En la noche del 30 de julio de 1916 los vecinos de Nueva Jersey se despertaron por una estruendosa detonación acompañada de una sacudida muy violenta: acababan de explotar un millar de toneladas de municiones almacenadas en Black Tom, una isla artificial situada en la desembocadura del río Hudson, muy cerca de la Estatua de la Libertad, que además recibió tales daños en su antorcha que fue necesario sustituirla. Asimismo, los vitrales de la Catedral de San Patricio quedaron hechos añicos y se agrietó la pared del Ayuntamiento.

Lo peor fue que murieron siete personas y hubo cientos de heridos; los inmigrantes que esperaban en la isla de Ellis tuvieron que ser evacuados porque los incendios subsiguientes continuaron provocando estallidos menores durante horas.

Aunque en un primer momento se acusó a dos vigilantes por haber encendido unos faroles, las investigaciones no tardaron en apuntar en otra dirección mucho más grave: se trataba de un atentado organizado por agentes alemanes (la Primera Guerra Mundial estaba en su apogeo) con la colaboración de dos grupos nacionalistas, uno irlandés (Clan na Gael) y otro indio (Ghadar Party), junto con el apoyo de algunos militantes comunistas.

Efectos de la explosión de Black Tom/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Este caso se relacionaría pronto con otro ocurrido el año anterior, en el que participaron los mismos colectivos y que consistió en un transporte de armamento (dos mil cuatrocientas carabinas Springfield, cuatrocientos rifles Hockoss, medio millar de revólveres Colt, doscientas cincuenta pistolas Máuser y millones de cartuchos) desde EEUU a la India para equipar una rebelión contra el Raj británico. Los barcos donde debían llevarse, llamados Maverick y Annie Larsen, fueron interceptados y el segundo dio nombre al proceso subsiguiente, que se alargó hasta 1917 en lo que fue el juicio más largo de la historia estadounidense.

Seguramente más de uno se estará preguntando por qué los indios (de la India, no americanos) se inmiscuyeron en eso y la razón se conoce por varios nombres: Conspiración Indo-alemana, Conspiración Hindú, Conspiración de Ghadar o incluso la Trama Alemana a secas. No son denominaciones exactas porque no todos los participantes eran de religión hindú (también había implicados musulmanes y sijs), aparte de irlandeses y turcos. En cualquier caso, es obvia la colaboración entre unos y otros contra los que consideraban enemigos comunes, aún cuando en el momento de producirse los incidentes reseñados EEUU todavía era oficialmente neutral.

Símbolo del Anushilan Samiti/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El deseo de mayor autonomía, e incluso de sacudirse por completo la dominación británica, era creciente desde la fundación del Congreso Nacional de la India en 1885 y en algunos sitios, como el Punjab y Bengala, adquirió tintes violentos, especialmente tras la división de esta última en 1905. Ese extremismo se plasmó en la creación de grupos radicales como Jugantar o Anushilan Samiti, que promovían asesinatos políticos y llegaron a amenazar al mismísimo Virrey de la India en 1912. La represión fue dura pero infructuosa y cuando estalló la Primera Guerra Mundial se abrieron nuevas posibilidades para los activistas indios.

Los alemanes les incitaron a la rebelión abierta, prometiéndoles armas y municiones. Así empezó a difundirse un nacionalismo exaltado que abrió sedes en Inglaterra (Casas de la India, se llamaban) aprovechando la amplia comunidad de compatriotas establecidos allí; pero también en EEUU, donde además contactaron con los grupos homólogos irlandeses aprendiendo de ellos organización, logística y asesoramiento diverso. En América (fundamentalmente en la costa Oeste y Canadá) también había una considerable población inmigrante india, sobre todo del Punjab, y la marginación a la que era sometida constituía un buen caldo de cultivo para expandir la idea y reclutar militantes.

Fue en el litoral del Pacífico, especialmente en San Francisco, donde esa situación favoreció la fundación del Partido Ghadar en 1913. Lo dirigía Har Dayal y su presidente era Sohan Singh Bhakna; el primero, punjabí, tenía un ideario algo revuelto en el que mezclaba ateísmo con budismo, pacifismo con revolución y a Marx con Bakunin. Buen estudiante, becario en Oxford, cambió su vida acomodada por la austeridad y la causa. Por su parte, Sohan Singh Bhakna también procedía del Punjab pero emigró a EEUU, donde trabajó en oficios modestos y se sintió traicionado por la restrictiva legislación canadiense contra los inmigrantes.

