El Oera Linda es un texto escrito en frisón, una lengua germánica hablada en el norte de los Países Bajos y en una pequeña región del sur de Dinamarca, cuyo origen se remontaría supuestamente al siglo VI a.C.

Ya le dedicamos aquí tres o cuatro artículos al Códice Voynich, un extraño manuscrito del siglo XV que no ha sido traducido porque la lengua que utiliza no existe y no se sabe si se trataba de un método de escritura criptológica o simplemente una invención fraudulenta.

Un caso parecido, no igual, es el de otro libro escrito a mano pero cuya antigüedad se remontaría mucho más atrás, a varios milenios antes de nuestra era, aunque la opinión mayoritaria es que se trata de una falsificación: el Oera Linda.

Hermann Wirth en 1920/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El Oera Linda fue descubierto en 1867, cuando un tal Cornelis Over de Linden, que dijo haberlo heredado de sus antepasados, se lo entregó al bibliotecario provincial de Frisia, Eelco Verwijs, que era miembro de la Sociedad Frisona de Historia y Cultura, para que lo tradujera y publicara ya que estaba escrito en la vieja lengua frisona.

Verwijis, al que la obra le pareció sospechosa, rechazó el trabajo pero en 1872 fue finalmente traducido por otro integrante de esa sociedad, Gerhardus Ottema, que lo pasó al holandés; cuatro años más tarde, William Sandbach lo hizo al inglés (la traducción se puede consultar online). Ya entonces, a raíz de su publicación en esos países, surgió la polémica sobre su autenticidad; Ottema estaba convencido de ella pero en general, el mundo científico se manifestó más que escéptico.

El texto queda inconcluso pero lo verdaderamente sorprendente era que usaba el frisón como idioma, constituyéndose éste como un precedente de los alfabetos fenicio y griego. Esto bastó para que todos los filólogos decimonónicos de prestigio calificaran el Oera Linda de fraude.

¿Por qué? En primer lugar porque su temática y su presunta cronología son un disparate, ya que trata de historia, mitología y religión abarcando un espectro muy amplio, remontando la fecha más antigua al año 2194 a.C. y extendiéndose a lo largo de casi tres milenios hasta el 803 d.C. Un larguísimo período con textos añadidos sucesivamente compilados en el siglo VI y en los que se cuenta toda una cosmogonía europea, un totum revolutum en el que la diosa madre de la raza aria, Frya, entrega a sus hijas (que formarían una casta sacerdotal vigilante a lo largo de los tiempos) un código moral que serviría de base espiritual para construir una gran civilización, la mayor de la Era de Aries, que identifica con la Atlántida, y cómo ésta se hunde durante el Diluvio Universal pero pervive en Egipto y Creta primero, y en Atenas después.

Consecuentemente, el libro quedó olvidado hasta que en 1922 el filólogo Hermann Wirth volvió a ponerlo en el candelero al publicar una nueva traducción al alemán y darle la consideración de ser una especie de Biblia nórdica. Llegó en un momento perfecto porque poco después el nazismo subía al poder en Alemania y ya sabemos de su búsqueda de una mitología propia que diera lustre a su ideología.

El 4 de mayo de 1934 la Universidad de Berlín organizó una conferencia sobre el Oera Linda y llamó la atención de algunos eruditos que luego, al año siguiente, serían la base de la famosa Ahnenerbe, la Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana, una entidad de estudios pseudocientíficos y ocultistas que tenía esa misión de sustentar las ideas raciales nazis con hallazgos arqueológicos y antropológicos a lo largo y ancho del mundo, obtenidos merced al patrocinio de expediciones ad hoc. De hecho, el mismo Hermann Wirth fue uno de sus fundadores.

Retrato litográfico de François Haverschmidt con su pseudónimo, Piet Paaltjens/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Sin embargo, el Oera Linda no convenció a todos los nazis; Himmler sí se mostró entusiasmado, al igual que Walter Wüst (rector de la Universidad de Munich) y Otto Huth (etnólogo y arqueólogo), pero Alfred Rosenberg (filósofo que estableció las bases ideológicas del pensamiento nazi), Karl Hermann Jacob-Friesen (prehistoriador y arqueólogo) y Gustav Neckel (medievalista germanista) se negaron a reconocerlo. La opinión decisiva fue la del ilustre filólogo (especializado en literatura medieval alemana) Arthur Hübner, quien concluyó que aquello era una tomadura de pelo.

La actividad de la Ahnenerbe diversificando su interés en múltiples direcciones relegó al libro al ostracismo y ya no volvió a hablarse de él hasta aquella moda por el esoterismo que caracterizó los años setenta, con ovnis, extraterrestres, criptología, civilizaciones perdidas y demás temas omnipresentes. El caso del Oera Linda despertó curiosidad especialmente en el mundo editorial anglosajón, donde se publicaron varios estudios al respecto, alguno relacionándolo con la cultura megalítica.

La Atlántida cabalgaba de nuevo. Pero para entonces las ciencias habían avanzado una barbaridad y por más que se empeñasen los ocultistas y pseudohistoriadores, el análisis del papel revelaba no sólo que era reciente, de una fecha en torno a 1850, sino incluso su procedencia, una papelería de Maastricht.

Asimismo, los especialistas identificaban varios anacronismos en el texto. Sin embargo, el hecho de contar un origen nordeuropeo para numerosas civilizaciones era un pastel demasiado tentador como para dejarlo escapar y varios grupos neonazis siguieron defendiendo la autenticidad del libro.

Así, aunque no se sabe quién fue el autor del Oera Linda, hoy se apunta a varios candidatos. Uno de ellos fue el teólogo y poeta holandés François Haverschmidt, que habría contado con la colaboración del presunto descubridor, Cornelis Over de Linden, y del bibliotecario que lo dio a conocer, Eelco Verwijs. Este último, al parecer, era amigo de Haverschmidt y todos vivían en Frisia.

Y si no está clara la autoría, menos aún la razón, apuntándose tanto a un engaño deliberado con fines lucrativos como a una simple broma destinada a parodiar al exacerbado cristianismo nacionalista típico de la región. Lo paradójico de este segundo supuesto es que la cosa se les habría ido de las manos a sus autores y un libro fraudulento destinado a poner en tela de juicio la interpretación dogmática de la Biblia acabaría convertido él mismo en un libro sagrado aceptado por muchos.


Fuentes

Oera Linda (traducción de William Sandbach al inglés) / Lost Cities of Atlantis, Ancient Europe & the Mediterranean (David Hatcher Childress) / The Science of the Swastika (Bernard Thomas Mees) / Wikipedia.


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