El lugar donde más llueve de España no está en el norte sino en la provincia de Cádiz, y esa lluvia da sus frutos.
Quienes vivimos en el norte solemos quejarnos día si, día no, de que siempre llueve, aunque cuando el agua se hace de rogar notamos sus consecuencias. En Grazalema, un pueblo situado a 900 metros de altitud en la sierra del mismo nombre al este de Cádiz, llevan siglos sacándole partido.
Se trata del lugar donde más llueve de España, seguido de Vigo, Santiago de Compostela, San Sebastián y Bilbao. Caen de media unos 2.200 mm/año, frente a los 1.791 de Vigo. La razón es su orientación favorable a la lluvia, que encauza el viento húmedo de Poniente, dándose las condiciones perfectas para la precipitación.
Esa abundancia de lluvias impulsó desde el siglo XV una floreciente industria manufacturera de lana en la localidad, que llegó a tener en su momento álgido más de 9.000 habitantes. Porque aparte de extender los pastos que sirven de alimento al ganado ovino durante la época estival, el agua venía de perlas para lavar las lanas.
La gran calidad de los productos resultantes pronto hicieron famosas las mantas de Grazalema, surgieron fábricas e industrias auxiliares de lavado, tinte y abatanado de lana, comenzó la exportación a países como Inglaterra, Holanda e incluso Australia.
Tal fue la prosperidad e importancia de las manufacturas que el rey Felipe V otorgó por Real Decreto privilegios a aquellos que fabricaban textiles y productos de lana.
Pero llegó la Revolución Industrial y con ella el declive. Las fábricas comenzaron a cerrar. Para principios del siglo XX el esplendor manufacturero era un recuerdo, del que se pueden hallar referencias en escritos de Blasco Ibáñez, Pérez Clotet y Romero de Torres, entre otros.
No obstante no todo estaba perdido. Una de las fábricas, construida en 1908, subsistió y continuó la tradición y la producción de las célebres mantas. La Fábrica de Hilados y Tejidos de Lana Nuestra Señora del Carmen es la única que hoy produce, utilizando ya telares mecánicos pero manteniendo las técnicas tradicionales y la calidad que hicieron famosa a Grazalema en toda Europa.
Los nuevos tiempos trajeron también nuevos diseños y materiales, la colaboración con los artesanos de la piel e incluso la posibilidad de encargar mantas personalizas por internet. No unas mantas cualquiera claro, las auténticas grazalemeñas, fabricadas como se hacía hace 500 años, con lana lavada siguiendo el método ancestral:
Se introduce la lana en un recipiente lleno de agua a más de 60ºC para así separar las grasas. A continuación la lana se enjuaga en agua fría, y al día siguiente se tiende al sol sobre una plataforma de secado construida delante de la fábrica para tal fin. Una vez seca la lana, se inicia el proceso de hilado. La lana se coloca sobre una máquina conocida como “El Diablo” que consta de un cilindro central cubierto de dientes con cera. Esta máquina empieza a separar las fibras de la lana que se compactaron durante el lavado y prepara la lana para el proceso de cardado. La carda mecánica produce una fibra bruta que la máquina de hilar retuerce para producir el hilo
Precisamente en una de las antiguas naves del siglo XIX está instalado hoy un museo que se puede visitar de manera gratuita. En él se puede ver la maquinaria que se empleaba hace casi 200 años, algunas incluso utilizadas hoy en día y, si tenemos suerte, podremos ver como algún operario utiliza el viejo batán en el momento de la visita.
Lluvia y mantas de lana no es algo que habitualmente se suele asociar con Cádiz y Andalucía, sino sol, calor y buen tiempo. Grazalema y su sierra demuestran que nunca hay que fiarse de los estereotipos.
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