Desde principios del siglo XVIII y hasta la década de 1960 tanto fabricantes de naipes como jugadores podían dar con sus huesos en la cárcel o algo peor por falsificar un As de Picas.
¿Por qué alguien querría falsificar un naipe? La relación de los naipes con el valor monetario se encuentra ya en sus orígenes en la China del siglo XII, donde se jugaba con cartas cuya tipología había evolucionado a partir del papel moneda. Y más recientemente tenemos un ejemplo de su uso como dinero en Alemania en 1922.
A Europa llegaron desde Oriente en el siglo XIV, bien introducidos por los árabes, bien por los cruzados a su regreso al continente. Lo que sí esta claro es que la baraja europea más antigua es la española, con sus palos (oros, copas, espadas y bastos) que se adaptaron de los musulmanes (monedas, copas, cimitarras y bastones). Desde la península se extendieron por el resto de países, primero a Francia e Italia, y después al resto, cruzando a las Islas Británicas probablemente a comienzos del siglo XV.
No obstante parece que la baraja alemana precedió a la francesa, siendo de esta última de la que derivará la inglesa, con el cambio de los nombres de las figuras e incluso la sustitución del número en el As por una A, dándole su nombre actual quizá derivado de las primitivas monedas romanas del mismo nombre.
Cuando el juego se popularizó en Inglaterra las autoridades fueron bastante más permisivas que en el resto del continente, donde las prohibiciones se habían sucedido desde la primera, documentada en Barcelona en 1310.
En su lugar vieron en los naipes una oportunidad para recaudar fondos adicionales para costear guerras y aventuras militares, y así el rey Jacobo I estableció que los fabricantes debían pagar un impuesto por cada baraja producida.
Según la documentación la primera imposición de esta tasa data de 1588, con sucesivos incrementos de valor en 1628 y 1711. En un principio serían solo los fabricantes quienes debían abonarla, pero luego se estableció una doble imposición, que obligaba también al comprador a pagar un valor añadido.
Para controlar que una baraja había pagado el impuesto se ponía un sello especial en uno de los naipes. Hasta 1718 se colocaba indiferentemente en cualquiera de los que formaban el mazo. Pero a partir de ese año se estableció que debía sellarse la primera carta de la baraja, el As de Picas.
En 1765 las autoridades endurecieron aun más esta política, creando un diseño especial para el As de Picas que incluía la validación de pago de tasa. El diseño fue creado por la propia casa de la moneda británica, y era obligatorio en todas las barajas, de modo que ningún fabricante podía modificarlo, ni siquiera crear su propio diseño.
Pero llegó un momento en que la tasa del impuesto, que al principio era de seis peniques, multiplicaba por doce el valor de fabricación de las barajas más baratas. Para evitar pagar esa desorbitada cantidad, tanto fabricantes como jugadores empezaron a falsificar ases de picas. Algo a lo que el gobierno respondió tipificando la falsificación como delito capital.
Según una nota de la revista Sporting Magazine en 1805, cuando el gobierno inglés descubrió que los ases estaban siendo falsificados llevó a cabo una investigación, descubriendo con horror que los ases falsos se vendían en paquetes de a docena en las calles, e incluso un individuo fue detenido con cien docenas preparadas para la venta. La misma nota menciona que las redadas llevaron a la cárcel a numerosos camellos de naipes.
Ese año, cuando el impuesto alcanzaba ya los dos chelines y seis peniques, y con el objetivo de combatir el fraude, se redujo a tan solo un chelín (equivalente a 12 peniques), complicando al mismo tiempo el diseño del as. Para evitar engaños se estableció que todos los ases de picas así como los envoltorios de las barajas serían estampados por un único fabricante, Perkins Bacon, en nombre del gobierno.
De modo que los fabricantes de barajas debían enviar a la oficina gubernamental de Timbre las cartas de los ases en blanco, donde se imprimían usando planchas metálicas. Luego el fabricante debía comprar en dicha oficina los ases de picas para incluirlos en las barajas que comercializaba.
Solo se sabe de un único falsificador que fue condenado a morir en la horca. El fabricante de naipes Richard Harding producía sus propios ases falsos, vendiendo después las barajas al mismo precio que si hubiera pagado la tasa, con lo que sus beneficios aumentaban considerablemente. El problema era que para la impresión utilizaba planchas de madera, incapaces de conseguir el mismo nivel de detalle que las metálicas. De hecho si se comparaban los ases auténticos con los suyos parece que la diferencia era más que evidente.
Las sospechas surgieron al ver que su negocio florecia, pero apenas compraba ases oficiales. El jefe impresor de la Oficina de Timbre se personó en una de sus dos tiendas y compró varias barajas, descubriendo así que los ases eran falsos. Un registro posterior en su casa y propiedades encontró más de 2.000 ases, fabricados por familiares y cómplices. Las evidencias le llevaron al cadalso y fue ahorcado el 13 de noviembre de 1805, a pesar de las peticiones de la prensa de la época para que se le conmutase la sentencia.
En 1862 la tarifa se redujo a tres peniques y los fabricantes pudieron ya producir sus propios diseños para el as, pero habría que esperar otros cien años hasta 1960 para que la tasa fuera finalmente abolida. De ahí la costumbre actual de decorar profusamente el as de picas, tanto en la baraja inglesa como en la norteamericana.
En cuanto a la pena capital para los falsificadores, se abolió 27 años después de la muerte de Harding, en 1832. Hoy en día se conservan numerosos ases de picas falsificados en museos y colecciones privadas.
En Francia también existió una tasa similar, quizá más abusiva porque se gravaba por cada carta de la baraja. Las penas para los falsificadores eran, dentro de lo que cabe, menos severas, ya que consistían en ser enviados a galeras durante un máximo de cinco años y después debían cumplir un período de destierro no menor a un año.
Según cuenta Gurney Benham en su libro sobre la historia de la baraja, en 1746 un hombre llamado Lacour y su esposa fueron encontrados culpables en París de falsificar barajas. Lacour fue enviado a galeras durante tres años y tuvo que pagar una multa de 10 libras. Pero quien se llevó lo peor fue su esposa, a quien se azotó desnuda como castigo en los más concurridos lugares y plazas de la ciudad y luego fue desterrada durante tres años.
Fuentes
Card Design (Paul Bostock) / IPCS: The Ace of Spades / Sporting Magazine vol.25 / Playing Cards – History of the Pack and Explanations of Its Many Secrets (W. Gurney Benham) / Wikipedia / Los naipes: historia general desde su creación a la época actual (Félix Alfaro Fournier).
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