esos oasis, quizá el más famoso actualmente, es el de Yueyaquan (Lago de la Media Luna), denominado así por la peculiar forma de la laguna que lo forma en época de la dinastía Qing (siglos XVII-XX).

Está situado a unos 6 kilómetros al sur de la ciudad de Dunhuang, la antigua Shachou (prefectura de las arenas) famosa por las Cuevas de Mogao, en la provincia de Gansu. Su supervivencia a lo largo de los siglos se explica, en parte, por su escasa altitud y su posición, que evita que que se llene de arena de las dunas circundantes al formarse una depresión eólica natural.

Foto Immanuel Giel en Wikimedia Commons

El oasis fue popularizado en occidente por el libro The Gobi Desert, escrito por las misioneras protestantes Mildred Cable y Francesca French, que dedicaron más de 10 años a recorrer el desierto y el centro de China en compañía de la hermana de ésta última, Evangeline:

Cinco veces atravesamos todo el desierto y en el proceso nos convertimos en parte de su vida

Durante sus viajes visitaron el oasis, al que llegaron en un momento crucial, según su propio relato:

A nuestro alrededor solo podíamos ver altísimos montículos de arena, testigos de nuestra inútil búsqueda. Hasta que, con un desesperado esfuerzo final, nos alzamos sobre la última cresta y miramos hacia abajo. Vimos un lago, y su belleza era cautivadora

Foto Laika ac en Wikimedia Commons

En la década de 1960 se realizaron mediciones, estableciendo la profundidad del lago en 4–5 metros, con un máximo de 7,5. Probablemente en tiempos antiguos fuera mucho más profundo y extenso (se calcula que debe tener unos 2.000 años).

Porque a lo largo de los últimos años del siglo XX fue progresivamente descendiendo, hasta ue a comienzos de los 90 solo tenía 5.500 metros cuadrados de superficie, y su profundidad apenas llegaba al metro.

Foto Roy kiki en Wikimedia Commons

En 2006 se iniciaron los trabajos para recuperarlo, y desde entonces el tamaño y profundidad de la laguna han continuado creciendo poco a poco (actualmente tiene unos 218 metros de largo por 54 de ancho).

Hoy es tan popular que se organizan visitas en camello, autobuses y todoterrenos desde Dunhuang, e incluso es posible acercarse caminando, previo pago de una entrada válida para tres días. En el oasis hay una pagoda tradicional y numerosas tiendas de souvenirs.

No obstante, y aunque en otros tiempos el oasis se encontraba literalmente en medio del desierto, en la actualidad los años de esfuerzos del gobierno chino con su plan para crear una muralla verde que ponga freno a las arenas han dado su fruto, y el oasis se halla a pocos metros de una extensa región boscosa y verde, rebosante de vegetación.


Fuentes

Travel China Guide / New York Times / Daily Mail / Wikipedia


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