La oferta de atractivos que México tiene para el turista no se limita a las playas del Caribe o a las ruinas prehispánicas.
Buscando un poco se pueden encontrar un buen puñado de extras que, debidamente combinados con lo anterior, garanticen unas vacaciones perfectas. De entre esas cosas vamos a destacar hoy las Grutas de Tolantongo, un lugar especial, encantador y no tan conocido como debiera.
Se encuentran en el municipio del Cardonal, uno de los que componen el estado de Hidalgo, que está en la parte central del país, a doscientos kilómetros de Ciudad de México. Cardonal, antaño tierra donde vivían los otomíes (aunque su nombre es de origen castellano, en alusión a la abundancia de cactus) fue un centro minero productor de plomo y plata que trataron de explotar los españoles aunque no figuraba entre los más ricos y por eso lo llamaron Real de Minas del Plomo Pobre. Allí se conservan también petroglifos y pinturas rupestres.

No obstante, lo que hoy puede atraer a un visitante es, sobre todo, el potencial de sus aguas termales, que se pueden encontrar en dos sitios: La Gloria y las citadas cuevas de Tolantongo. El primero es de acceso más difícil, encajado en un escarpado cañón, y por eso no sólo está menos frecuentado sino que no suele haber niños ni gente muy mayor; en otras palabras, resulta mucho más tranquilo, lo que para muchos visitantes puede ser un atractivo.
En cuanto a las cuevas, están ubicadas al otro lado de dicho cañón que lleva su mismo nombre (procedente del náhuatl tonaltonko, al parecer, que significa algo así como sitio caluroso), excavado por el río homónimo que separa ambos sitios y que en su discurrir arrastra un importante contenido mineral, lo que le confiere a sus cálidas aguas un intenso y asombroso color turquesa.

Ese cauce fluvial es el verdadero protagonista, ya que origina una serie de pozas de escasa profundidad y que en la práctica funcionan como jacuzzis naturales, con temperaturas entre 34º y 37º. Hay cuarenta y cinco, todas alimentadas por manantiales termales, a las que se unen un par de piscinas familiares. Ese complejo, colgado de la pared del cañón escalonadamente, está rodeado por multitud de cascadas que al brotar en la gruta son de agua caliente pero una vez sale al exterior se va enfriando; tienen ese valor añadido de diversión que es poder pasar por debajo, empapándose, por una pasarela con barandilla.
La gruta no es muy grande pero presenta las habituales formaciones pétreas (estalactitas y estalagmitas). Consta también de un túnel de cuarenta metros de longitud que, curiosamente, no es natural sino que se excavó en la roca en tiempos de la Revolución para servir de escondite; en dicho túnel también se filtra y empoza el agua, permitiendo así darse un baño de vapor a 38º.
Todo esto constituye una auténtica área recreativa denominada El Paraíso Escondido, que cuenta con una serie de servicios (hotel, cámping, restaurante…) de las que cabe destacar dos actividades complementarias: un puente colgante de setenta metros de longitud que cruza el cañón de lado a lado y permite espléndidas perspectivas desde las alturas, y una tirolina de cuatro tramos (320, 280, 690 y 600 metros respectivamente). Una forma ideal de comenzar o terminar la ruta de senderismo que recorre el entorno: dos kilómetros de caminata entre densa vegetación tropical y cactus gigantes.
Fuentes
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