En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial se instaló en la derrotada Alemania un régimen democrático al que se conoció como la República de Weimar.
En realidad este nombre se le puso a posteriori, debido a que la Asamblea Nacional Constituyente se celebró en la ciudad homónima, aunque la denominación oficial seguía siendo Imperio Alemán. Al igual que otros sistemas democráticos de la época, sufrió una grave inestabilidad política con continuos intentos de golpe de estado por parte de la derecha y de conatos revolucionarios por la izquierda que fueron en progresivo aumento, agravados con la Gran Depresión de 1929.
Como es sabido, el final de la guerra se puso en práctica con la firma del Tratado de Versalles, un documento que sellaron los más de medio centenar de países beligerantes el 28 de junio de 1919 después de seis meses de negociaciones (el armisticio tuvo lugar en noviembre de 1918) y por el cual Alemania debía asumir la responsabilidad del conflicto, pagar una exorbitante indemnización (algo que no terminó de hacer hasta 2010), entregar una considerable serie de compensaciones territoriales, adoptar un corpus de medidas democratizadoras en materia política pero también laboral y proceder al desarme nacional, reduciendo su ejército a cien mil hombres equipados precariamente (sin material pesado, flota ni fuerza aérea), prescindiendo de Estado Mayor y prohibiendo la industria armamentística.
Muchos de los excombatientes se encontraron entonces con la realidad de retornar a la vida normal, adaptación que buena parte de ellos encontró tremendamente difícil. La solución fue integrarse en unas organizaciones tradicionales, existentes desde el siglo XVIII y denominadas Freikorps.
Los Cuerpos Francos, que tal es su significado, eran unidades irregulares compuestas por voluntarios imbuidos de un fuerte espíritu nacionalista, antisemita y conservador, así como de la camaradería propia de su experiencia bélica, que centraron su atención en planear golpes y enfrentarse a los grupos comunistas.
En realidad no eran algo excepcional, ya que si hay algo que caracterizó a la República de Weimar fue la proliferación de grupos paramilitares, algunos concebidos como brazos armados de los partidos pero otros creados aparte.
La diferencia con los Freikorps era que éstos, en general y salvo excepciones, gozaban de protección oficial como una extensión del estado en las calles para frenar al marxismo, especialmente desde el levantamiento espartaquista de enero de 1919.
Porque los comunistas, viendo el panorama, también habían formado sus propias bandas, las Räterepubliken. Unos y otros solían intentar reventar sus respectivos actos y terminar chocando violentamente.
Esa situación continua de altercados callejeros molestaba profundamente a las fuerzas del orden normales, hasta el punto de que cuando a finales de 1919 el gobierno creó abiertamente una nueva unidad paramilitar llamada SIPO (Sicherheitspolizei), los policías germanos convocaron una manifestación en contra. Sin embargo, la SIPO perduró (y hoy es la base de la policía, de uniforme verde), al igual que siguieron proliferando los otros grupos.
El ejecutivo decidió disolverlos a partir de 1920, cuando hubo pasado la parte crítica de la posguerra y la economía empezó a funcionar incipientemente, pero algunos de los más radicales continuaron su actividad e incluso intentaron dar un golpe de estado, el Putsch de Múnich.
Varios de ellos, como los Stahlhelm (Cascos de Acero), los Kampfbund (Liga de Lucha) o las Sturmabteilung (Secciones de Asalto, más conocidas como SA) se vincularon a lo que luego sería el nazismo y constituyeron la base estructural de su organización, mientras que el Rotfrontkämpferbund (Frente Rojo de la Liga de Combatientes) o el Rote Ruhrarmee (Ejército Rojo del Ruhr) se situaban en el lado opuesto y tenían una evidente relación con el comunismo.
No obstante, incluso las tendencias centristas tuvieron sus brazos armados. El más importante quizá fuera Reichsbanner Schwarz-Rot-Gold (Bandera Imperial Negra-Roja-Dorada), próximo a los partidos SPD y DDO (socialdemócrata y liberal respectivamente).
