Con el comienzo de la Guerra de Secesión el 12 de abril de 1861 se produjo un hecho que suele ser habitual en caso de conflictos bélicos, o por lo menos lo era hasta que las monedas dejaron de fabricarse con metales valiosos. Me refiero a la acumulación de monedas en previsión de tiempos difíciles, esperando que su valor tendiese al alza.
Pronto la escasez de monedas llevó a la gente a utilizar otros medios para pagar, como los sellos, pero las cosas se pusieron tan mal que finalmente el gobierno decidió emitir papel moneda en fracciones de centavo. Los primeros billetes se emitieron el 21 de agosto de 1862, algo más de un año tras el comienzo de la contienda. Durante los 14 años siguientes aparecerían billetes de 3, 5, 10, 25 y 50 centavos, con la particularidad de que ninguno de ellos llevó jamás número de serie.
En aquel momento el superintendente de lo que más tarde sería la Oficina de Grabado e Impresión de los Estados Unidos, quien supervisaba la creación, impresión y puesta en circulación de los billetes de curso legal, era Spencer Morton Clark.
No solo era el jefazo que controlaba la emisión de papel moneda, era el primero de todos, ya que había sido idea suya la de crear tal oficina separada del Departamento del Tesoro, lo que consiguió en 1862. El 29 de agosto de ese mismo año comenzaba sus operaciones al frente de la nueva Oficina Nacional de Divisa, ayudado por un asistente y cuatro operarias.
Clark, que desde 1856 había trabajado para el Departamento del Tesoro, introdujo varias innovaciones en el proceso de creación de los billetes, como la automatización de las firmas de los responsables del Tesoro o la creación del sello oficial que todavía aparece hoy, con variantes, en los billetes de dólar actuales.
En marzo de 1863 el Congreso aprobó la emisión de la tercera serie de billetes de centavo, especificando que el de 5 debía llevar la efigie del famoso explorador Clark, en referencia a William Clark. La expedición de Lewis y Clark fue la primera llevada a cabo por estadounidenses que cruzó el oeste de Norteamérica, iniciándose el 31 de agosto de 1803 y finalizando el 23 de septiembre de 1806, produciendo una ingente cantidad de mapas cartográficos de la vasta región.
El caso es que, aunque probablemente Spencer Clark sabía lo que quería decir el Congreso cuando le indicaron que quien debía aparecer en los billetes era Clark, vio la oportunidad de pasar a la historia de una manera singular y estampó su propio rostro en ellos.
Nadie sabe exactamente como ocurrió, e incluso hay una teoría alternativa que implica al propio tesorero de los Estados Unidos, Francis E. Spinner, fruto de un malentendido surgido en una conversación entre ambos al respecto de quien debía aparecer en ellos.

Los billetes de esa tercera emisión comenzaron a circular el 5 de diciembre de 1864, y para cuando el Congreso se percató del asunto ya se llevaban impresas grandes cantidades, lo que hacía imposible su retirada. La única opción que quedó fue eliminar, en la siguiente emisión de 1869, los billetes de 3 y 5 centavos. Antes, por si acaso, el 7 de abril de 1866 el Congreso aprobó una ley según la cual solo pueden aparecer en el papel moneda de los Estados Unidos personas que hayan fallecido, ley que aun se mantiene vigente.
Sorprendentemente Spencer M. Clark no fue fulminantemente despedido, sino que mantuvo su puesto al frente de la oficina de emisión de moneda, gracias a la intervención personal del secretrio del Tesoro, Salmon P. Chase (a él se debe la frase que aparece en todos los billetes de dolar: In God We Trust (En Dios confiamos).
Siguió dirigiendo la impresión de papel moneda hasta su dimisión en 1868, pasando a trabajar para el Departamento de Agricultura, donde llegaría a dirigir la Oficina de Estadística hasta su muerte en 1890. Hoy los billetes de cinco centavos con su efigie son muy codiciados por los coleccionistas.
Fuentes
Bureau of Engraving and Printing / Antiquemoney.com / Numimaster.com / Report to the Secretary of the Treasury From the First Division National Currency Bureau (Spencer M. Clark) / Wikipedia.
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