¿Puede algo tan sencillo, pequeño y aparentemente inocuo como un sello provocar un escándalo internacional? Pues sí y, de hecho, fue lo que pasó en 1930
El detonante fue la edición que tenía como motivo La maja desnuda de Goya: críticas, censuras, prohibiciones, confiscaciones y juicios fueron algunas de las reacciones que se desataron, tanto en España como en otros países.
A lo largo de la Historia, el arte ha levantado polémica con frecuencia. Es algo que forma parte de su propia idiosincrasia al depender en buena medida del gusto personal o la moda del momento. Y, por supuesto, dentro de esa continua controversia hay un tema especialmente insistente que es el del desnudo.
Visto con la perspectiva cronológica, puede sorprender que el papa Pablo IV mandara a Volterra cubrir las partes íntimas de los personajes de los frescos de Miguel Ángel para la Capilla Sixtina, que la corte de Felipe IV se llevara las manos a la cabeza ante el primer desnudo del Barroco (La Venus del espejo velazquiana) o que algunos cuadros impresionistas (el Almuerzo en la hierba de Manet, por ejemplo) fueran considerados pornográficos en su momento.
La maja desnuda también causó sensaciones similares cuando Francisco de Goya y Lucientes la pintó entre 1790 y 1801, junto con su pareja La maja vestida, por encargo del secretario de estado Manuel Godoy para decorar el despacho de su casa (al parecer estaba situado un lienzo sobre otro y un mecanismo los movía).
Al fin y al cabo, se cree que la mujer retratada es Pepita Tudó, la amante del ministro, aunque la maledicencia popular e incluso algún experto hablaran de la duquesa de Alba. Pero, fuera quien fuese, lo verdaderamente interesante para el asunto de este artículo es la forma de representar al personaje: un desnudo yacente que entroncaba con la tradición estilística de la mitología greco-romana; es más, las primeras referencias que hay de la pintura la llaman Venus, si bien el nombre más popular era La gitana.
Ello no hubiera tenido mayor trascendencia de no ser por un detalle: la figura está representada con vello púbico lo que, conjugado con su postura pícara y la personalísima técnica goyesca, más allá de cualquier posible adscripción neoclásica, hizo que se convirtiera en una obra muy controvertida.
Tanto como para que Fernando VII se la confiscara a Godoy en 1807 y siete años más tarde la Inquisición la declarara obscena, ordenando su retirada de la vista pública y procesando a su autor, que se libró de la condena gracias a la mediación de su amigo, el cardenal Luis María de Borbón y Villabriga.
El cuadro permaneció encerrado y, pese a que el Museo del Prado abrió sus puertas en 1819, los españoles no pudieron contemplarlo prácticamente hasta el siglo XX. Tan sólo lo vieron privilegiadas y contadas personas, siendo probablemente una de ellas Édouard Manet, que en 1865 hizo un viaje por España y se imbuyó de la pintura nacional con predilección especial por Velázquez y Goya; es patente el parecido de La maja desnuda con su Olimpia, otra pintura que también levantó polvareda.
El caso es que en 1930 nada hacía imaginar que alguien volviera a rasgarse las vestiduras con aquel lienzo. Pero ocurrió.
Desde la primavera del año anterior se celebraba la Exposición Iberoamericana de Sevilla, que además coincidía con el recién terminado centenario de la muerte de Goya. Para celebrarlo, Correos emitió una serie de treinta y dos sellos con un retrato del pintor, otros trece con grabados de Los Caprichos y Los disparates, y tres más que reproducían litográficamente La maja desnuda; en realidad, estos últimos habían sido impresos en Londres por encargo privado pero Correos decidió adquirir una parte y destinar sus ingresos a financiar la construcción de la Quinta de Goya, un pabellón dedicado al artista que tomaba su nombre de la que había sido su vivienda.
La fecha de venta al público de los sellos fue el 15 de junio de 1930. De la primera serie se venderían nueve mil ochocientos ejemplares y de la segunda doscientos treinta y un mil, pero la serie de La maja desnuda se quedó en veintinueve mil, cantidad nada despreciable si se tiene en cuenta que a los tres días llegaron los problemas y se interrumpió su distribución.
Como comentábamos antes, esta pintura no era tan popular como ahora tras haber permanecido oculta tanto tiempo y el sector más ultramontano de la sociedad se indignó al ver un desnudo femenino, el primero del mundo en un sello y encima de tales características, al alcance de la juventud -muy aficionada por entonces a la filatelia-, susceptible de ser corrompida.
Lo cierto es que no sólo fueron los conservadores quienes protestaron; la izquierda, mayoritariamente ligada al creciente republicanismo, aprovechó la ocasión para identificar los sellos con la degeneración moral del rey Alfonso XIII.
Periódicos como ABC, El Heraldo de Madrid o La Voz publicaron artículos criticando la tirada y sugiriendo que pegar uno de esos sellos haría sentir «turgencias y morbideces. Y todo esto es muy grave». La cuestión salió de nuestras fronteras y la prensa inglesa explicaba que se había presentado una denuncia ante la Unión Postal Universal, con sede en Suiza, dándole a la noticia un tono más bien humorístico; el organismo no atendió la demanda.
Pero si en España hubo una reacción virulenta, en otros países no se quedó atrás. Como cabe imaginar, el lugar donde la cosa se puso más candente fue Estados Unidos, donde la Liga para la Supresión del Vicio clamaba por arrestar al Correo español (sic) y los funcionarios de correos de algunas ciudades recibieron la orden de mutilar las estampillas.
Así estaban las cosas hasta que en diciembre el Servicio Postal de Estados Unidos las prohibió directamente por considerarlas indecentes e incluso devolvieron a su remitente todas las cartas franqueadas con La maja desnuda, aunque los estudiosos del tema dicen que esto último forma parte más bien de la leyenda. Especial e involuntariamente divertido fue el comentario de la revista Time, aludiendo al hecho terrible de que, para pegar los sellos en los sobres, los niños tendrían que pasar su lengua por el reverso.
El asunto de los sellos decayó en los años siguientes por la coyuntura internacional, que en España se plasmó en la Guerra Civil y en el resto del planeta en la Segunda Guerra Mundial. Pero reapareció con fuerza en los años cincuenta y en varios sitios: en Bélgica los sellos se retiraban de los escaparates y en Estados Unidos la productora United Artists lanzaba dos mil postales con ese motivo para promocionar su película La maja desnuda, acabando en un juicio por fomentar el lenocinio.
Mientras, en 1958, algunos clubes filatélicos conmemoraban el Día del Sello con una tirada de diez series con obras de Goya, Maja incluida, en plan desafiante. Curiosamente, en España Correos no puso reparos a una emisión de 1969 pese a que el grabador ya tenía preparada una serie de La maja vestida por si le prohibían la otra.
Como pasa a menudo, el tiempo se encargó de diluir la cuestión y dejarla en un episodio tan anecdótico como ridículo.
Fuentes
La leyenda de La maja desnuda (Emisión Quinta de Goya, 1930) (Eugenio de Quesada) / Esencial, Narciso Casas muestra sus obras y secretos en las artes plásticas (Narciso Casas) / Desnudo de mujer (Omar López Mato) / Wikipedia
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