Ahora bien, sin duda el más singular fue el Eiserne Front o Frente de Hierro porque no se alineaba con ninguna tendencia concreta y tenía una curiosa ideología anticomunista pero también antimonárquica y antinazi.
Nació a finales de 1931 de la mano del SPD en colaboración con el ADGB (Allgemeiner Deutscher Gewerkschaftsbund, una confederación sindical que se desintegraría con la crisis económica de 1929 y acabaría absorbida por los nazis), el Reichsbanner Schwarz-Rot-Gold (una milicia que aunaba a socialdemócratas, centristas y sindicalistas) y los clubes deportivos obreros, con el fin de contrarrestar el poder del Harzburger Front (Frente de Harzburg), una coalición derechista opositora al gobierno de la que formaban parte el citado Stahhelm, el DNVP (Partido Popular Nacional Alemán y el NSDAP (Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, el de Adolf Hitler).
La actividad del Reichsbanner fue notable, organizando masivas manifestaciones y enfrentándose en las calles a los grupos fascistas, pese a que el SPD no veía con buenos ojos ese radicalismo.
Pero el Frente de Hierro atraía al sector más extremo y combativo, la juventud, y fue imposible contrarrestar su cada vez más acusado tono revolucionario, expresado a menudo con la enarbolación de la palabra ataque y derivados. De hecho, el Reichsbanner, la citada milicia de los partidos socialdemócrata y liberal, rehusó la invitación de unirse.
Uno de los elementos más peculiares del Frente de Hierro fue su logotipo, concebido por Sergei Stepanovich Tschachotin, un biólogo y sociólogo ruso especializado en el estudio de la propaganda y la psicología de masas que había trabajado como ayudante del célebre conductólogo Ivan Pavlov.
Su diseño se bautizó con el significativo nombre de Círculo Antifascista porque consistía en una circunferencia negra con tres flechas blancas apuntando a la parte inferior izquierda.
El sentido del dibujo aludía al enfrentamiento con lo que se consideraba los tres grandes peligros para la socialdemocracia: primero los reaccionarios, encarnados en quienes deseaban restaurar la monarquía de la dinastía Hohenzollern; segundo los fascistas, que en Alemania se encuadraban en el partido nazi dirigido por aquel cabo austríaco que había participado en el citado Putsch de Múnich en 1923; y tercero los comunistas, que al igual que pasaba en otros países europeos, habían ido incrementando su número y hecho también alguna tentativa revolucionaria, como el mencionado levantamiento espartaquista de 1919 o el Putsch del Rühr del año siguiente, siempre salvajemente reprimidos.
No obstante, del Círculo Antifascista se han hecho otras interpretaciones. Así, hay quien opina que cada una de las tres flechas representaba a un miembro del Frente (o sea, SPD, sindicatos y Reichsbanner) o al trío de ámbitos a los que se dirigía la clase obrera (política, economía y sociedad); incluso se ha sugerido que tenía una función puramente práctica, ya que las tres flechas permiten sobreponerse sobre los brazos de la esvástica nazi.
En cualquier caso, durante la campaña electoral de 1932 el SPD editó un cartel que parecía refrendar la primera teoría de los tres enemigos clásicos asaeteados.
No estuvo mucho tiempo vigente en Alemania porque en enero de 1933 Hitler era nombrado canciller y, pese a estar en un gobierno de coalición en minoría, no tardó en adueñarse del poder; una de sus primeras decisiones fue prohibir todas las agrupaciones paramilitares a excepción de las afines.
Curiosamente, el logotipo fue rescatado del olvido en 1989 pero no en tierra teutona sino en EEUU, donde fue adoptado por la YPSL (Young People’s Socialist League, la Liga Socialista de los Jóvenes), aunque ésta se disolvería en 2010.
Fuentes
La República de Weimar. Génesis, desarrollo y fracaso de la primera experiencia democrática alemana (León E. Bieber)/De una guerra a otra, 1914-1945 (Jean-Paul Brunet y Michel Launay)/La primera guerra de Hitler (Thomas Weber)/Wikipedia.
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