Orvieto es una ciudad de la provincia de Terni (Umbría), en la zona centro de la península italiana. Su ubicación exacta resulta un tanto peculiar, ya que se halla sobre una colina de toba marrón.
Una elevación de roca volcánica de medio centenar de metros de altitud estratégicamente situados junto al paso de dos afluentes del río Tíber y que permite dominar sobre todo el entorno. Un lugar habitado ya desde la Prehistoria pero en el que el registro arqueológico más antiguo se remonta al período etrusco, a partir del siglo VIII a.C, que fue reocupado varias veces por sus espléndidas condiciones defensivas.
Y es que el subsuelo de esa montaña pétrea está excavado por un laberinto de pasadizos y grutas que la convertían, de facto, en una auténtica fortaleza. En la Edad Media su equipamiento se amplió con la excavación de pozos y acueductos que traían agua y la distribuían mediante un sistema de canalizaciones subterráneas, ya que aquel complejo se utilizaba también para vivir.

Hoy en día se ha restaurado en buena parte para hacerlo visitable a los turistas y entre las obras de acondicionamiento se incluyeron las de algunos de esos pozos. Probablemente el más sorprendente, tanto en lo arquitectónico como en lo histórico, sea el Pozzo di San Patrizio.
El pozo, auténtica obra maestra del arquitecto Antonio da Sangallo el Joven, tiene 63 metros de profundidad y 13 de anchura, se caracteriza por el sistema de dos rampas helicoidales de un solo sentido que le sirven de acceso y lo envuelven de arriba abajo y viceversa, de manera que una servía para que los usuarios (o sus animales de carga) descendieran con cubas vacías y la otra para volver al exterior con ellas llenas del líquido elemento, garantizando un suministro continuo.
Si esto, caso único en la Europa de aquellos tiempos, resulta sorprendente, más aún lo es el hecho de que las paredes de ese cilindro gigantesco estén horadadas por 72 grandes ventanas que proporcionan iluminación natural y le confieren el extraño aspecto de un edificio moderno dado la vuelta.

El Pozzo di San Patrizio no siempre se llamó así; antes era conocido como Pozo della Roca o Pozo de la Fortaleza, en alusión al cercano castillo de Albornoz. Fue en el siglo XIX cuando los monjes de una comunidad vecina lo rebautizaron con el nombre del santo basándose en un poema medieval del siglo XII titulado L’Espurgatoire Saint Patriz (El purgatorio de San Patricio), en realidad una traducción de la poetisa francesa Marie de France de la obra Tractatus de Purgatorio Sancti Patricii, del fraile cisterciense inglés Henry De Saltrey. El caso es que los versos contaban la bajada al Purgatorio del caballero irlandés Owein a través de una cueva cercana a Donegal.
Ese argumento era una versión adaptada de una vieja leyenda cristiana en la que el propio Jesús concedía a San Patricio -patrón de Irlanda, recordemos- una profunda cueva para que pudiera retirarse a hacer oración y que además utilizara para enseñar a los irlandeses paganos, a los que predicaba la palabra de Dios, las llamas del Infierno desde la entrada; los pecadores bajaban por allí y salían purificados.
Lógicamente, en el cenobio de Orvieto conocían ese mito y les pareció interesante asimilarlo a aquel pozo tan espectacular que parecía permitir el descenso hacia otro mundo. En consecuencia se fue difundiendo su existencia y poco a poco se convirtió en lugar de peregrinación.
Lo cierto es que la cosa debió adquirir tintes demasiado alejados de la vida espiritual, por lo que en 1497 el papa Alejandro VI ordenó su cierre y la demolición de todo el complejo levantado alrededor.

Pero en menos de tres décadas estaba abierto de nuevo por razones muy mundanas: la amenaza de las tropas imperiales de Carlos V en su marcha sobre Roma, que terminó en el célebre Saco y obligó al Sumo Pontífice del momento, Clemente VII, a exiliarse de la Ciudad eterna y refugiarse en Orvieto. Fue entonces cuando Sangallo recibió el encargo de hacer esa obra de ingeniería, adecuando lo que hasta entonces era un pozo natural, para proveerse de agua en un hipotético asedio.
No hizo falta. Antes de que Sangallo terminara, el Papa y el Emperador limaron sus asperezas y firmaron la paz. Aún así, la obra continuó y quedó finalizada ya durante el pontificado de Paulo III. Se sabe además que durante el siglo XVIII se recuperó la labor expiadora de pecados para los que descendieran hasta el fondo.
En la actualidad son los turistas los visitantes mayoritarios del sitio; acostumbrados a lanzar monedas, como suele hacerse en los pozos con una idea, por cierto, un tanto pagana (pedir un deseo o tener la posibilidad de regresar algún día), la acumulación de dinero en el fondo ha generado toda una expresión para referirse a quien dilapida energía o recursos: «È come il Pozzo di San Patrizio».
Fuentes
Bella Umbria / Wikipedia / Irlandando / In Orvieto
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