La piezoelectricidad es un fenómeno conocido desde hace más de un siglo. Ocurre cuando ciertos tipos de cristales naturales o sintéticos son sometidos a tensiones mecánicas, deformándolos, apareciendo cargas eléctricas en su superficie.
Fue observado por Pierre y Jacques Curie en 1880 estudiando la compresión del cuarzo, y su primera aplicación práctica, que consiguió transformar una señal mecánica de presión en una señal eléctrica, fue el sónar. Otra aplicación más cotidiana son los encendedores eléctricos que todavía se utilizan en las cocinas de gas.
Ahora un equipo de científicos del Instituto Bernal, de la Universidad de Limerick en Irlanda, ha descubierto que aplicar presión a una proteína que se encuentra en las claras de huevo y en las lágrimas, puede generar electricidad.

Los cristales de lisozima, una proteína antibacteriana que también se puede encontrar en la saliva y la leche de los mamíferos, se suman así a los materiales que cuentan con la propiedad de la piezoelectricidad, como los huesos, los tendones o la madera.
De hecho han hallado que la extensión de la piezoelectricidad en los cristales de lisozima es del mismo orden de magnitud que en el cuarzo. La diferencia es que al ser un material biológico no es tóxico, por lo que podría utilizarse en aplicaciones médicas antimicrobianas, como recubrimientos de implantes.

Otra ventaja es que los cristales de lisozima son fáciles de obtener de fuentes naturales. Según el profesor Tofail Syed, director del equipo que ha realizado el descubrimiento, las aplicaciones futuras podrían incluir la liberación de fármacos dentro del cuerpo, utilizando la lisozima como transporte que los bombease autónomamente extrayendo energía del entorno.
No obstante, en el estudio, publicado en *Applied Physics Letters ayer 2 de octubre, también afirman que no se conocen los mecanismos exactos que sustentan la piezoelectricidad biológica, ni se sabe si cumple estrictamente los criterios de la piezoelectricidad clásica. La observación de la piezoelectricidad en cristales de proteína presentada aquí vincula la piezoelectricidad biológica con la teoría clásica de la piezoelectricidad.
La lisozima de la saliva, las lágrimas y las secreciones mucosas, daña las células bacterianas y actua como una barrera frente a las infecciones. Fue descubierta por Alexander Fleming en 1922, seis años antes que la penicilina.
Fuentes
The direct piezoelectric effect in the globular protein lysozyme (A.Stapleton et al., Applied Physics Letters 111, 142902)
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