Hasta hace unos años, veranear en un camping era tan solo sinónimo de ahorro. Multitud de familias tomaban esta opción vacacional porque no disponían de suficientes recursos para pagarse un hotel o para alquilar un apartamento en la playa. Con el tiempo, sin embargo, el concepto ha cambiado. Muchos hoteles han abaratado precios con ofertas low cost y el camping ya no resulta tan rentable pero, aún así, este tipo de oferta sigue funcionando a la perfección. ¿Por qué?

Incomodidades llevaderas

A simple vista, la vida del campista no es nada sencilla. Primero hay que elegir cómo será nuestra “casa de veraneo”. La primera opción son las tiendas de campaña, cada vez más fáciles de montar y con un mercado amplísimo adaptado a todas las necesidades. Otra posibilidad son las caravanas, que ofrecen la comodidad de una casa con ruedas, y también existe un híbrido entre tienda y roulotte: las tiendas-remolque. Y para quien pueda gastarse más dinero, están los bungalows.

Una vez escogida la “casa”, debemos acondicionarla y adquirir los artículos necesarios para hacerla habitable: colchones o sacos de dormir, ropa de cama, menaje, etc. Si no queremos gastarnos dinero comiendo fuera de casa, habrá que comprar una cocina portátil o utilizar un camping gas.

Todos estos utensilios, junto con los pasajeros, deben poder encajar en el coche, lo que puede resultar una tarea complicada. Tras el viaje llega el momento de instalarse, que también requiere tiempo y esfuerzo y luego está la vida diaria en el recinto: compartir lavabos y duchas, lavado de platos en zonas comunes, falta de intimidad, ronquidos en la noche… ¿Dónde está la gracia?.

Vivir al aire libre, el mejor de los lujos

Según los últimos estudios de la Federaciòn Española de Empresarios de Camping, el sector ha superado la crisis y está asumiendo cifras históricas de ocupación. La razón del éxito de los campings está en el cambio de estilo de vida que representan. Es un corte total con la rutina diaria. Durante una semana o quince días se aparcan las prisas y la rigidez de horarios para vivir en mayor libertad y en contacto con la naturaleza.

Estos son los principales argumentos de los aficionados al camping. Cuando entras en las instalaciones, te desprendes de las etiquetas, te calzas unas chanclas y el mundo cambia. “Por unos días, no hay reloj ni televisión”, afirma Carlos Ruiz, campista desde hace más de 20 años, “en el camping cada uno va a lo suyo y puedes disfrutar de la tranquilidad aún estando rodeado de gente”.

Para las familias con niños, las vacaciones en un camping presentan ventajas añadidas. En época de verano todas las instalaciones organizan actividades con monitor, lo que favorece el aprendizaje y el contacto con otros niños. Además, está la piscina, un reclamo infalible para grandes y pequeños.

La vida en el camping fomenta también las relaciones sociales. La proximidad de las parcelas y las actividades en zonas comunes hacen que, forzosamente, se establezca comunicación entre los campistas. Y quien desee tranquilidad absoluta, también puede conseguirla. Existen campings de alto estanding que no admiten niños y donde está prohibido cualquier tipo ruido.


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