A priori pudiera parecer que un lugar tan apartado como el archipiélago de las Aleutianas careciera de interés para los contendientes de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, la posesión de ese territorio insular se reveló como un objetivo estratégico fundamental tanto por parte de sus propietarios, los EEUU, como de sus enemigos japoneses y, de hecho, allí se libraron algunos importantes combates agrupados genéricamente bajo la denominación de Batalla de las Islas Aleutianas.
Uno de ellos se llevó a cabo en Attu y constituye el único ejemplo de lucha en América del Norte durante aquel conflicto, ya que otros sitios como las Islas Marshall, Salomon o Guam tenían la consideración de «territorios no incorporados» y a sus habitantes no se les concedió la ciudadanía hasta después de la guerra; incluso Hawai, donde se produjo el ataque a Pearl Harbor, no fue estado hasta 1959.
A mediados de 1942 el alto mando de Japón era consciente de su inferioridad material frente a EEUU, algo que se agravaba con la extensión de los dominios norteamericanos por el Pacífico, que le permitían disponer de bases naturales para su aviación y su marina.
Uno de esos sitios eran las Islas Midway, un atolón ubicado en pleno centro del océano, no lejos de Hawai. Aunque había sido descubierto en 1799 por el navegante español Miguel Zapiaín (que lo bautizó con el nombre de Patrocinio), en 1867 el marino William Reynolds las anexionó a EEUU consciente de su utilidad estratégica para la navegación, aunque seguramente jamás imaginó el grado que alcanzaría en ese sentido.
Porque, en efecto, en la primavera de 1942 el almirante Yamamoto tomó la decisión de intentar tomar las Midway y disponer así de un impagable portaaviones natural desde el que poder operar con más posibilidades e incitar al enemigo a un enfrentamiento decisivo que acortara la guerra, pues el nipón, que había vivido en EEUU, sabía que, a la larga, éste impondría su inagotable capacidad industrial. Y para dicho duelo era necesario contar con un buen punto de abastecimiento en medio de la nada.
Por supuesto, Yamamoto también sabía que los americanos no se iban a quedar de brazos cruzados dejándose arrebatar las Midway tranquilamente, así que concibió un plan de diversión que arrastrara a su flota lejos de allí; el lugar elegido fue el Archipiélago de las Aleutianas, un conjunto de más de trescientas islas volcánicas que se encuentran en el extremo noroeste de Norteamérica, formando una especie de arco entre Alaska y la península rusa de Kamchatka y separando el Mar de Bering del Océano Pacífico.
En total unos 37.800 kilómetros cuadrados habitados sobre todo por inuit y que, irónicamente, los rusos vendieron a EEUU el mismo año en que Reynolds ocupaba Midway.
La escuadra destinada a las Aleutianas estaba compuesta por los portaaviones Ryujo y Junyo, los cruceros pesados Maya y Takao, los acorazados Ise, Fuso y Yamashiro, el crucero ligero Abukuma y otros buques de transporte y abastecimiento con fuerzas de desembarco.
El primer ataque se produjo el 3 de junio de 1942 con un bombardeo sobre la isla de Unalaska; dos días después, tropas japonesas conquistaban la isla de Kiska y a la jornada siguiente repetían éxito con Attu, sin encontrar apenas resistencia.
De pronto, Japón llevaba la guerra a territorio enemigo y no sólo le privaba de lo que era otra base apreciable para potenciales ataques sobre el archipiélago japonés sino que, a la inversa, era una cuña desde la que podía atacarse el continente. Resonaban entonces las palabras que, ese sentido, había formulado en 1935 el general William Mitchell ante el Congreso, diciendo que Alaska era «el lugar estratégico más importante del mundo».
EEUU tuvo que apretar los dientes y controlar los nervios mientras preparaba la recuperación de las Aleutianas. En agosto, las isla de Adak pasó a ser el punto desde el que se empezó a bombardear a los invasores y en marzo de 1943 una escuadra al mando del contraalmirante Charles McMorris les cortaba las vías de suministro al derrotar a los barcos del vicealmirante Boshirō Hosogaya en la Batalla de las Islas Komandorski.
El 301º Batallón de Infantería Independiente del Ejército del Norte del coronel Yasuyo Yamasaki quedaba aislado y con serias dificultades de abastecimiento. Todo estaba dispuesto para la operación de reconquista a cargo de fuerzas de EEUU y Canadá.
