Existe cierta tendencia, lógica por otra parte, a contemplar la figura de Adolf Hitler bajo un prisma monolítico: el de dictador y genocida incapaz de tener un sentimiento humano.

Es una visión habitual que suele darse también en los asesinos en serie, por ejemplo, debido a que sus acciones criminales dominan indefectiblemente sobre cualquier relato.

Sólo desde hace relativamente poco tiempo ha empezado a darse una visión más amplia y complementaria de este tipo de personajes, como han hecho algunos cineastas mostrando la cara oculta del monstruo, a veces familiar, a veces divertida, a veces casi entrañable, en la figura del gánster.

Gable y Lombard en su luna de miel/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Es algo que, asimismo, se hace ya con el líder nazi gracias a la información facilitada por antiguos colaboradores, reseñando así detalles como que solía levantarse a media noche para comer dulces en ataques de glotonería que no cuadraban mucho con su vegetarianismo, su amor por los animales en general y los perros en particular o, lo que aquí nos ocupa, su gusto por el cine.

Como todo aficionado, tenía sus estrellas favoritas en el séptimo arte y entre ellas estaban las que ocupaban la cúspide en aquellos años treinta: Greta Garbo, que le había fascinado en La dama de las camelias, y Clark Gable, al que se conocía como el Rey desde que en 1938 Spencer Tracy le proclamara así, con sardónicos gritos, cuando una multitud de fans le impedía acceder a los estudios de la Metro porque rodeaba el coche de delante, ocupado por el protagonista de Lo que el viento se llevó.

Después, el crítico de cine Ed Sullivan colaboró en la difusión del mote en la misma medida en que los compañeros de estudio le montaron una jocosa ceremonia de coronación. En suma, el Führer adoraba al Rey y ninguno de los dos imaginó que, en breve, sus vidas quedarían relacionadas para la posteridad en una curiosa anécdota.

La Segunda Guerra Mundial no recibió ese nombre porque sí. Fue un conflicto a escala global que implicó a países de todo el mundo, unos como beligerantes y otros como mero escenario, pero también a gentes de lo más variopinto.

En ese sentido, es posible que el lector se asombre de saber que la mayoría de los actores más rutilantes de Hollywood tomaron parte también y de forma voluntaria, algunos en la retaguardia usados como propaganda, caso de Glenn Ford, y otros en destinos más o menos a salvo, como Rock Hudson, que era mecánico de aviación. Pero los hubo en primera línea: Charlton Heston era operador de radio en un B-25, Charles Bronson artillero en un B-29 (y recibió el Corazón Púrpura, al igual que Lee Marvin, marine en Saipán), Jack Palance pilotaba un B-24 (que además resultó derribado y las cicatrices moldearon su rostro desde entonces), Alec Guinness se alistó en la Royal Navy y participó en la invasión de Sicilia, Mel Brooks era desactivador de minas…

La lista es larga y varios de ellos alcanzaron alta graduación al llegar la paz, caso de James Stewart (que fue jefe de escuadrón, tuvo a sus órdenes al sargento Walter Matthau, le concedieron unas cuantas medallas y terminó nombrado teniente general en 1956) o David Niven (teniente coronel de fusileros, condecorado por Eisenhower en persona), entre otros.

Clark Gable también fue de los que dejaron la comodidad de su privilegiada vida hollywoodiense para marchar al frente. En 1939 se había casado con otra de las actrices más famosas del momento, Carole Lombard. Era ya su tercera esposa pero la consideraba el amor de su vida (aunque posteriormente se volvería a casar otras dos veces) y sus propios amigos lo atestiguaron así.

La tragedia rompió aquel matrimonio en 1942, cuando ella falleció en un accidente de aviación mientras volaba a Indiana a bordo de un DC-3 para apoyar con su presencia la venta de bonos de guerra, tal cual hacían otras celebrities. Irónicamente, en su última película, Ser o no ser (cuya trama se desarrollaba en la Polonia invadida por Alemania), tenía un diálogo en el que decía «¿Qué te puede pasar en un avión?» que fue eliminado del montaje final.

Clark Gable y su B-17/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Aquella muerte golpeó con fuerza a Hollywood y el presidente Roosevelt declaró a Carole Lombard la primera dama estadounidense caída en la guerra, concediéndole la Medalla de la Libertad.

