Raro es el turista que viaje a Tailandia y no visite Chiang Mai en una escapada desde Bangkok. Fundada por el rey Mangrai en el siglo XIII, está situada estratégicamente en un cruce de rutas comerciales, algo que queda plasmado en su desbordantemente variada producción de artesanía y que se reflejó en su conquista sucesiva por parte de birmanos y thais. Ello, a pesar de su relativo aislamiento natural respecto al resto del país, que obligaba a llegar por vía fluvial o en elefante en varias jornadas de trayecto.

Algo que el ferrocarril empezó a paliar tras su construcción en 1920. Más aún cuando los aviones empezaron a trasladar turistas -entre ellos la clase acomodada de Bangkok-, aunque muchos prefieren ahorrar el dinero y ganar la curiosa experiencia de hacerlo en tren o autobús; eso sí, asumiendo que los tiempos se multiplican y que hay que echar quince o nueve horas respectivamente.

Chiang Mai no sólo es el punto de partida para multitud de excursiones a la selva circundante, sino que también permite subir montañas, navegar por ríos en balsa de bambú, montar en elefante, pasear en carro tirado por búfalos, conocer diferentes etnias indígenas y disfrutar de los encantos de la propia urbe, de la que está sobrada tanto en el plano monumental como en el cultural y el popular.

Wat Chiang Mai / foto Adam Carr en Wikimedia Commons

Es recomendable visitar varios de los templos locales. El más destacado quizá sea el de Wat Prathat, situado en un monte a las afueras. Construido en 1383 donde, cuenta la leyenda, decidió un elefante, se llega por una escalera de cientos de escalones y tiene como elemento más vistoso una pagoda de casi treinta metros de altura.

El Wat Chiang Mai es el de mayor antigüedad, construido por el citado rey Mangrai como residencia temporal mientras construía su capital; dentro se venera un raro Buda de cristal bimilenario. Y no hay que olvidarse de Wat Prasingh, buen ejemplo de arquitectura tailandesa del norte y que acoge otro Buda de mil quinientos años. No obstante, la lista de templos es más larga y hay de sobra para elegir, al igual que pasa con los museos (de arte, etnológico…).

Wat Chadi Luang / foto Yves LC en Wikimedia Commons

Pero, como decía antes, el entorno selvático y montañoso da pie a muchas excursiones durante las cuales se conocerán tribus locales, se pernoctará en un parque nacional en el que se eleva Doi Inthanon (el pico más alto de Tailandia) o se visitará una reserva en la que se recupera una treintena de elefantes recogidos en malas condiciones.

Una última recomendación en Chiang Mai la constituyen sus mercados nocturnos, que ofrecen sensaciones complementarias a las que se perciben de día en las calles Tapae y Walai, dedicadas a la venta de artesanías, platería, lacado y sombrillas de papel o algodón. Incluso se puede encontrar alguna antigüedad birmana a buen precio. Sólo quedará rematar la estancia con la espléndida gastronomía y algún masaje tradicional (¡se hace con los pies!) y recordar que la mejor época para ir es entre noviembre y febrero, cuando no hace tanto calor (aunque de noche hay que abrigarse) y las lluvias no lo empantanan todo.

Mercado nocturno / foto Adbar en Wikimedia Commons

Lo ideal para un viaje a Tailandia que incluya Chiang Mai es a comienzos de febrero, pues el primer fin de semana tiene lugar el Festival de las Flores, un evento que atrae a miles de personas, nacionales y extranjeros, cuyas cámaras de fotos terminarán echando humo no sólo con los fastos sino con el espléndido paisaje multicolor que eclosiona ese mes.

Porque casas y calles, escaparates y puentes, jardines y, en fin, el campo mismo, se tiñen de todos los tonos polícromos imaginables, dando el ambiente perfecto para la diversión que se ha de desarrollar durante tres días. No faltan la música folklórica, los concursos de misses a los que los tailandeses son tan aficionados ni las competiciones de arreglos florales, cuyos ganadores se exponen en el parque Nong Buak Hat, incrementando si cabe la decoración floral del lugar.

Ahora bien, el momento álgido llega con una larguísima cabalgata de carrozas engalanadas, cómo no, con flores de mil colores que, a partir de las 8 de la mañana, recorren la carretera Charoen Muang Road, desde el puente Nawarat hasta la estación de tren. Con millones de pétalos naturales se forman o recubren las figuras mitológicas, históricas o religiosas que llevan, pues cada vehículo está dedicado a un tema diferente.


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