En el año 1143 Alfonso I de Portugal firmaba con Alfonso VII de León el Tratado de Zamora, por el que se constituía un reino luso independiente que fue reconocido treinta y seis años más tarde por el papa Alejandro III mediante la bula Manifestis probatum. El nuevo país aún tendría que formarse territorialmente terminando su Reconquista, incorporando importantes ciudades y superando el peligro que supuso el intento de invasión castellana en Aljubarrota en 1385.
Solucionado todo esto, Portugal entró en un período de esplendor que se conoce como la Era de los Descubrimientos, de la mano de reyes como Juan II o Manuel I, de la de grandes marinos como Gil Eanes o Bartolomé Díaz y de otros promotores como Enrique el Navegante. Gracias a ellos, los portugueses se volcaron hacia el Atlántico, dominando sus rutas y controlando buena parte de la costa oeste de África desde principios del siglo XV.
Eso, tras no pocos roces, obligó a la Castilla de los Reyes Católicos a proyectar su expansionismo en una dirección diferente y así fue cómo llegaron a América, en lo que inicialmente se pensaba que era un itinerario hacia las Indias alternativo al que buscaban sus vecinos rodeando el Cabo de Buena Esperanza. Esa carrera hacia Oriente la ganó Portugal cuando Vasco de Gama arribó a la India; iniciaba así el establecimiento de una red de factorías comerciales que jalonaban la nueva ruta especiera y fueron ampliando luego Pedro de Covilha, Álvarez del Cabral, Lorenzo de Almeida y otros.
Pero, entretanto, los castellanos no se habían cruzado de brazos y mientras Cortés estaba inmerso en la conquista del imperio mexica, un portugués al servicio de Carlos V, Fernando de Magallanes, zarpaba al mando del que sería uno de los viajes navales más importantes de la Historia, intentando replicar a Vasco de Gama en la apertura de otro itinerario hacia Asia, en su caso rodeando Sudamérica. Magallanes falleció durante la empresa pero ésta fue terminada por Juan Sebastián Elcano y, así, aparte de consumar la primera vuelta al mundo, la puerta de las Indias Orientales quedaba abierta también para España.
En esa dura competencia ibérica apareció una isla frente a la costa china que ya estaba habitada desde decenas de miles de años atrás, perfilando a un pueblo de habla malayo-polinesia. Como se encontraba en la ruta entre la colonia portuguesa de Malaca (fundada por Alfonso de Albuquerque en Malasia en 1511) y Japón, era cuestión de tiempo que los navegantes la avistaran, algo que finalmente ocurrió en algún momento del siglo XVI. Se la bautizó con el nombre de Formosa, que evidentemente significa hermosa.
Sin embargo, ningún europeo la pisó hasta 1582, cuando uno de los barcos que navegaban por esa ruta naufragó y los ocupantes tuvieron que ponerse a salvo en la isla. Uno de ellos era un jesuita portugués llamado Francisco Pirez, que fue el primero que hizo una descripción escrita del lugar llamando la atención sobre él. Ahora bien, entre los supervivientes también había españoles, que en cuanto pudieron informaron a las autoridades de aquel ignoto territorio insular.
Para entonces, España ya estaba instalada en Asia y Oceanía. Miguel López de Legazpi había fundado el primer asentamiento en Cebú en 1565, origen de lo que en breve sería la Capitanía General de las Filipinas, dependiente del Virreinato de Nueva España y ampliada con la toma de posesión de una serie de islas y archipiélagos como Guam (Magallanes, 1521-Legazpi, 1565), Palaos (Gómez de Espinosa, 1522-Gómez de Villalobos, 1543), las Carolinas (Álvaro de Saavedra, 1528) y las Marianas (Legazpi, 1521).
Se daba además otra circunstancia: en 1580 Portugal se integró en la Monarquía Hispánica al quedar su trono vacante tras la muerte en la Batalla de Alcázarquivir del rey Sebastián I (1578) y la de su sucesor el cardenal Enrique dos años después. Felipe II, hijo de la emperatriz Isabel de Portugal, hizo valer su derecho al trono. Antonio, prior de Crato, hijo bastardo del infante Luis I y nieto del rey Manuel I, presentó su propia candidatura pero el duque de Alba se encargó de zanjar la cuestión derrotándole en la Batalla de Alcántara.
