No es algo que ocurra todos los días, descubrir biografías de personas reales de hace 3.500 años, por eso la estatua del rey Idrimi es todavía hoy uno de los hallazgos más importantes de la Historia.

La frase es de James Fraser, uno de los conservadores del departamento del Medio Oriente del Museo Británico, donde se custodia la escultura y de donde no ha salido en los últimos 80 años.

Fue descubierta en 1939 por el arqueólogo Leonard Woolley, a quien se considera el primer arqueólogo moderno y se recuerda, entre otras cosa, por haber encontrado evidencias geológicas del diluvio de Gilgamesh y trabajar junto con T. E. Lawrence (el famoso Lawrence de Arabia) en las excavaciones de la ciudad hitita de Carquemís.

Estatua del rey Idrimi en el Museo Británico / foto Geni en Wikimedia Commons

Apareció en las ruinas del anexo de un templo de Alalakh, al sur de Turquía y cerca de Antioquía, una ciudad fundada en el II milenio a.C. en una situación estratégica a medio camino entre Alepo y la costa.

Alalakh fue saqueada por los hititas hacia el siglo XVI a.C. pero volvió a vivir una época de esplendor entre los siglos XV y XIV a.C. bajo una dinastía local, a la que perteneció el rey Idrimi.

La efigie del rey, tallada en magnesita y de unos 104 centímetros de altura, le representa sentado en su trono. Las cejas, los párpados y las pupilas son de incrustaciones de cristal y piedra negra, y la cabeza está cubierta con una especie de corona o gorro redondo.

Detalle de la cabeza / foto Rama en Wikimedia Commons

Pero lo verdaderamente interesante de la figura es la inscripción en acadio que cubre buena parte de su cuerpo, y que consiste en una biografía de Idrimi en 104 líneas, algo ciertamente inusual en hallazgos arqueológicos del período. Por ello está considerada como uno de los descubrimientos más significativos de la escritura cuneiforme.

En ella se relata como Idrimi tuvo que huir a Yamkhad (nombre del reino amorrita de Alepo en época paleo-babilónica), y después a Emar (actual Tell Meskene, Siria) lugar natal de su familia materna, posiblemente huyendo de los hititas.

Decidido a restaurar el reinado de su dinastía en Alalakh viajó hasta Canaán en busca de la ayuda del rey de los Umman-Manda, un grupo de pueblos de dificil identificación que según el contexto se asocian con los hurritas, elamitas, medos, cimeros e incluso escitas, pero cuyo origen todavía es un misterio para los historiadores. Allí vivió durante siete años, mientras reunía efectivos para su causa.

Finalmente obtiene la ayuda de los Habiru, un grupo de gentes seminómadas asentadas en el Creciente Fértil, desde Canaán hasta Persia, descritos en las fuentes como mercenarios ocasionales. Volverá con un gran ejército y, apoyado por Parsatatar, el rey hurrita de Mitanni, recupera el trono de Alalakh aunque como vasallo de éste, reinando durante treinta años.

La inscripción finaliza con maldiciones para todos aquellos que profanen o destruyan la estatua.

Los especialistas han datado la imagen entre finales del siglo XVI y principios del XV a.C., lo cual presenta problemas y ha suscitado un largo debate académico al respecto. De hecho, según los informes de la época en que fue encontrada, se deduce que apareció en un nivel arqueológico fechado varios siglos después del período en que vivió Idrimi, en torno al 1250-1200 a.C.

Una de las explicaciones que han apuntado algunos arqueólogos es que el escriba Sharruwa, cuyo nombre aparece al final de la inscripción, la habría realizado en ese último período obedeciendo a motivos políticos, y no por encargo de Idrimi como se afirma en el texto.

No obstante la historicidad de Idrimi y los hechos narrados son confirmados por dos tabletas aparecidas en las excavaciones de Alalakh, esta vez sí en el nivel correspondiente al siglo XV a.C., una de ellas conteniendo el sello real del rey.

La vida de Idrimi ha sido comparada por algunos historiadores con las de Abraham, David, Moisés y otros personajes bíblicos, todos ellos compartiendo similitudes y avatares: todos ellos fueros refugiados o exiliados en su juventud, emprendieron un viaje en busca del favor de la divinidad y basaron su éxito y autoridad posterior en ella.

Ahora el Museo Británico ha procedido a la digitalización de la estatuilla, haciéndola accesible por vez primera al público online mediante un modelo en 3D. Su fragilidad ha sido la causa de que durante todo este tiempo no haya sido prestada a ningún otro museo. Incluso los especialistas han tenido que estudiar la inscripción mediante antiguas fotografías y transcripciones.

Al mismo tiempo se ha creado una reproducción a escala 1:1 que será expuesta en Siria a partir del verano de 2018.


Fuentes

On Idrimi and Sarruwa, the Scribe (Jack M. Sasson) / Poderes colectivos en la Siria del Bronce Final (Bárbara E. Solans) / Scripture and Other Artifacts (editado por Philip J. King et al.) / The Art Newspaper / Wikipedia

Libro recomendado

Historia Antigua del Próximo Oriente: Mesopotamia y Egipto (Joaquín Sanmartín y José Miguel Serrano).


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