Después de haberla visto en unas cuantas películas y novelas sobre la II Guerra Mundial, casi todo el mundo sabe que Enigma era el nombre de una máquina alemana que se usaba para cifrar y descifrar códigos de transmisión mediante un sistema electromecánico.

También es conocido que el funcionamiento de este aparato, que tenía sus equivalentes en Reino Unido y EEUU (la Typex y la SIGABA respectivamente), fue descubierto por los técnicos aliados.

Lo que ya no sabrán tantos es que un organismo polaco dedicado precisamente al criptoanálisis fue el que sentó las bases genéricas de la decodificación mucho antes de que estallara la guerra; hablamos del Biuro Szyfrów.

En realidad, sí hubo un guerra que motivara su actividad: la que enfrentó a Polonia con lo que en breve se llamaría URSS entre 1919 y 1921.

Los polacos del mariscal Józef Piłsudski, estaban lanzados en una expansión que pretendía recuperar los territorios tradicionales que poseía en el siglo XVIII mientras que los soviéticos trataban de recobrar los perdidos a causa del abandono del frente durante la I Guerra Mundial, cuando estalló la Revolución. Dado que el Tratado de Versalles había pasado de puntillas por esa cuestión. El conflicto se soluciónó tras la victoria de los primeros en la batalla de Varsovia, repartiéndose los susodichos territorios mediante el Tratado de Riga.

Soldados polacos en 1920/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

En el desarrollo de los acontecimientos jugó un papel importante la Sekcja Szyfrów, una agencia predecesora del Biuro Szyfrów creada por el teniente Józef Serafín Stanslicki en la primavera de 1919. Ayudado por un trío de prestigiosos matemáticos (Stefan Mazurkiewicz, Wacław Sierpiński y Stanisław Leśniewski), fue capaz de descifrar los códigos criptográficos empleados por el Ejército Rojo, que estaban algo anticuados porque el continuo estado bélico del país había impedido modernizar los de la época zarista. Por ello, las fuerzas armadas polacas estuvieron siempre informadas de los movimientos que planeaba el enemigo, pudiendo hacerle frente con ventaja.

Sorprende saber que los criptógrafos polacos descifraban, a veces en veinticuatro horas pero otras en el mismo día, no sólo los mensajes de mandos importantes como los generales Tukhachevsky, Sergieyev, Budionny o Gaya, sino incluso los del mismísimo Trotsky, permitiendo movilizar tropas con inusitada rapidez allá donde se necesitaran.

Al parecer, hasta se enteraron de una célebre discusión que mantuvieron radiotelegráficamente Tukhachevsky y Budionny. Lo cierto es que los técnicos especialistas iban por delante de sus adversarios en ambos bandos, ya que también los soviéticos interceptaron transmisiones enemigas, sólo que en mucha menor cantidad por la escasez de estaciones de radio que tenía Polonia y unos sistemas de seguridad más modernos.

En cualquier caso, el excelente trabajo de la Sekcja Szyfrów ayudó a que el ejército polaco abriera una brecha en el flanco izquierdo de las líneas soviéticas, permitiendo una entrada en cuña que les dio la victoria en Varsovia y, a la postre, obligó a la Unión Soviética a pactar un alto el fuego; así lo afirmaría años después el propio Piłsudski.

Fue un primer y glorioso paso antes de que en 1931 la agencia pasara a rebautizarse Biuro Szyfrów tras fusionarse la Referat Radiowywiadu (Oficina de Radio-Inteligencia) y la Referat Szyfrów Własnych (Oficina de Criptografía Polaca), dedicándose a elaborar códigos para su país y, sobre todo, descifrar los de otros, en una labor que incluía el rastreo y localización de estaciones móviles de radio de posibles agentes enemigos infiltrados en Polonia.

Palacio Saxon, primera sede del Biuro Szyfrów/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

A caballo entre 1927 y 1928 Polonia se había hecho con una máquina de cifrado de códigos alemana al interceptar un envío de correos que oficialmente contenía equipos de radio sin mayor trascendencia; pero las quejas de la embajada alemana exigiendo su devolución levantaron la liebre y los polacos abrieron el paquete, analizaron cuidadosamente el artefacto y luego lo volvieron a envolver con sumo cuidado entregándoselo a los germanos como si nunca se hubiera abierto.

Dado que la Enigma aún no se había fabricado probablemente era una precursora, pero permitió a los polacos familiarizarse con los códigos teutones y sus sistemas de cifrado. Cuando la máquina empezó a emitir los primeros mensajes por radio, los técnicos fueron capaces de descifrarlos. La guerra todavía estaba lejos así que la cosa no tuvo mayor trascendencia.

