Quien navegue por las aguas subantárticas de Nueva Zelanda y tenga la mala fortuna de naufragar debería saber que muchas islas deshabitadas de la zona cuentan con refugios.
Muchos de estos depósitos dejaron de mantenerse porque las nuevas tecnologías los hicieron innecesarios, pero otros aun se mantienen en pie, como el de las Islas Antípodas.
A mediados del siglo XIX la ruta comercial entre Australia y Nueva Zelanda hacia Europa se desviaba al sur por debajo de los 40 grados, los famosos Rugientes Cuarentas, una zona de fuertes vientos que los navegantes aprovechaban para acortar la duración del viaje, a pesar de su alto riesgo.
A ello se sumaba el escaso conocimiento de las islas en esas latitudes, generalmente situadas en los mapas y cartas marinas de manera errónea.
Las islas subantárticas de Nueva Zelanda son los cinco archipiélagos más meridionales del país, declarados Patrimonio de la Humanidad en 1998, y localizados cerca del borde sur del antiguo continente sumergido Zealandia.
Uno de esos archipiélagos son las Islas Auckland, en las que naufragó en 1864 el capitán Thomas Musgrave al mando del Grafton. Él y otros cuatro supervivientes de la tripulación se pasaron 19 meses infernales viviendo en las chozas construidas con los materiales recuperados del naufragio, hasta ser rescatados. Según el capitán Musgrave el clima del lugar era de vendavales incesantes, granizo, nieve y lluvia constante.
Ese mismo año otro barco, el Invercauld naufragó en el extremo noroeste de la misma isla. De sus 19 supervivientes todos fallecieron durante el duro invierno salvo tres, sin llegar a saber nunca que en el extremo sur estaban los naúfragos del Grafton.
Estos y otros acontecimientos similares fueron los que llevaron a los neozelandeses a establecer la red de depósitos de emergencia tres años más tarde, en 1867. En un principio se crearon en las islas Auckland, Campbell, Antípodas y Bounty (así llamadas por el famoso motín de 1789 relatado en numerosas obras literarias y películas).
El primer depósito, hecho de madera, se levantó en la Isla de Enderby, la mayor de las pertenecientes al archipiélago de las Islas Auckland (en las cuales se registaron 8 naufragios entre 1833 y 1908). Aunque existen evidencias de asentamientos polinesios en ellas durante los siglos XIII y XIV, cuando llegaron los europeos ya estaban, y siguen, deshabitadas.
En los años siguientes se fueron estableciendo depósitos en otras islas, y en 1877 el gobierno de Nueva Zelanda asumió la gestión y mantenimiento de toda la red. Cada depósito albergaba raciones de emergencia (conservas y galletas), ropa, mantas, útiles de pesca, medicinas, cerillas, herramientas, armas y municiones.
También se instalaron postes de señalización en las islas, para facilitar a los naúfragos el camino hacia los refugios.
Desde 1877 y hasta 1927 buques de la armada neozelandesa patrullaron periódicamente cada seis meses los depósitos, reponiendo víveres, cortando y amontonando leña, reparando las instalaciones e incluso dejando animales vivos como cerdos, cabras, ovejas y conejos.
Muchos ya habían sido introducidos a principios del siglo XIX, antes de que se gestase la idea de los depósitos, como un medio de proporcionar alimento a futuros y posibles naufragios. La mayoría de estos animales murieron, ya fuera por el frío y el hambre, o aprovechados por naúfragos. Pero algunos sobrevivieron hasta bien entrado el siglo XX.
Es más, estas pequeñas poblaciones animales permanecieron mucho tiempo aisladas, más de 150 años, y por eso algunas, como el cerdo de Auckland o el conejo de la isla Enderby aun conservan características raras. Hoy en día se siguen recuperando animales de las islas subantárticas y transladándolos a Nueva Zelanda con el objetivo de devolver las islas a su estado natural. Salvo cabras, que se extinguieron antes de que comenzase el programa de recuperación.
Otras islas en las que no se establecieron depósitos fueron dotadas de botes para permitir que los supervivientes pudieran alcanzar así una isla cercana en la que existiese uno. Evidentemente los refugios también sufrieron robos y saqueos frecuentemente. Para evitar esto se solia marcar la ropa dejada en ellos de manera que fuera fácilmente identificable.
Los primeros naúfragos en hacer uso de uno de estos depósitos fueron los ocho supervivientes de la tripulación del Derry Castle, que naufragó en la Isla de Enderby el 20 de marzo de 1887. Por desgracia los saqueadores solo habían dejado un bote de sal. De modo que construyeron una balsa con los restos de su barco y navegaron hasta el depósito de la cercana Isla Auckland, que afortunadamente estaba intacto. Cuatro meses más tarde fueron rescatados.
Lamentablemente también se dio el caso de numerosos naúfragos que, aun habiendo naufragado en islas con depósitos, no llegaron a encontrarlos. Fue lo que le ocurrió a los once supervivientes del Spirit of the Dawn que en 1893 tuvieron que pasar 87 días en las Islas Antípodas alimentándose de mejillones y raíces.
Los últimos en utilizar uno de los depósitos fueron la tripulación del buque francés President Félix Faure, que naufragaron en la mayor de las Islas Antípodas el 13 de marzo de 1908, muy cerca de la ubicación del refugio. Apenas llegaron a dos meses los que permanecieron en la isla, pero una vez agotadas las provisiones del depósito se dedicaron a cazar pingüinos y albatros, y tuvieron la suerte de dar con el último de los terneros que quedaba vivo.
A partir de 1927 la mejora de la tecnología de comunicación por radio, y el progresivo abandono de la ruta por debajo de los 40 grados sur, hicieron que las patrullas de mantenimiento dejaran de realizarse definitivamente.
No obstante muchos de estos depósitos permanecen todavía en su lugar original, y son mantenidos por del Departamento de Conservación neozelandés, algunos incluso con dotación de víveres. Entre ellos están el de las Islas Antípodas y el de la Isla Enderby, que conserva también los botes.
Fuentes
Department of Conservation / Historic Antipodes Island Castaway Depot / Wikipedia
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