Gable quedó sumido en una fuerte depresión que le incitó a beber demasiado y finalmente decidió homenajear a su mujer aceptando la sugerencia que ésta le había hecho en una ocasión, colaborar en la propaganda, aunque no había podido por la negativa de la MGM. Ante la nueva situación los ejecutivos tuvieron que ceder y él abandonó temporalmente la actuación para ingresar en las fuerzas armadas y aportar su granito de arena contra los nazis.

Como ya tenía cuarenta y un años, edad que rebasaba el límite autorizado, tuvo que tirar de amistades para conseguir su objetivo, llegando incluso a escribir un telegrama a Roosevelt en ese sentido. Fue su amigo Paul Mantz quien le facilitó una entrevista con el coronel Luke Smith en Phoenix, gracias a la que el general Henry H. Arnold le ofreció un puesto de artillero, y pudo alistarse en la USAAF (United States Army Air Force). Lo hizo acompañado del director de fotografía Andrew McIntire, a quien la Metro encargó cuidarle las espaldas en todo momento.

Ambos recibieron el correspondiente entrenamiento en Florida durante trece meses; Gable fue el número setecientos de una promoción de dos mil seiscientos cadetes y se graduó como segundo teniente. Sus primeras misiones, junto a McIntire, consistieron en rodar películas incitando al alistamiento para la fuerza aérea, ascendiendo entretanto a capitán.

Pero en 1943 fue destinado a Inglaterra y, cansado de aquel trabajo, se empeñó en que le asignaran un puesto de artillero a bordo de un B-17. Lo logró y realizó un total de veinticuatro misiones; en cinco de ellas entró en combate, gracias a lo que ganó la Air Medal y la Distinguished Flying Cross.

Póster de la película Combat America/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Su presencia en Europa no pasó desapercibida para los alemanes. La popularidad del Rey de Hollywood no se limitaba a EEUU sino que había llegado a todo el mundo y tenía en Adolf Hitler a uno de sus grandes admiradores. Tanto que pronto se empezó a correr la voz de que los alemanes no tardarían en tener la ocasión de ver a Clark Gable en persona, confiando en que podrían apresarle.

Eso fue redimensionándose hasta convertirlo en algo mayor y más sorprendente: el propio Führer habría tenido la idea de que se capturase vivo al actor, lo que supondría un golpe de efecto propagandístico y, de paso, colmaría su afición por él. En consecuencia, se habló de un plan para secuestrarle y llevarle a Berlín que al final no se materializó porque el Estado Mayor germano lo vio imposible de realizar. Entonces, Hitler habría ofrecido una sustanciosa recompensa para aquel que pudiera atraparlo ileso.

Realmente, no parece que haya ningún documento oficial al respecto, por lo que se ignora si esto ocurrió o no y, de hacerlo, hasta qué punto se tomó en serio. En cualquier caso, el bombardero en que servía Gable resultó alcanzado en dos de esos raids -uno de ellos en misión sobre Alemania además- y él se libró de la muerte por muy poco, al atravesar los proyectiles antiaéreos el fuselaje, matar a dos miembros de la tripulación y rozarle la cabeza.

Esto alarmó a los ejecutivos de la Metro, que empezaron a gestionar su traslado a retaguardia. Efectivamente, en octubre se le hizo ver que si caía en manos enemigas le convertirían en un mono de feria, exhibido por todas partes, y terminó aceptando su relevo en octubre de 1943. Su avanzada edad para la media de los combatientes facilitó las cosas.

Así, al mes siguiente regresó a EEUU con más condecoraciones. Llevaba consigo todo el material rodado para la citadad película propagandística pero ésta ya no era necesaria porque ahora, ante la evolución positiva de la guerra, había artilleros de sobra, aún así, se editó y se estrenó con el título Combat America.

En mayo de 1944 ascendió a mayor y en junio fue definitivamente relevado del servicio activo; curiosamente, los documentos fueron firmados por un capitán que también era actor llamado Ronald Reagan.


Fuentes

Clark Gable. Tormented Star (David Bret) / Hollywood Goes to War. Patriotism, Movies and the Second World War from «Ninotchka» to «Mrs. Miniver» (Clayton R. Koppe y Gregory D. Black) / When de stars went to war. Hollywood and World War II (Roy Hoopes) / Clark Gable. Biography, Filmography, Bibliography (Chrystopher J. Spicer) / Wikipedia.


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