El movimiento Ghadar nació con la idea de echar a los británicos de la India por la fuerza, animando a los soldados a la sublevación y promoviendo acciones terroristas. Por supuesto, Londres presionó a Washington para que pusiera fin a aquellas actividades subversivas, pero con el estallido de la guerra mundial también se formó en Alemania el llamado Comité de Berlín, luego rebautizado Comité para la Independencia de la India, que recibió el apoyo de la Cancillería, lo que permitió la colaboración mutua en suelo americano a través del consulado germano en San Francisco.

Fue la radio alemana la que en mayo de 1914 anunció públicamente que el buque Komagata Maru, que transportaba cuatrocientos emigrantes indios, se disponía a arribar a Vancouver. Tal como calcularon, el gobierno canadiense impidió su llegada y lo obligó a dar media vuelta, provocando malestar en la comunidad india; nada comparado con los disturbios que se produjeron al regresar al punto de partida, después de que las autoridades británicas los arrestaran. La situación se consideró lo suficientemente peligrosa como para enviar una fuerza de quince mil hombres a la Joya de la Corona.

Ese contingente se debió en parte a que la labor del Ghadar se extendió a las colonias asiaticas: Hong Kong, Cantón, Shanghai… También a Corea, China y Japón, donde se intentaba comprar armas a gran escala o, en el caso chino, permitir el transporte de éstas a la India atravesando su territorio a cambio de asesoramiento militar teutón. La negativa de Sun Yat Sen a una alianza con el país europeo frustró la operación. Entonces se sucedieron planes de lo más diverso, desde atentar contra Lord Kitchener (con ayuda de revolucionarios egipcios) u otros líderes como el francés Poincaré o el rey italiano Vittorio Emmanuel II (de acuerdo con anarquistas) a poner bombas en el puerto de Liverpool, atacar el arsenal de Lahore o incitar a un motín a las tropas nativas.

Todos fracasaron, unos por imposibilidad práctica, otros al ser descubiertos por los servicios secretos. Como vimos, tampoco el contrabando de armas desde EEUU en el Annie Larson salió bien. No obstante, sí tuvieron éxito algunos robos menores de armamento y se proyectó un levantamiento general para el 21 de febrero de 1915: los jinetes de la Caballería del Punjab debían matar a sus oficiales como señal de inicio a la rebelión, que continuaría en Delhi, Lahore y Bengala. Una filtración dio al traste con todo y varios regimientos sospechosos fueron disueltos mientras se desataba una oleada de detenciones. Aún así algunos cuerpos se amotinaron, como el Quinto de Infantería Ligera o varias unidades de los Estados Malayos, en total unos ochocientos cincuenta efectivos que acabaron ejecutados o deportados.

Sijs a bordo del Komagata Maru/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Los intentos continuaron. En abril de 1915 se preparó desde EEUU otro gran cargamento armamentístico que incluía siete mil trescientas carabinas Springfield, casi dos mil pistolas, diez ametralladoras Gatling y tres millones de cartuchos. El buque SS Djember debía llevarlos hasta Surabaya (en la actual Indonesia) pero de nuevo la contrainteligencia hizo bien su trabajo frustrando la operación. Entretanto, en Bengala fracasaba el levantamiento planificado por agentes alemanes para las navidades de ese año, al no llegar todos esos envíos y carecerse de medios.

No todo se redujo al subcontintente indio. En Afganistán se dio una prolongación del Gran Juego decimonónico con Alemania sustituyendo a Rusia en el papel de desestabilizar la región para obligar a Gran Bretaña a desviar tropas allí. La cizaña indo-germana incitó a rebelarse a las tribus afganas pero no hubo coordinación y a mediados de 1916 los alemanes tuvieron que tirar la toalla (aunque aún intentarían forzar la jugada los años siguientes, invitando a los soviéticos a una acción conjunta que tampoco se concretaría). Los intentos indios en Egipto y Mesopotamia tampoco triunfaron porque se les veía como meras marionetas de Berlín.

En cualquier caso, tras el affaire del Annie Larsen se desataron las detenciones y la desmantelación de grupos pro-indios, sucediéndose juicio tras juicio y ahogando así al movimiento. Los infiltrados introducidos en el Ghadar terminaron por darle la puntilla en 1919 y aunque en la Segunda Guerra Mundial volvió a haber brotes (lo vimos de refilón en otro artículo), habría que esperar a su final para que la descolonización fuera una realidad.


Fuentes

Historia de la India (Barbara D. Metcalf y Thomas R. Metcalf)/Freedom fighters from India (Lion M. G. Agrawal)/Echoes of Mutiny. Race, surveillance, and indian anticolonialism in North America (Seema Sohi)/Insurrection to agitation. The Naxalite Movement in Punjab (Paramjit S. Judge)/Spies, wiretaps, and secret operation (Glenn P. Hastedt)/Wikipedia


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