Si un cementerio es un sitio especial por la extraña combinación que forman las tumbas, los muertos, el paisaje y el silencio que suele envolver el ambiente, más impresionante aún es cuando se trata de uno bajo el mar.

Uno de los pasajes más llamativos de la novela de Julio Verne 20.000 leguas de viaje submarino es aquel en el que el Nautilus navega por el Atlántico frente a la costa española y sus ocupantes contemplan, a través de las cristaleras del submarino, los galeones hispanos y franceses hundidos en la ría de Vigo por el enemigo anglo-holandés durante la batalla de Rande. Treinta y tres navíos descansando sobre el arenoso fondo, constituyendo un enorme pecio conjunto. Algo parecido, más moderno y mucho menos trágico pero igual de espectacular, hay en un rincón de EEUU llamado Mallows Bay.

Como indica su nombre, se trata de una pequeña bahía situada en la parte del estado de Maryland que baña el río Potomac a su paso por el condado de Charles. Allí, en un área de treinta y seis kilómetros cuadrados y a una profundidad tan escasa que permite verlos desde la superficie -sobre la que además afloran numerosos restos-, descansan más de dos centenares de barcos, herrumbrosos y medio desguazados, que constituyen el mayor pecio del hemisferio occidental.

Uno de los viejos barcos abandonados/Imagen: Amazur en Wikimedia Commons

Muchos de ellos pertenecieron a la United States Shipping Board Merchant Fleet Corporation, una compañía creada para organizar y gestionar la formación de una flota mercante auxiliar (de hecho su primer nombre fue Emergency Fleet Corporation) destinada a realizar travesías atlánticas durante la Primera Guerra Mundial a partir de 1917, desafiando la amenaza de los submarinos alemanes.

Ninguno llegó a cruzar el océano por la rendición de Alemania y, siendo ya tan innecesarios como obsoletos -muchos aún llevaban madera en su estructura-, fueron adquiridos por la empresa Western Marine and Salvage Company. Su objetivo era desguazarlos y venderlos como chatarra junto con el material de otras naves compradas para ello, pero un incendio fortuito en uno de ellos se propagó a los otros y buena parte acabaron hundiéndose.

Finalmente, se logró reunir ciento sesenta y nueve unidades que se trasladaron remolcadas hasta Mallows Bay. Lamentablemente, todo ese episodio se prolongó años y años y cuando llegaron a su destino se produjo el Crack del 29; la compañía quebró y los cascos vacíos de las embarcaciones quedaron anclados en la bahía, languideciendo y cubriéndose de óxido.

Fotografía aérea de Mallows Bay hecha en 1936/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial otra empresa llamada Bethlem Steel llevó a cabo una operación para recuperar el metal de aquellos barcos.

Sin embargo, ello no cambió el aspecto que todavía hoy presenta el lugar, una especie de poético cementerio naval que se puede visitar gracias a que la pasarela construida para transportar ese material se ha conservado, reconvirtiendo su uso en 2010 con fines turísticos: más de kilómetro y cuarto de fascinante paseo que se puede completar o redondear remando en canoa por entre los cascos sumergidos (y sobre todo pasando junto al del S.S. Accomac, un ferry que se mantiene al aire libre), ya que también se hizo un pequeño muelle.

Mallows Bay, el entorno que forman el Potomac en ese punto junto con el medio ambiente y la Flota Fantasma, como se la conoce popularmente, están incluidos en el National Register of Historic Places (Registro Nacional de Lugares Históricos) desde 2015.

El objetivo es que pase a tener consideración de Santuario Marino Nacional, ya que los barcos han dejado de ser meros restos inanimados para pasar a transformarse en auténticos ecosistemas en miniatura. Así, multitud de especies fluviales animales y vegetales, además de aves, han colonizado el pecio impulsando una curiosa simbiosis que les permite sobrevivir a pesar de la contaminación que sufre el río. Doble interés, por tanto.


Fuentes

The Archaeology of Watercraft Abandonment (Nathan Richard y Sami Kay Seeb) / It Happened in Maryland (Judy Colbert) / Paddling Maryland and Washington, D.C.: A Guide to the Area’s Greatest Paddling Adventures (Jeff Lowman) / Wikipedia.


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