A veces la guerra compensa su salvajismo y brutalidad ofreciendo una cara más amable que puede llegar incluso a resultar divertida. Por eso el título de este artículo no es una broma sino que refleja un hecho real que sucedió en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial y tuvo como protagonista al destructor de la US Navy más laureado de la contienda, el USS O’Bannon, distinguido con 17 estrellas de servicio y una PUC (Presidential Unit Citation).

El barco había sido botado en la primavera de 1941 en Bath, Maine, entrando en servicio el 19 de febrero del año siguiente. Junto con su gemelo, el USS Nicholas, era el primero de la nueva clase Fletcher, que se caracterizaba por su gran tamaño (2.050 toneladas para 114,7 metros de eslora por 12,1 de manga) y que alcanzó la cifra de 175 unidades construidas hasta 1944; alguna de ellas fueron muy longevas porque, por ejemplo, las 5 vendidas a España (rebautizadas como Lepanto, Almirante Ferrándiz, Almirante Valdés, Alcalá Galiano y Jorge Juan) estuvieron navegando hasta la segunda mitad de los años ochenta.

El nombre del buque hacía referencia a un personaje histórico, el teniente Presley Neville O’Bannon del Cuerpo de Marines, uno de los héroes del asalto a Trípoli de 1805 que se convirtió en el primer hombre en alzar una bandera de EEUU en suelo extranjero en tiempo de guerra y cuya espada mameluca, regalo del príncipe Hamet Karamanli, pasó a ser el modelo oficial de los Marines en 1825 en honor de su destacada actuación en la costa norteafricana.

Vista aérea de Henderson Field, en Guadalcanal/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El destructor recibió su primer destino en el verano de 1942, el Pacífico, bajo el mando del comandante Edwin R. Wilkinson (tendría otros 14 a lo largo de su vida activa). Las fuerzas armadas de EEUU estaban en esos momentos empeñadas en la toma de las Islas Salomón, donde se desarrollaba la llamada Operación Watchtower, más conocida como Batalla de Guadalcanal.

El buque se incorporó al Escuadrón 21 y a partir del mes de agosto, desde su base de Nueva Caledonia, acompañó al USS Copahee, un pequeño portaaviones de escolta que llevaba una veintena de aviones Grumman F4F Wildcats para defender el aeródromo Henderson Field, (que en realidad había construido el enemigo en la citada isla pero que acababa de caer en manos de los marines, quienes lo rebautizaron así). Ello le hizo ganarse al barco la citada PUC.

El acorazado Hiei/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Después continuó en misiones similares por esa zona. En otoño fue adscrito al grupo de combate del contraalmirante Daniel J. Callaghan para escoltar un convoy que transportaba material, víveres y tropas de reemplazo, dado que la batalla se alargaba por la numantina defensa japonesa. En ese contexto el USS O’Bannon tuvo la oportunidad de entrar en combate, primero con un submarino y después con una escuadrilla de 16 aviones enemigos, rechazando ambas amenazas ayudado por las otras naves del grupo.

Una minucia comparada con la acción del 12 de noviembre, en que una fuerza japonesa formada por 2 acorazados, un crucero ligero y 14 destructores llegó al lugar con el objetivo de destruir el aeródromo. Para impedírselo, los estadounidenses opusieron 2 cruceros pesados, 3 ligeros y 8 destructores, entre los que estaba el O’Bannon. Éste se lanzó fulminantemente contra el acorazado Hiei acortando tanto la distancia que los nipones no pudieron usar su artillería y recibieron daños considerables, agravados luego por los cañonazos de los cruceros; el poderoso navío se vio obligado a retirarse pero, incapaz de mantener la dirección por estar el timón inservible, acabó yéndose a pique al día siguiente, victima de ataques aéreos.

Los americanos perdieron 2 de sus cruceros ligeros y 4 destructores frente a los 2 destructores más el renqueante Hiei del adversario, tapizando de metal un fondo submarino que por eso se conoce como Iron Bottom Sound. Pero Henderson Field quedó a salvo y el O’Bannon se cubrió de gloria, continuando así su colaboración en la conquista de Guadalcanal sin demasiados daños; no extraña que lo apodaran Lucky O.

