Las cuentas bancarias que escondían el dinero expoliado por los nazis estaban a nombre de un curioso personaje llamado Max Heiliger.

Entre todas las tropelías cometidas por el régimen nazi en los campos de concentración y campos de exterminio, la apropiación de los bienes materiales de aquellos que eran asesinados era una de las prácticas más comunes.

Joyas, piezas dentales de oro, relojes, diamantes, monedas y billetes de curso legal, e incluso objetos tan comunes como gafas (que contenían algunas partes de metales preciosos), pasaban a engrosar el botín principalmente de la Schutzstaffel (más conocida como SS).

En un primer momento todo el oro (incluyendo los dientes) se enviaba a la casa de la moneda de Prusia, donde se fundía en lingotes. Las joyas y otros objetos eran vendidos en el mercado negro o a prestamistas de Berlín y otras ciudades. Los diamantes eran vendidos en Suiza, España, Portugal, Suecia y otros países neutrales.

Anillos de oro robados a las víctimas del holocausto / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Toda esa ingente cantidad de dinero era posteriormente blanqueada a través de cuentas bancarias, pero evidentemente ningún jerarca nazi iba a poner su nombre en esas cuentas. De modo que Himmler y Walther Funk, el presidente del Reichsbank (el banco central de Alemania entre 1876 y 1945), buscaron una solución.

Acordaron en secreto que todas las cuentas en las que se iba a guardar el dinero procedente del expolio estarían a nombre de Max Heiliger. Evidentemente Max Heiliger no existía, era simplemente un nombre ficticio. Himmler y Funk se lo inventaron haciendo gala de un obsceno humor negro, ya que heiliger significa santo en alemán.

Según cuenta William L. Shirer en una fecha tan temprana como 1942 el Reichsbank estaba abrumado por el crecimiento de los depósitos del señor Heiliger. Las cámaras del banco se encontraban a rebosar, saturadas sobre todo porque hasta ese momento se depositaban los lingotes procedentes de la casa de la moneda de Prusia y objetos preciosos tal cual.

Fue entonces cuando comenzaron el sistema de blanqueo, convirtiendolos en efectivo a través de la venta en casas de empeño. El dinero obtenido era luego transferido a las cuentas de Heiliger. El ministro de finanzas era quien se encargaba de controlar el saldo y balance de las cuentas, utilizando el dinero para sufragar las actividades de las SS y otras organizaciones nazis.

Gafas procedentes de las víctimas de Auschwitz / foto Deutsches Bundesarchiv en Wikimedia Commons

De ese modo se autofinanciaba el holocausto, ya que entre otras cosas iba destinado al mantenimiento de los campos de exterminio, como apuntan Gábor Kadar y Zoltan Vagi en su libro sobre la financiación del genocidio nazi. Se sabe incluso que los mayores ingresos procedían de Auschwitz. Como dato, solo el envío de oro que se realizó el día 24 de noviembre de 1944 a la casa de la moneda de Prusia sobrepasaba las 25 toneladas.

Cuando los nazis vieron la guerra perdida intentaron ocultar todo ese oro, en minas abandonadas y otros lugares. Gran parte se perdió para siempre y ha sido, desde entonces, objeto de incansable búsqueda. De hecho cada cierto tiempo aparecen noticias sobre descubrimientos de trenes cargados de lingotes, o cámaras secretas subterráneas. De quien no queda ni rastro es del señor Heiliger.


Fuentes

Rise And Fall Of The Third Reich: A History of Nazi Germany (William L. Shirer) / Self-financing Genocide (Gábor Kádár y Zoltán Vági) / The Lion and the Lamb (Charles Causey) / Wikipedia


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