Días atrás publicamos un bien recibido artículo sobre las misteriosas estaciones de radio repartidas por el mundo que emiten en onda corta mensajes codificados y probablemente pertenezcan a servicios secretos de los distintos países, aunque esto nunca se ha admitido oficialmente. Pues bien, hoy vamos a echar un vistazo a una de esas emisoras en concreto a la que en el ambiente radioaficionado se conoce como UVB-76, renombrada luego MDZhB o, más popularmente, Buzzer.
Se encuentra en el entorno de San Petersburgo, Rusia, y está constituida por un puñado de torres de radio y algunos edificios medio en ruinas rodeados por un desconchado muro de piedra; una verja de hierro hace de entrada, aunque está cerrada y con aspecto de no haberse abierto desde hace mucho. En suma, una reliquia de la Guerra Fría que, sin embargo, continúa en activo emitiendo siempre el mismo mensaje, tan monótono como singular: un zumbido al que cada pocos segundos se une otro para después retornar al inicial…
Y así continuamente, veinticinco pulsos por minuto durante veintitrés horas y diez minutos al día. Sólo tres veces se han intercalado voces secuenciando números, más otras dos ocasiones en la que se colaron frases de conversaciones, presuntamente por error; otra vez se emitió música (fragmentos de El lago de los cisnes). El resto del tiempo, zumbar y zumbar sin más.
Por eso los radioaficionados, que se han acostumbrado a recibir sus mensajes sintonizando la frecuencia 4625 KHz, lo han bautizado con el nombre de Buzzer (Zumbador). No es un caso único y hay otras dos estaciones conocidas como The Pip (La Pepita) y Squeaky Wheel (Rueda Chillona), cercanas a Moscú, que transmiten en ese mismo sentido desde mediados de los años ochenta sin que nadie sepa exactamente de qué se trata. La creencia general, no confirmada por supuesto, es que esas estaciones pertenecen a las fuerzas armadas rusas. Lo realmente curioso es que, aunque su actividad empezó en la última etapa de la citada Guerra Fría, a partir del colapso de la URSS su actividad no sólo no decayó sino que se incrementó.
Decíamos antes que otros países también tienen o tuvieron servicios parecidos. Pongamos por caso la Lincolnshire Poacher, una estación británica del MI6 que a mediados de los años setenta se trasladó desde Inglaterra a una base aérea de la RAF en Chipre rebautizándose como RAF Akrotiri, estuvo emitiendo hasta 2008 un código numérico cada hora, leído por una voz femenina y precedido de una canción folklórica de la que tomaba su nombre popular: «Oh, es mi deleite en una noche brillante./En la temporada del año,/cuando estaba de aprendiz en el famoso Lincolnshire,/bien serví a mi maestro durante casi siete años …»
Lo del ejemplo británico no es gratuito. Si bien las emisoras numéricas funcionan desde la Primera guerra Mundial, tal como explicábamos en el articulo anterior, fue a partir de los años veinte cuando recibieron un impulso extra. Al menos en la entonces Unión Soviética, debido a un incidente con uno de sus espías en suelo inglés: tenía en Londres una oficina comercial denominada ARCOS (All-Russian Co-operative Society) y dedicada a gestionar las transacciones entre ambos países, pero en 1927 el MI5 descubrió que uno de los empleados era en realidad un espía y la policía asaltó la sede de ARCOS mientras los demás trabajadores de la plantilla se afanaban en destruir documentos a toda prisa.
La red quedó desmantelada pero las conclusiones fueron negativas porque no se averiguó nada que no se supiese ya y, a cambio, los soviéticos se dieron cuenta de que el servicio secreto británico llevaba años controlando sus actividades, por lo que cuando se reorganizaron cambiaron el método de encriptamiento de mensajes por claves aleatorias de un solo uso y, por ello, indescifrables. Las emisiones numéricas de las estaciones siguen ese sistema -que imitaron los otros países- y en Inglaterra incluso lo perfeccionaron grabando ruidos urbanos (tráfico, voces, etc) y convirtiéndolo en un código. Posteriormente se halló la manera de desentrañar también este tipo de mensajes, siempre que se dispusiera de uno, claro.
Las estaciones de radio solucionaron la cuestión al eliminar lo material, tangible, con lo que trabajar. Se podía detectar a alguien emitiendo si estaba en tu territorio y arrestarlo pero otra cosa era saber el destinatario o decodificar los mensajes, así que el nuevo método hizo fortuna. Incluso hoy, cuando ya no hay Guerra Fría y los conflictos suelen ser bilaterales, sigue usándose como vemos. Un caso de actualidad: Corea del Norte emite actualmente comunicaciones encriptadas desde Radio Pyongyang.
Volviendo a Buzzer, no faltan teorías sobre su sentido. Dejando de lado las más estrafalarias, que relacionan los zumbidos con un intento de contacto con extraterrestres, las más plausibles se centran en el aspecto militar. Una de ellas sugiere que es una forma de mantener contacto permanente con la flota de submarinos o con agentes o destacamentos diseminados por todo el país; otra propone que acaso sea un dispositivo HM (Hombre Muerto), el mecanismo de seguridad que se usa para detener un vehículo a distancia si su conductor muere o, por desmayo o lo que sea, no puede hacerlo por sí mismo.
Derivada de esto último hay una tercera opción que plantea algo tan aterrador como que estaría conectada a un avión no tripulado y armado con cargas nucleares que, en caso de ataque enemigo y al detenerse la emisión, a su vez lanzaría sus bombas como represalia.
Esa última posibilidad no es tan descabellada como suena a priori. Se sabe que los militares soviéticos disponían de un sistema informático que escaneaba las ondas de radio en busca de señales de vida tras un hipotético ataque atómico y Buzzer podría ser un complemento que ha sobrevivido hasta hoy. Los defensores de esa tesis destacan que emite en onda corta, una frecuencia relativamente baja que permite llegar muy lejos porque sus ondas tienen la facultad de rebotar en la atmósfera y así viajar al otro lado del planeta, frente a las ondas de mayor frecuencia que sólo pueden ir en línea recta y se pierden al chocar contra obstáculos o al rebasar unas decenas de kilómetros.
Ciertamente, los vehículos militares suelen utilizar la onda corta, si bien se presenta un problema: para garantizar con seguridad que se puedan oir es necesario cambiar de frecuencia según la hora debido a la naturaleza de dichas ondas, que durante el día tienden a alcanzar mayor altura mientras que de noche caen a tierra. Buzzer no lo hace, lo que lleva a algunos a retocar la hipótesis: sería un sistema de radar auxiliar concebido para la detección de misiles, funcionando como una especie de sónar. Claro que también en eso hay pegas, pues para ello debería emitir un sonido más complejo, diferente al simple zumbido.
Por otra parte, Buzzer presenta una singularidad extra: nunca emite mensajes numerados sino series de ondas, lo que hace que algunos duden que se dirija a agentes encubiertos repartidos por el mundo, aún cuando en realidad esas series también pueden decodificarse en forma de letras para formar palabras.
Es más, la mayoría de los expertos creen que Buzzer sólo emite esa señal constante para reservarse el uso de la frecuencia; así la tendría libre y disponible en verdaderas situaciones de crisis, que sería cuando pasaría a emitir como estación numérica propiamente dicha. Siempre es más agradable pensar eso que en un avión teledirigido lleno de bombas nucleares esperando a que deje de emitir para soltar su siniestra carga.
Fuentes
BBC / Uno, dos cuatro. A guide to the numbers stations (Havana Moon) / Numbers Stations. Research and Information Center / UVB-76 Web / Wikipedia
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