El mundo del coleccionismo de antigüedades, antes reservado a unos pocos que tenían los contactos, el tiempo necesario y el dinero suficiente para introducirse en él, está hoy al alcance de cualquiera interesado, gracias a portales de subastas online como Catawiki.
Entre los objetos que podemos encontrar aquí, a un precio relativamente asequible, están las míticas espadas escitas llamadas Acinaces o akinakes.
Los escitas eran un grupo de pueblos de origen iranio, pastores nómadas que dominaban las estepas pónticas al norte de Persia y de la península Anatólica. Dado que no han dejado textos escritos, todo lo que se sabe de ellos es por las fuentes clásicas, principalmente Heródoto, Estrabón y Ovidio.
Desde el siglo VIII al II a.C. fueron la fuerza militar más temible de Asia, con reputación de salvajes y sanguinarios entre sus contemporáneos, así como célebres por el uso de tácticas de combate innovadoras. Resistieron incluso al ejército persa de Dario el Grande, el mayor de su tiempo, a Filipo II de Macedonia y a los generales de Alejandro, hasta que finalmente fueron derrotados y su reino destruido por celtas y sármatas en el año 225 a.C.
Los escitas eran principalmente arqueros y jinetes, utilizando arcos y jabalinas sobre todo. Pero también empleaban, en el combate cuerpo a cuerpo, varias clases de espadas, unas largas, de hasta 70 centímetros de largo, y otras cortas, las acinaces.
Éstas eran un tipo de espadas cortas, de entre 30 y 45 centímetros de longitud y con doble filo, inicialmente desarrolladas por los escitas, pero que luego adoptarían también los persas, que la popularizaron, los medos, e incluso los griegos.
La empuñadura consta habitualmente de una especie de pomo, que permite sostener la daga de un cinturón, y así es como aparece en representaciones de medos y persas en los relieves de Persépolis. Heródoto menciona además su empleo ritual por los persas:
Empieza a dejarse ver el sol, y luego Jerjes, haciendo al mar con una copa de oro sus libaciones, pide y ruega al mismo tiempo a aquel su dios que no le acontezca ningún encuentro tal, que lo obligue a detener el curso de sus victorias antes de haber llegado a los últimos términos de la Europa. Acabada la súplica, arrojó dentro del Helesponto, juntamente con la copa, una pila de oro y un alfanje persiano llamado acinaces (Heródoto, VII–54)
En combate los guerreros escitas solían llevar también escudos a la espalda, que les protegían por detrás al mismo tiempo que dejaban las manos libres, yelmos e incluso aquellos que se lo podían permitir, una especie de armaduras hechas con piezas metálicas sobre vestimentas de cuero.
Ejemplares de acinaces se encuentran en muchos museos europeos, los más antiguos muy similares en aspecto al subastado ahora por Catawiki, y cuya datación se retrotrae hasta el siglo IV a.C. Tiene unas dimensiones de 31 centímetros de longitud y está hecho de hierro, similar al conservado en el Museo Prohkorovskoe Pole en Rusia, y en mejores condiciones de conservación.
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