Por toda Europa hay repartidos miles de túneles cuyo origen y función son desconocidos, siendo especialmente abundantes en Austria y la región alemana de Baviera, donde se han contabilizado más de 700. Pero también los hay en Francia, Reino Unido, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría o España.
Reciben diferentes nombres según las zonas. En algunos lugares se los denomina Unterirdische Gänge (pasadizos subterráneos) o Geheimgänge (pasadizos secretos). En Baviera se conocen como Schratzlloch, término que deriva de la creencia de haber sido excavados por enanos.
En zonas de Austria se les llama Grufen. Pero el término que ha prevalecido sobre los demás en la literatura histórica es Erdstall, usado comunmente en la Baja Austria.
La mayoría no sobrepasa los 50 metros de longitud, con una anchura máxima de 60 centímetros, y una altura entre 1 y 1,4 metros, apenas el mínimo para que una persona de baja estatura pueda circular por ellos sin problemas.
Algunos forman sistemas comunicados, con diferentes niveles que terminan en cámaras más amplias llamadas Schlusskammer, e incluso con pasadizos de ida y vuelta, pero casi nunca sobrepasan la longitud antes mencionada.
La mayoría poseen un pasadizo adicional, que se denomina Schlupf, cuya entrada es tan estrecha que solo se puede acceder a ellos arrastrándose, siempre y cuando uno sea lo suficientemente delgado.
Se desconoce en que época pudieron construirse, aunque la mayoría de los investigadores cree que deben tener un origen medieval. En cuanto a su función, se han propuesto diferentes teorías, como que serían lugares relacionados con algún tipo de creencia religiosa, o que servirían como ruta de escape o escondite ante el ataque de un supuesto enemigo. Esto último no parece probable, porque ninguno de los túneles tiene otra salida que la propia entrada.
Estas entradas se suelen localizar en lugares como cocinas de antiguas granjas, cerca de iglesias o cementerios o directamente en medio de bosques.
El historiador Anton Haschner creía que se trataba de tumbas simbólicas vacías, construídas por los colonos medievales en sus nuevos lugares de residencia, para recordar a sus antepasados. Allí las almas de éstos reposarían esperando el Juicio Final. Cuando a finales del siglo XI se comenzó a extender la idea del purgatorio la gente habría dejado de construir tales recintos.
En el interior de la mayoría de los túneles no ha aparecido absolutamente ninguna clase de resto orgánico o material, están completamente vacíos, por lo que su datación es complicada. En unos pocos se han encontrado herramientas medievales de metal, restos de carbón de hogueras, cerámica y algunas piedras de moler.
El análisis de estos objetos por radiocarbono los sitúa entre el siglo X y el XIII. No obstante algunos investigadores opinan que las cavidades podrían tener hasta 5.000 años de antigüedad.
La primera mención documental del término erdstall aparece en los registros de impuestos del año 1449 en la ciudad austríaca de Asparn, indicando la cuantía que sus propietarios debían pagar al erario público.
Y las primeras investigaciones de los túneles las realizó el benedictino Lambert Karner entre 1879 y 1903, publicando sus resultados en el libro Künstliche Höhlen aus alter Zeit (Cuevas Artificiales de los Antiguos Tiempos). Karner ya descartó entonces su utilidad como refugios, escondites o vías de huida.
Casi todos los erdstall son demasiado estrechos como para ser explotados turísticamente, pero al menos dos, el de Ratgöbluckn en Perg y el Kapellenberg en Grosskrut, ambos en Austria, están abiertos al público y se pueden visitar.
Y en la localidad de Zwiesel en Baviera, Alemania, se puede realizar una visita guiada por un sistema subterráneo de túneles, cuyo origen se cree está en los erdstall.
Fuentes
Oberösterreichische Heimatblätter / Arbeitskreis für Erdstallforschung / Erdstallforschung / Wikipedia.
Descubre más desde La Brújula Verde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.