Las tontinas, los fondos de inversión donde el último superviviente se lo llevaba todo

La Tontine Coffee House fue creada en Manhattan por corredores de bolsa para realizar sus transacciones/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Ahora que está sobre el tablero el debate sobre el futuro de las pensiones resulta curioso recordar las tontinas. Que nadie piense en concursantes de telebasura porque el término no es lo que a priori parece. Se trata de un sistema para invertir dinero y recibir intereses de forma regular que en algunos sitios de escasa cobertura social como EEUU empiezan a considerar, por ejemplo, los jubilados para incrementar la cuantía de sus pensiones. Un método hoy por hoy ilegal por múltiples razones y que, pese a su aspecto de estafa actual, en realidad fue concebido como una inversión ya siglos atrás.

El nombre mismo alude a su presunto inventor, un banquero de Nápoles -donde también era gobernador- llamado Lorenzo de Tonti, que lo habría desarrollado en Francia en el año 1653, si bien algunos estudiosos opinan que Tonti se limitó a perfeccionar y dar popularidad a un método que ya existía en la Italia de la época. En cualquier caso, se sabe que Tonti se lo propuso al gobierno galo cuando se refugió en ese país huyendo del virrey español, contra el que había conspirado. Quizá era el momento adecuado, recién terminada la Sublevación de la Fronda contra el cardenal Mazarino por la fuerte subida de impuestos decretada para financiar la Guerra de los Treinta Años.

El propio ministro se interesó en la creación de una especie de mutua que repartiera dividendos bajo la supervisión del Estado. Pero si el contexto económico era propicio no así el político, con una situación algo delicada al ser el rey Luis XIV menor de edad y, por tanto, ejercer como regente su madre Ana de Austria. Consecuentemente, el parlamento francés rechazó la idea de Tonti. Sin embargo ésta ya se había empezado a extender por Europa e incluso consta dónde se organizó por primera vez de forma oficial. Fue en Kampen, una ciudad de la que por entonces era una de las potencias más pujantes del continente, la República Neerlandesa de las Provincias Unidas. El año, 1670.

Abierta la puerta, la tontina se difundió rápidamente y en 1689, ya con el Rey Sol en su apogeo, Francia aceptó organizar su propia versión, aunque Tonti no llegó a verla porque había fallecido cinco años antes (y tras siete de paso por prisión sin que se sepa exactamente la causa). Había que aportar trescientas libras francesas por cabeza (ésa era la moneda que estuvo vigente en el país desde el siglo VIII hasta 1791, en que la sustituyó el franco) y el dinero recaudado se empleó en pagar campañas militares.

Anverso y reverso de una moneda de 24 Libras francesas de oro, 1793/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

De allí, la tontina saltó a Inglaterra en 1693, adoptada también por el ejecutivo para, paradójicamente, financiar la Guerra de los Nueve Años contra Francia. Y así, el sistema se generalizó: los franceses tuvieron ocasión de participar en una decena de ediciones hasta 1759, por cuatro los ingleses hasta 1789. Varios territorios germanos y los citados Países Bajos también se unieron a la moda con notorio éxito, dado que estaba impulsada por los propios gobiernos, que obtenían una fuente extra de ingresos.

Y es que el funcionamiento de la tontina facilitaba la obtención de liquidez, muy necesaria en tiempos en los que las guerras eran frecuentes y requerían financiarse con prontitud. Básicamente, consistía en una serie de suscriptores que aportaban a un fondo un capital acordado a cambio de recibir de forma regular un pago proporcional, abonado normalmente una vez al año.

Pero lo verdaderamente original del sistema estaba en que, a medida que iban falleciendo los inversores, su participación se reasignaba entre los demás, de manera que así incrementaban sus respectivos beneficios (sólo éstos, dado que el capital invertido no se recuperaba como tal). El proceso continuaba hasta que sólo quedaba un último suscriptor que era el que se quedaba con los intereses de los demás (una viuda de noventa y seis años llamada Charlotte Barbier fue la cobradora postrera de la tontina de 1683, recibiendo setenta y tres mil libras); cuando moría el último superviviente, la tontina se suspendía.

La patente de Dousset/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

A pesar de que eran los estados los encargados de organizar y gestionar las tontinas, surgieron problemas a menudo, pues según pasaba el tiempo los inversores aprendían y terminaron sabiéndoselas todas: identificación de los miembros; el hecho de que éstos solían incluir a sus hijos (más bien hijas, cuya tasa de mortalidad era menor) como nuevos inversores, de manera que quedara garantizado el cobro para la familia; que los más jóvenes tuvieran mayor esperanza de vida y, por tanto, más posibilidades que los otros (lo que obligó a establecer tontinas por segmentos de edad); e incluso el recurso al asesinato para reducir el número de integrantes y tocar a más (lo que exacerbó la imaginación de literatos como Stevenson, en su novela La caja equivocada).

Por todo esto las tontinas empezaron a decaer a finales del siglo XVIII, al menos en su forma original. La longevidad creciente y los mil y un trucos empleados favorecían el reparto de dividendos pero, a la vez, reducían los ingresos del organizador, por lo que los estados tendieron a desentenderse del sistema. Algunos aún siguieron, combinando el método con la lotería (el francés Dousset incluso patentó una tontina-lotería en 1792) o con seguros de vida, algo especialmente usado en el mundo anglosajón (Inglaterra, EEUU, Australia, Nueva Zelanda…); para prevenir crímenes se incluían cláusulas ad hoc.

Básicamente, las tontinas decimonónicas fueron de naturaleza particular y/o diferente (como la llamadas penny policies, una especie de proto-planes de pensiones), diseñadas con objetivos específicos como recaudar dinero para determinados proyectos; buena parte de ellos eran obras públicas y así se pudieron construir equipamientos como puentes y carreteras. Es decir, pasaron a ser iniciativa privada y gracias a eso, con muchas restricciones, pudieron mantenerse hasta mediados del siglo XX.

Hoy en día la palabra tontina tiene una acepción más amplia en lengua francesa y se refiere a métodos de ahorro en grupo y planes de microcréditos en los que el reparto de dividendos se hace sin que influya la muerte de los interesados, mientras que en Gran Bretaña está asociada a iniciativas similares pero relacionadas con las fiestas navideñas (una especie de paga extra de Navidad). En cambio, en los países africanos las tontinas están muy extendidas y asentadas, casi siempre formadas por mujeres y con un importante componente benéfico y solidario.

También abundan en Asia y muy especialmente en Camboya. Las tontinas se han vuelto a poner de moda debido a los estudios que, como decíamos al principio, se están realizando en EEUU para complementar los planes de pensiones que las empresas hacen a sus empleados.


Fuentes

A short history of tontines (Kent McKeever)/La compraventa con pacto de supervivencia (Fernando García-Mon Quirós)/King William’s Tontine. Why the retirement annuity of the future should resurrect its past (Moshe A. Milevsky)/Wikipedia