El uso de monedas específicas para determinados ámbitos no es nuevo ni raro, pues existe desde la Antigüedad y se mantiene hoy en día. En el sitio arqueológico de Pompeya se han encontrado monedas empleadas exclusivamente en los burdeles de la ciudad y fácilmente identificables porque sus caras muestran escenas de sexo. Asimismo, los lectores más mayores recordarán aquellas monedas con hendidura central que se empleaban en las cabinas de teléfonos, mientras que todo aquel que haya pisado casino o lo haya visto en el cine sabrá que se utilizan fichas que al final se canjean por dinero en efectivo. También en la cárcel se usa un dinero tipo Monopoly y ello sin mencionar los bitcoins virtuales. Pero entre las monedas más sorprendentes que se han acuñado están, sin duda, las de las leproserías.
La lepra es una enfermedad infecciosa provocada por el Bacilo de Hansen, una bacteria aerobia cuyo nombre científico es Mycobacterium leprae. Aunque hoy en día se puede controlar -con un tratamiento desarrollado en los años ochenta que supuso a su creador el Premio Príncipe de Asturias-, históricamente ha sido una de las peores afecciones que podía sufrir una persona, no sólo por el mal físico en sí sino por su repercusión social estigmatizante. Y es que la lepra se manifiesta visualmente de forma muy impactante, con grandes manchas y nódulos en la piel que deforman el aspecto físico, lo que provocaba la marginación inmediata del individuo enfermo y su reclusión en áreas delimitadas, comúnmente llamadas lazaretos.
No se trata de un mal que mate en poco tiempo y, paradójicamente, está considerado poco infeccioso, contagiándose sólo cuando el contacto es prolongado, constante y estrecho. Ahora bien, como no hubo cura efectiva hasta la fecha señalada y el aspecto de los leprosos avanzados era tan terrible, nadie podía salir de esas leproserías y generalmente constituían auténticas comunidades aparte, a menudo atendidas por religiosos voluntarios. En tales circunstancias nadie quería a los leprosos cerca -debían anunciar su presencia agitando unas tablillas o una campanilla- ni tampoco nada de lo que utilizaban, a pesar de que sabemos que ésa no es una vía de contagio, razón por la cual se hizo necesario destinar utillaje exclusivo para esas personas.
Así fue cómo a principios del siglo XX apareció una modalidad de dinero destinado a circular exclusivamente en esos ámbitos concretos. Puesto que la lepra se da fundamentalmente en climas tropicales, son los países situados en esas latitudes los que congregaban el mayor número de casos. Y aunque es una enfermedad extendida por casi todo el mundo, desde China y la India hasta España (en Alicante aún hay una leprosería), pasando por el Sudeste Asiático, Cercano Oriente o parte de África, fue en América Latina donde arraigó especialmente: Argentina, Brasil, México, República Dominicana, Colombia…
En este último país se acuñó la primera moneda de este tipo, allá por 1901, siguiendo las conclusiones del primer congreso médico sobre la enfermedad celebrado en Berlín cuatro años antes. Se bautizó popularmente con el nombre de coscoja (traducible por poca cosa) y era de cinco tipos, con valores de 2.5, 5, 10, 20 y 50 centavos. Las piezas estaban hechas de aleación de cobre y llevaban en una cara la cruz de San Lázaro (patrón de los leprosos) con la palabra lazareto en medio y encima la leyenda República de Colombia 1901, mientras en la otra mostraban su valor.
Eran tres las leproserías ubicadas en suelo colombiano, denominadas Agua de Dios (en Cundinamarca), Caño de Loro (una isla de Cartagena) y Contratación (en Santander). Posteriormente salieron nuevas emisiones: la primera en 1907, incorporando billetes de 1, 5 y 10 pesos para sustituir a los de curso legal (que fueron quemados); la segunda en 1921 con monedas de níquel de 1, 2, 5, 10 y 50 centavos; y la tercera con una única pieza de bronce de 50 centavos.
Pero Colombia no fue el único país en adoptar esa medida. De su entorno también lo hicieron Brasil (había dos lazaretos y se acuñaron monedas de bronce, pero se ignora el año y número) y Costa Rica (donde se usaba la moneda de curso legal pero perforada). Más significativo fue el caso de Venezuela, en la que ya hubo ensayos antes de acabar el siglo XIX con unas monedas denominadas lochas por valor de 1/8, 1/5, 1, 2, 5 10 y 20 bolívares.
Llevaban la inscripción Lazareto Nacional Maracaibo, en alusión al lugar donde se usaban (que en 1939 se rebautizó como Leproserías Nacionales Isla de Providencia obligando a hacer una nueva tirada). Aunque el modelo se imitó en otros sanatorios, cambiaban los valores y, así, en la Leprosería Nacional de Cabo Blanco, éstos fueron de 5, 12 1/2 y 50 centavos y 1, 2, 5, 10 y 20 bolívares. De todas formas no fueron oficiales hasta 1913.
Ese mismo año lo hizo EEUU, que en esos momentos tenía bajo su administración los lazaretos de Filipinas que antes llevaban los españoles y se unificaron en el que sería el más grande del mundo, el de Culión. Para ellos creó el leprosy colony money: monedas de aluminio acuñadas en Manila y que circularon hasta la segunda mitad del siglo XX pese a que ya en 1938 el Dr. Gordon Alexander Ryrie había demostrado en la colonia británica de Malasia que el papel moneda no se infectaba cuando lo manejaban los enfermos, razón por la cual se destruyó una emisión de billetes. En Culión se hicieron seis emisiones de moneda con la inscripción Philippine Health Service en una cara y el valor circundado por la leyenda Culion Leper Colony/Philippine Islands en la otra.
En cambio, en la isla hawaiana de Molokai nunca se adoptó ese sistema monetario, si bien circularon algunos vales. Pero el archipiélago filipino no fue el único sitio donde hubo leprosy colony money. En Panamá, que en esa época también estaba bajo administración estadounidense, había una leprosería llamada Colonia Palo Seco en la que se usaban monedas de 5, 10, 25 y 50 centavos, así como otra de un dólar. Se caracterizaban por ser de latón y tener un agujero en medio para que los usuarios pudieran llevarlas colgadas del cuello; estuvieron vigentes hasta 1952.
Con ser cercana esta fecha, todavía habría una moneda de leprosería más duradera: la que se acuñó Japón a partir de 1919 y que no se retiró hasta 1955. Su principal peculiaridad estaba en que fueron los propios sanatorios los que se encargaron de producirla en vez del estado. China, Corea, Nigeria, las Indias Occidentales Danesas, Tailandia y otros países también tuvieron dinero de este tipo. La mayoría de las piezas conservadas alcanzan un gran valor para los coleccionistas dada su escasez.
Fuentes
Batallas contra la lepra: estado, medicina y ciencia en Colombia (Diana Obregón Torres)/Monedas de Venezuela/Blog Numismático/El Lazareto/Wikipedia
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