A la hora de buscar deportes extraños se nos vienen a la cabeza algunos tradicionales, como esos que se celebraban ancestralmente en otros tiempos y hoy se recuperan adaptados a la actualidad.

El calzio storico, una especie de fútbol medieval italiano; el yukigassen, una batalla de bolas de nieve japonesa; el polo que usa una cabeza de animal en vez de pelota, como el buzkashi afgano…

También los hay de corte más estrambótico, como The Cooper’s Hill Cheese Rolling and Wake (perseguir un queso que rueda colina abajo), el eukonkanto (una gymkana cargando con tu esposa a hombros) o las carreras con zapatos de tacón.

Ilustración de 20.000 leguas de viaje submarino de 1870/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Luego están los decididamente insólitos, como el chess-boxing (una partida de ajedrez en la que cada movimiento de pieza implica un guantazo al oponente).

Pero si se busca uno raro, raro, raro, estrafalario e inaudito hasta lo increíble, la palma se la lleva el octopus wrestling sin duda alguna. No hace hace falta saber mucho inglés para entender el nombre, aunque sí es necesario procesarlo con calma para poder asumirlo.

Porque en esa denominación no hay trampa ni cartón: este deporte consiste en un combate submarino con un pulpo. Zambullirse en aguas pocos profundas, agarrar al animal y luchar con él para sacarlo a la superficie. Y si alguien cree que es ficción se equivoca porque su práctica está documentada.

Hoy ya no se lleva, claro, pero hubo unos años que sí -y no hace tanto- e incluso se organizó un campeonato mundial en abril de 1963 con la participación de, nada más y nada menos, ciento once buceadores que lograron vencer a veinticinco pulpos. Alguien se metió una buena cena entre pecho y espalda aquella noche.

La cosa empezó, al parecer, a finales de la década de los cuarenta. En concreto con una revista llamada Modern Mechanix que en abril de 1949 publicó un artículo titulado Octopus wrestling is my hobby (Mi hobby es la lucha con pulpo), considerado la primera referencia documentada a este entretenimiento.

Lo firmaba el escritor Wilmon Menard, que al parecer lo aprendió de los nativos polinesios durante un viaje a Tahití. Probablemente ellos no lo concebían como deporte propiamente dicho sino que era una simple manera de capturar cefalópodos de gran tamaño, pero ahí entró en liza la mentalidad del hombre blanco.

El texto describe uno de esos enfrentamientos entre el humano y la bestia y parece que se trate de aquel fragmento de 20.000 leguas de viaje submarino en el que la tripulación del Nautilus se las tiene que ver a hachazos con un pulpo gigante; cuenta Julio Verne: «Los largos tentáculos golpeaban la superficie de la laguna con furia salvaje, mientras el monstruo trataba de librarse de nuestras lanzas que estaban firmemente incrustadas en su cabeza (…) Llevó mucho tiempo cansar al pulpo y tuvimos que sujetar firmemente las sogas atadas al extremo de las lanzas para evitar que se hundiera hasta el fondo de la laguna, donde nos perdería».

El trepidante relato de Menard reseña también los daños recibidos: «Me acerqué también y uno de los tentáculos se cerró alrededor de la pantorrilla de mi pierna desnuda. Estremeciéndose al contacto, corté desesperadamente con mi cuchillo, seccionando el tentáculo. Cuando despegué el espeluznante trozo, la piel se fue con él ¡Durante meses llevé la cicatriz roja del beso del pulpo en mi pierna!».

La justificación de esa dramática actividad es acorde a la mentalidad de la época: «Me doy cuenta de que todo suena como un deporte repugnante, pero en realidad es más divertido que la caza de alguna pobre criatura inofensiva. Cuando luchas y matas a un pulpo estás librando al mundo marino de un traicionero enemigo.»

El caso es que una década más tarde ya encontramos noticias de octopus wrestling en la costa Este de EEUU. Un artículo del periódico Toledo Blade, publicado el 24 de noviembre de 1957, informa de la celebración de un campeonato del mundo en la localidad de Tacoma, en el estado de Washington.

Imagen: edmondlafoto en Pixabay

El periodista bromea comparando lo inusitado de esta actividad con las carreras de hidroaviones que se organizan por esas latitudes y duda que alcancen tanto público, pero señala que la lucha contra los pulpos congregó a un par de centenares de personas.

Eso sí, las reglas eran un poco diferentes a las tahitianas para hacerlas menos sangrientas: no se trataba de matar al cefalópodo con armas sino de arrastrarlo a la superficie. Los participantes eran buceadores a pulmón libre y se dividían en equipos de tres hombres, que se turnaban para buscar un pulpo entre las rocas y luego intentar capturarlo.

La puntuación se basaba en el peso del animal y en el escenario donde se llevaba a cabo, pues se valoraba más una lucha subacuática que otra a flor de agua o usando snorkel. El ganador, por cierto, fue por una captura que superó los treinta y seis kilogramos.

Se entiende que no eran pulpos pequeños sino de la especie Enteroctopus dofleini o pulpo gigante de California, una especie que puede alcanzar un tamaño considerable: el más grande conocido medía nueve metros de longitud y pesaba doscientos setenta y dos kilos, aunque la mayoría de los adultos se quedan en unos cuatro metros y cincuenta kilos.

Un adversario de talla para una pelea, pues si bien se sabe poco de ellos, sí está comprobado que se alimentan de camarones, almejas, cangrejos, langostas, peces e incluso tiburones y aves marinas.

No obstante, el Enteroctopus dofleini es un animal tímido que tiende a huir ante el peligro y sólo se vuelve agresivo ante la provocación. Pero incluso así posee una fuerza bastante limitada y los buceadores pueden quitarse las ventosas sin demasiado esfuerzo.

Ahora bien, tampoco resulta fácil para el ser humano agarrar su cuerpo blando y afrontar la maraña de tentáculos. Y cuando se consigue falta el esfuerzo de llevarlo a la superficie sin que se escape entre las manos.

El octopus wrestling aparenta ser un deporte realmente adrenalínico para quien lo practique, pero no lo parece tanto para el espectador, que no va a ver nada al desarrollarse bajo el agua la mayor parte del tiempo.

Recorte de prensa del Mundial de 1963/Foto: Wikimedia Commons

Aún así, el campeonato mundial de 1963, que tuvo lugar de nuevo en Tacoma, atrajo a un número mucho mayor de asistentes: cinco mil personas más las que congregó su retransmisión televisiva, empezando a aparecer en revistas de submarinismo.

El destino de los pulpos derrotados era servir de cena a los participantes, terminar en algún acuario o, los más afortunados, ser devueltos al mar.

Ya no existe esa dicotomía porque a mediados de los años sesenta empezó a declinar el interés por el octopus wrestling y en 1976 el estado de Washington, donde se solían celebrar los mundiales, prohibió que se molestase a esos cefalópodos.

Así que quien quiera ver hoy una pelea entre el Hombre y el pulpo tendrá que recurrir al cine de serie de B.


Fuentes

Octopus wrestling is my hobby (Wilmon Menard en Modern Mechanix)/Fox Tossing, Octopus Wrestling and Other Forgotten Sports (Edward Brooke-Hitching)/Fightland/Wikipedia


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