Así, el 11 de mayo de 1943, tras un intenso cañoneo naval, las 7ª y 17ª División de Infantería al mando del general Albert Brown se lanzaron al asalto en la denominada Operación Cangrejo.
Lo hicieron desde dos puntos, norte y sur, pero no debió ser precisamente agradable para los atacantes: como no había suficientes lanchas de desembarco era necesario esperar a que regresasen de las playas para volver a salir, ralentizando desesperantemente la operación y haciendo que muchos soldados, empapados, se quedaran ateridos de frío esperando a los demás en aquellas adversas condiciones climatológicas -es el Ártico, al fin y al cabo-.
Ello favoreció a los japoneses, que pudieron organizarse y les recibieron con dureza provocando que fueran necesarias dos semanas para poder asegurar una posición y empezar a avanzar. Una marcha lenta, de todas formas, pues los vehículos se atascaban en la tundra y los francotiradores disparaban desde las colinas.
No obstante, poco a poco Yamasaki fue quedando embolsado en Chichagof Harbor, aunque estaba confiado porque contaba con la información de que en Tokio se preparaba una contundente escuadra que partiría en su socorro inminentemente.
De haberlo hecho quizá las cosas hubieran cambiado, ya que realmente era poderosa: los cruceros Mogami, Kumano, Suzuya, Tono, Chikuma, Agano y Ōyodo, los acorazados Musashi, Kongō y Haruna, once destructores, varios transportes de tropas…
Pero su partida se fue retrasando y el 29 de mayo Yamasaki, asumiendo que la ayuda no llegaría a tiempo, lanzó a sus efectivos a un ataque masivo a la desesperada. Su idea era tomar Engineer Hill, donde los aliados habían concentrado su artillería, para volver los cañones en su contra.
Casi dos millares y medio de soldados, al grito clásico de «¡Banzai!», cayeron sobre los estadounidenses por sorpresa causándoles muchas bajas y llegando a una salvaje lucha cuerpo a cuerpo en la que no había cuartel; los asiáticos incluso ensartaron con sus bayonetas a los heridos del hospital de campaña (luego se supo que cientos de japoneses sólo contaban con ese arma, habiendo agotado su munición).
Pero no dejaba de ser un suicidio en la práctica y la mayoría terminaron muertos, capturándose únicamente a 28; entre ellos figuraba un solo oficial, el propio Yamasaki. El campo de batalla se llama hoy Massacre Valley.
Todavía quedaron pequeños grupos aislados que siguieron defendiéndose tenazmente hasta ser aplastados definitivamente a mediados de verano. Visto el resultado en Attu y teniendo en cuenta que la Armada Imperial no sólo no había podido imponerse en Midway (fue derrotada un año antes, al poco de ocuparse las Aleutianas) sino que el mismo Yamamoto acaba de morir al ser derribado el avión en el que sobrevolaba las Islas Salomón, el mando nipón resolvió no resistir en el otro territorio insular ocupado, Kiska.
El 28 de julio evacuó sigilosamente a su minúscula guarnición (nueve hombres) aprovechando una densa niebla. Aún así, como contamos en el post dedicado a la Operación Cottage, las minas, el frío y el fuego amigo (una constante toda la campaña) ocasionaron 313 bajas a los norteamericanos cuando desembarcaron, en parte al estallar una mina al paso de un destructor; sus aviones habían pasado una semana bombardeando una isla vacía.
Hablando de bajas, los aliados superaron el medio millar de muertos y algo más de mil heridos en combate, más otros mil y pico enfermos por el frío. Los japoneses sufrieron 2.351 fallecidos y los 28 prisioneros citados.
Fuentes
Thousand-Mile War. World War II in Alaska and the Aleutians (Brian Garfield)/Aleutian Campaign In World War II. A Strategic Perspective (Mayor John A. Polhamus)/A Battle History of the Imperial Japanese Navy, 1941- 1945 (Paul S. Dull)/Alaska at War, 1941-1945. The Forgotten War Remembered (Fern Chandonnet)/Wikipedia / The Capture of Attu: A World War II Battle as Told by the Men Who Fought There (Robert J.Mitchell).
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