Mapa de los pecios de Iron Bottom Sound/Imagen: W.wolny en Wikimedia Commons

La campaña terminó con victoria en febrero de 1943 y el barco recibió orden de trasladarse en abril con el Grupo 21. Durante el viaje se topó con el submarino japonés Ro-34, de la clase Kaichū VI, con el que protagonizó uno de los duelos más insólitos de la historia de la navegación. Primero trató de embestirlo pero luego dio un brusco viraje temiendo que se tratase de una nave minadora, lo que dejó a ambas naves costado contra costado. Los nipones intentaron usar su cañón de cubierta y los estadounidenses, cuyas defensas laterales no podían disparar desde tan cerca (estaban a unos 50 metros), no tuvieron mejor idea que defenderse arrojándoles las patatas que estibaban en cubierta.

Por increíble que parezca tuvieron éxito, ya que se desató el caos en la cubierta del Ro-34: creyendo que eran bombas de mano, algunos corrieron a ocultarse en la torreta mientras otros más valientes devolvían los tubérculos a los americanos sin percatarse de que no eran granadas.

Un submarino japonés de la clase Kaichū VI/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Así, el destructor tuvo tiempo de alejarse para utilizar su cañones y, a continuación, viendo que el submarino se sumergía, lanzar cargas de profundidad y hundirlo con el apoyo del USS Strong, el otro destructor que lo acompañaba. No fue a patatazos pero casi.

No terminaron ahí sus andanzas ni mucho menos. A lo largo de ese año el USS O’Bannon luchó en las batallas del Golfo de Kula, Kolombagara y Vella Lavella, además de escaramuzas contra convoyes y unidades menores. En marzo de 1944, tras unas reparaciones, regresó al archipiélago de las Salomón para proteger los desembarcos anfibios insulares que permitieron ocupar Nueva Guinea y, ya en octubre, tomó parte en la Batalla del Golfo de Leyte (que está considerada una de las mayores de la historia naval), aunque con un papel secundario.

En 1945 el barco siguió operando en el Mar de Filipinas como escolta durante la invasión del archipiélago, a menudo enfrentándose a ataques aéreos pero también colaborando en el hundimiento de otro submarino. Asimismo estuvo en Borneo, bombardeando Tarakan y retirando minas, antes de acudir como refuerzo para el desembarco en Okinawa y las islas Sakishima.

El destructor en 1942, con pintura de camuflaje(Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Ese verano ejerció de nuevo labores de escolta por el entorno del archipiélago japonés, donde se quedó hasta que terminó la guerra y recibió la orden de escoltar al acorazado USS Missouri hasta la Bahía de Tokio el 1 de septiembre; una misión muy especial porque al día siguiente, en la cubierta de ese buque, se firmó la rendición de Japón a los Aliados. Concluida así su participación en el conflicto, retornó a San Diego.

Todavía tendría ocasión de ejercer el servicio activo en la Guerra de Corea para más tarde incorporarse a la Séptima Flota, realizando funciones de barco de entrenamiento unas veces y colaborando en pruebas nucleares en otras.

A mediados de los años sesenta combatió en Vietnam bombardeando bases del Vietcong y poco después se usó para el rescate de naves espaciales de los proyectos Apolo y Gémini caídas al océano. Entonces, una vez más, el USS O’Bannon fue enviado al conflicto vietnamita, donde permaneció hasta 1967.

El USS O’Bannon y su gemelo, el USS Nicholas, escoltando al USS Enterprise en el Golfo de Tonkín en 1968/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Tres años más tarde fue dado de baja en Pearl Harbor junto a su gemelo, el USS Nicholas, y su historia acabó en el desguace en 1972, tras haber sobrevivido a tres guerras. Todavía se conserva la placa conmemorativa del estrambótico incidente con el Ro-34 y que le regaló, cómo no, la Asociación de cultivadores de Patata de Maine.


Fuentes

Naval History and Heritage Command/Navsource Naval History/Wikipedia/Proud to be a marine: Stories of strength and sourage from the few and the proud (C. Brian Kelly)


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