El arte prehistórico dista bastante de ofrecer certezas y a su alrededor todo, o casi todo, son interpretaciones que varían considerablemente de un autor a otro.
Especialmente en lo concerniente a su significado y utilidad. Es algo que se centra sobre todo en las pinturas rupestres, más que nada por conservarse un mayor número de ellas que de esculturas. Éstas se reducen prácticamente a estatuillas talladas en diversos materiales (hueso, marfil, terracota, piedra, madera…), de las que el ejemplo más representativo son las famosas venus paleolíticas.
No hay muchas, en torno a un centenar que han ido apareciendo desde el descubrimiento de la primera, la de Brassempouy, en 1893. La mayoría están datadas en los períodos Gravetiense y Solutrense, revistiendo las posteriores características diferentes a las más antiguas (las formas rubicundas y esteatopígicas se fueron sustituyendo por otras estilizadas); ello les supone una cronología entre 20.000 y 30.000 años atrás aproximadamente. Sin embargo, en 1981 y 1999 se hicieron dos descubrimientos que pudieron dinamitar todos esos conceptos: las venus de Berejat Ram y Tan-Tan.
La primera fue encontrada por la arqueóloga Naama Goren-Inbar, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en el cráter lacustre homónimo, al pie del Monte Hermón, en la región de Mas’adah, que es una zona vecina de los Altos del Golán, esa cadena estratégicamente situada entre Israel, Siria, Líbano y Jordania y que se usa como frontera natural entre dichos países. La pieza es una figura muy pequeña, apenas 3,5 centímetros, hecha de roca volcánica rojiza y que presenta un aspecto vagamente antropomorfo. Hasta ahí, nada de extraordinario aparte del hecho de incorporar una nueva venus a la familia paleolítica.
El problema surgió cuando se realizó la correspondiente datación cronológica, que arrojó una antigüedad de entre 250.000 y 280.000 años, rompiendo todos los esquemas. La fecha parece bastante segura, teniendo en cuenta que se hizo basándose en el análisis mediante tefrocronología del estrato de ceniza en que descansaba la pieza. Lo que pasa es que ello situaría su fabricación en el período Achelense, en el que vivieron Homo erectus y Homo ergaster: dos de nuestros antepasados más lejanos (hay quien los considera la misma especie), que tenían una avanzada industria lítica a base de bifaces y otras herramientas trabajadas pero sin rastro de manifestaciones artísticas hasta el momento.
La Venus de Berejat Ram, pese a estar bastante desgastada por la erosión, muestra tres incisiones que han sido muy discutidas porque parecen coincidir con las formas de los brazos y el cuello. Algunos especialistas, como Steven Mithen, consideran que se trata de una piedra a la que la naturaleza ha dado una caprichosa forma humana y que las incisiones resultarían de su manipulación sin ninguna pretensión artística. Otros opinan que es patente el uso de un instrumento afilado, aunque admiten la posibilidad de que el parecido con una hembra humana haya sido casual. Por último están los dispuestos a aceptar que Homo heidelbergensis pudo haber desarrollado un incipiente arte, que sería así el primigenio de nuestra historia (o de nuestra prehistoria, para ser exactos); son minoría, todo hay que decirlo, y su principal defensor es el norteamericano Alexander Marshack.
La duda sigue ahí y el hallazgo en 1999 de la Venus de Tan-Tan no ha hecho sino acrecentar la polémica. Es otra presunta figurilla antropomorfa, en este caso de cuarcita y de 6 centímetros, que desenterró el arqueólogo alemán Lutz Fieldler en una cuenca sedimentaria del río Draa en Tan-Tan, al norte de Marruecos. Se da la circunstancia de que el registro lítico que la acompañaba era achelense, lo que confería al hallazgo unas características similares al de Berejat Ram. Por consiguiente, también el mismo debate.
Efectivamente, una parte de la comunidad científica insiste en que es una piedra a la que la casualidad ha dotado de un aspecto humano y cuyas marcas de percusión se deben a haber sido usada como yunque; es el caso del profesor Stanley Ambrose, de la Universidad Urbana-Champaign de Illinois. Enfrente están otros como Robert Bednarik, presidente de la Federación Internacional de Organizaciones sobre Arte Rupestre, que defienden la intencionalidad artística de la estatuilla. Y, como en el caso anterior, también hay algunos que sincretizan ambas posturas sugiriendo que las formas de la piedra eran naturales pero que algun protoartista las remarcó.
Como parece imposible llegar a una conclusión segura y definitiva, la cuestión sigue en el aire, a la espera de que quizá algún día aparezca una venus que resuelva las dudas.
Fuentes
The Berekhat Ram figurine: a late Acheulian carving from the Middle East (Alexander Marshack) / New Perspectives on Prehistoric Art (Günter Berghaus) / ‘Oldest sculpture’ found in Morocco / Don’s Maps
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