Ahora bien, una de las condiciones aceptadas por Felipe para poder reinar fue que ni el reino ni sus territorios de ultramar pasarían a ser provincias castellanas. Algo que si no se hizo de derecho sí ocurrió de hecho porque el monopolio comercial portugués en el otro extremo del mundo se disolvió poco a poco en beneficio de Manila, puerto que enlazaba con América mediante el Galeón de Acapulco; éste traía importantes cantidades de plata a los parianes (mercados), llenos de comerciantes chinos interesados en el metal precioso.
Por eso la noticia de que los holandeses se habían establecido en la bahía de Tainan, al sur de Formosa, cayó como una bomba. Era el año 1624 y para entonces las Provincias Unidas (la parte independizada del antiguo Flandes español, que retenía los Países Bajos de la parte sur) ya eran una auténtica potencia comercial y marítima gracias a la célebre Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, creada en 1602 para gestionar en monopolio el comercio con Asia, con capacidad para fundar colonias, declarar guerras, negociar tratados, acuñar monedas…
La Compañía, que tenía una sede en Batavia (Java) que mantenía estrechas relaciones comerciales con el puerto japonés de Nagasaki desde 1609, decidió fundar también una ciudad en Formosa para comerciar con China; ya habían tratado de echar a los portugueses de Macao e intentado entrar por la fuerza en las Islas Pescadores chinas (actuales Pengu), pero en ambos casos los holandeses fueron rechazados. Esta vez optaron por la diplomacia y acordaron con la dinastía Ming establecerse en Formosa, cuya colonización no había llevado a cabo nadie todavía pese a las visitas esporádicas.
Erigieron una colonia llamada Orange, cuyo nombre cambió luego a Fort Zeelandia y actualmente es conocida como Anping, un islote costero. Una amenaza evidente para los intereses económicos de Manila, por eso el capitán general de las Filipinas, Fernando de Silva, puso a Antonio Carreño Valdés al frente de una expedición que debía ocupar la isla y expulsar a los recién llegados. El 7 de mayo de 1626 doscientos hombres desembarcaron al norte, en la bahía de Jilung, y fundaron el puerto de La Santísima Trinidad, hoy en día denominado Keelung, protegido por un bastión artillado ubicado en el islote de entrada a la bocana. A Formosa la rebautizaron con el nombre de Todos los Santos.
Poco a poco, los españoles fueron expandiéndose y al año siguiente llegó una escuadra con refuerzos, lo que permitió un nuevo asentamiento en 1629 al que se bautizó como Castillo (hoy Tamsui, que aún conserva restos de las defensas construidas, el Fuerte de Santo Domingo, y trazas del idioma castellano). Desde esas bases, media docena de misioneros realizaron una intensa actividad evangelizadora que logró la conversión al cristianismo de miles de nativos.
Sin embargo, los neerlandeses no sólo no se fueron sino que, viendo peligrar su presencia, atacaron a los españoles desde el mar en 1630. Ello supuso la incomunicación española con Manila y la interrupción del convoy de suministro, obligando al asentamiento hispano a buscar provisiones en el interior mediante la imposición de fuertes tributos y provocando así roces con los indígenas, que en 1636 se alzaron en armas y masacraron a la mitad de la guarnición de Tamsui. Asediados desde dos frentes, sin medios y azotados por los tifones propios de esas latitudes, cuyos efectos destructores originaron una epidemia de malaria, los españoles tuvieron que abandonar Tamsui dos años después para congregarse en La Santísima Trinidad.
Éste se mantuvo hasta 1642, cuando otra flota enemiga se presentó ante las murallas, derribándolas a cañonazos y conquistando la posición tras seis días de resistencia. Los españoles abandonaron la isla y nunca más volvieron. Sebastián Hurtado de Corcuera, gobernador de Filipinas, fue considerado responsable y sometido a juicio, pasando cinco años en prisión. Pero la realidad es que para entonces el reinado de Felipe IV ya había entrado en una lenta decadencia y, con otras potencias rivalizando en el mar, cada vez le costaba más defender posesiones lejanas.
De todas formas, los neerlandeses tampoco se sostendrían mucho más en Formosa, de la que no controloban más que la zona litoral; en 1662 el chino Zheng Chenggong, más conocido como Koxinga, los expulsó.
Fuentes
Historia general de España y América (Luis Suárez Fernández)/How Taiwan bacame chinese. Dutch, spanish and the colonization in the seventeenth century (Tonio Andrade)/An overview of the spaniards in Taiwan (1626-1642) (José Eugenio Borao)/El señor del mundo. Felipe II y su imperio (Hugh Thomas)/Wikipedia
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