El mundo de los deportes de invierno es realmente singular, al menos a ojos de los españoles. Si se exceptúan el esquí, el patinaje artístico y alguna otra práctica más extendida, buena parte de las especialidades nos resultan bastante estrambóticas.
Algunas incluso lo serían de no ser porque ese instrumento globalizador que es la televisión nos ha acostumbrado a verlos en Año Nuevo, como los saltos, pero hay otras que siguen pudiéndose catalogar de pintorescas como mínimo: el biatlón (peculiar combinación de esquí con tiro al blanco), el skijöring (esquí tirado bien por animales -sean éstos perros, caballos-, bien por trineo motorizado), el bobsleigh y sus variantes como el luge y el skeleton (sobre un pequeños trineos), los varios tipos de hockey sobre hielo (bandy, broomball, ice stock sport, ringette) o esa hipnótica modalidad de petanca helada que es el curling.
La mayoría proceden de juegos tradicionales propios de lugares con inviernos fríos, pródigos en nieve, por eso casi todos limitan su práctica a los países nórdicos, Canadá, Rusia…
También Japón pero ahí ya entramos en un mundo aparte porque, como sabemos, los japoneses tienen una extraña capacidad para asombrarnos y uno de los deportes invernales más inaudito que se practica por esas latitudes consiste en algo tan sencillo como una batalla de bolas de nieve.

El sueño de cualquier niño hecho realidad. Allí lo llaman yukigassen, término resultante de juntar las palabras yuki (nieve) y kassen (batalla).
Aunque el país del sol naciente nos tiene acostumbrados a un exquisito cuidado por sus costumbres ancestrales, en este caso no hay que remontarse demasiado en el tiempo porque el yukigassen no hunde precisamente sus raíces en ningún folklore milenario: su origen se sitúa a finales de los años ochenta del siglo XX, lo que inevitablemente nos retrotrae mentalmente a la época dorada de aquel concurso televisivo tan divertido como estupefaciente denominado Humor amarillo, que allí titulaban Fūun! Takeshi Jō (¡Diversión! El Castillo de Takeshi, en alusión a su creador y presentador, el célebre actor Takeshi Kitano). Sí, aquella década tenía cosas salvables y todo.
El yukigassen es un juego colectivo, no individual, parecido al balón prisionero. Consiste en el enfrentamiento entre dos equipos de siete jugadores cada uno (más dos reservas) sobre una cancha delimitada de cuarenta metros de longitud por diez de ancho.
Los participantes arrojan bolas de nieve (de unas dimensiones concretas, parecidas a las pelotas de béisbol, y prefabricadas con un molde) disponiendo de un total de noventa; cuando un jugador es alcanzado queda eliminado.
La competición se divide en tres juegos de tres minutos cada uno, adjudicándose la victoria quien elimina a todos los contrarios; ello puede contabilizarse de forma total pero también por acumulación de juegos, es decir, un equipo gana cada juego si al concluir el tiempo reglamentario (los citados tres minutos) lleva menos jugadores eliminados que el contrario. Un conjunto de árbitros se encarga de decidir quiénes quedan fuera y no es fácil en medio del caos que se monta.
No obstante, hay una forma extra y fulminante de vencer en un partido de yukigassen: capturando la bandera del adversario, pues cada equipo tiene una que coloca en la parte trasera de su campo y que los delanteros tratan de coger enfrentándose a los defensas adversarios.
Evidentemente no resulta fácil llegar hasta ella sin ser alcanzado, pero se puede conseguir con habilidad, táctica y algo de suerte, contando con factores como movimientos de diversión, la creación de confusión en el rival o el agotamiento de la munición.
También con algo de valor pues, aunque no lo parezca, los bolazos son dolorosos (se dan casos de huesos o dientes rotos) y lo prueba el hecho de que los jugadores usen cascos especiales con protección facial, así como que cada plantilla incluya un médico y que en la cancha haya bloques de hielo a manera de parapetos. Gajes de que muchos de sus practicantes provengan del béisbol.
Al parecer, este insólito deporte adoptó oficialmente su forma y reglamentación en la isla de Hokkaido (la segunda más grande de Japón, separada de Honshu por el Estrecho de Tsugaru); un sitio emblemático porque su capital es Sapporo, ciudad que en 1972 acogió la celebración de los XI Juegos Olímpicos de Invierno.
El primer torneo de yukigassen tuvo lugar en 1989, contando ya con una federación, y desde tierra nipona saltó a otros países; la mayoría, como decía antes, a países con tradición de deportes de nieve y que ya organizan competiciones regulares (incluído un Campeonato del Mundo), caso de como Canadá, Suecia, Finlandia, Noruega, EEUU, Rusia, Holanda, Bélgica y China; no obstante, también hay algunos un tanto sorprendentes en ese sentido, como Australia o Tailandia. En España, que yo sepa, ni está ni se le espera.
Fuentes
IAY (Yukigassen International)
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