En 1930 Alemania ya disponía de un primer tipo de Enigma y los polacos, enterados por supuesto, empezaron a trabajar en una réplica. No fue fácil porque los alemanes fueron complicando progresivamente los mecanismos pero en Polonia empezaban a recelar de la agresividad del gobierno nazi que se había aúpado al poder en 1933 y redoblaron sus esfuerzos.

Para enero de 1938 el porcentaje de decodificaciones realizadas con éxito estaba en torno al 75%, que el propio Marian Rejewski, uno de los brillantes jóvenes matemáticos contratados para ello junto a Jerzy Różycki y Henryk Zygalski, consideraba que podían mejorar si contaran con más personal, aunque siempre quedaría un resto irresoluble a causa de la mala calidad de las transmisiones.

En 1937 la sede de la agencia se trasladó del cuartel del Estado Mayor -el palacio dieciochesco de Saxon- al bosque de Kabaty, donde se habían construido unas instalaciones ex profeso, en parte para mejorar las condiciones de trabajo del personal y en parte para dificultar el acceso de espías de la Abwehr alemana.

El 1 de septiembre de 1939 estalló la II Guerra Mundial. El ataque de la Wehrmacht a Polonia no fue ninguna sorpresa para el Estado Mayor de ésta, adecuadamente advertido por el Biuro Szyfrów, aunque ello no bastó para detener la potente maquinaria bélica germana.

Por eso a finales de julio de ese año los polacos habían informado a los criptólogos de Francia y Reino Unido de sus avances, ofreciéndoles todo el material de que disponían e incluso una réplica de Enigma que habían fabricado. Muchos analistas consideran hoy que si los submarinos alemanes no lograron estrangular el tráfico marítimo británico fue gracias a los datos proporcionados por los polacos, que permitieron descifrar tempranamente las señales que los capitanes germanos enviaban desde el océano.

Cuando Polonia cayó, el Biuro Szyfrów destruyó sus archivos para evitar que cayeran en poder del enemigo; parte del personal fue evacuado a la zona sudeste del país, pero la invasión soviética el día 17 de septiembre obligó a trasladarlos a Rumanía para finalmente, en un rocambolesco periplo, llegar a Francia. Sin embargo, otros se quedaron y pese a ser detenidos por la Gestapo, ninguno reveló que sabían descifrar sus mensajes.

El famoso Alan Turing tuvo la oportunidad de intercambiar conocimientos con los criptólogos polacos en 1940; una colaboración que permitió a los aliados decodificar definitivamente todos los mensajes alemanes -que cambiaban los códigos cada poco intentando evitarlo- y, si bien Turing fue quien realizó el trabajo decisivo, un importante porcentaje se lo debió a sus colegas de Polonia. Así lo explicó luego Rejewski, recordando que los británicos tenían a diez mil personas trabajando en el asunto mientras que ellos sólo eran tres. El principal beneficio fue evitar la duplicación de esfuerzos y acelerar el proceso.

Al ser tomada Francia, los polacos tuvieron que refugiarse en Argelia, de donde pasaron a Vichy. Desde allí facilitaron información de multitud de movimientos de las SS y la Gestapo; curiosamente, también analizaron los códigos soviéticos y los descifraron.

Más tarde, se vieron obligados a dejar suelo francés e intentaron llegar a España pero varios de ellos -incluido Różycki- murieron en 1942 en el naugragio del barco Lamoricière. Jerzy Rekewski y Henryk Zygalski atravesaron a pie los Pirineos, fueron atracados por su guía y dieron con los huesos en una prisión española antes de que la Cruz Roja los liberase al año siguiente. Al final pudieron alcanzar Gran Bretaña, donde se unieron al ejército polaco en el exilio.

Con el final de la guerra el Biuro Szyfrów se cerró, pues ya era innecesario. Rekewski regresó a Polonia donde vivió tres décadas más dedicado a otras cosas falleciendo en 1980, mientras Zygalski prefirió quedarse en Inglaterra hasta su muerte en 1978.

Varios de sus compañeros y sus jefes cayeron en manos de la Gestapo cuando intentaban huir a España, pero, al igual que los que habían permanecido en Polonia, ninguno confesó, por lo que los alemanes nunca supieron que su máquina Enigma era una valiosa fuente de información para los Aliados.


Fuentes

Enigma. How the poles broke the nazi code (Władysław Kozaczuk y Jerzy Straszak) / Alan Turing, Enigma and the breaking of german machine ciphers in World War II (Lee A. Gladwin) / Enigma. The battle for the code (Hugh Sebag-Montefiore) / Mathematics and War (Bernhelm Booß-Bavnbek y Jens Høyrup) / Wikipedia.

Libro recomendado

Enigma: How the German Machine Cipher Was Broken, and How It Was Read by the Allies in World War Two (Christopher Kasparek y Thomas Troy)


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