Justiniano II fue un emperador realmente peculiar, ya que no todos los estados pueden presumir de un mandatario que tiene la nariz de oro.

Pero no fue ésa la única característica diferencial y se pueden añadir otras tan curiosas como que gobernó el Imperio Romano de Oriente en dos períodos diferentes separados por un paréntesis de diez años, que fue el primero en hacerse llamar servus Dei (siervo de Dios) y que introdujo como gran novedad la imagen de Cristo en las monedas junto a la suya en el anverso, además de llevar a cabo una auténtica masacre de opositores y críticos.

Todas estas cosas pueden servir para hacerse una idea de este personaje tan jugoso, material más que sugestivo para la literatura pero que fue absolutamente real, superando cualquier ficción. Último de su dinastía, la heracliana, como tantos otros protagonistas de la Historia combinó unas extraordinarias dotes de buen gobernante con un temperamento arbitrario, tiránico y cruel. Nació en Constantinopla en el año 669 d.C. y era hijo de Constantino IV, el hombre que había conseguido recuperar la dignidad del imperio resistiendo los cuatro años de asedio a que fue sometida la capital por el califato Omeya (gracias al uso del fuego griego), aunque no pudo con los eslavos y tuvo que reconocer el Imperio Búlgaro.

El fuego griego/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

En el año 685, un adolescente Justiniano sucedió a su padre cuando éste murió de disentería y después de que su progenitor cortara de raíz las aspiraciones de sus propios hermanos (lo de cortar, literalmente, pues perdieron la lengua). El nuevo emperador se encontró el problema árabe encauzado y lo remató incrementándoles los impuestos a los omeyas, arrebatándoles además Chipre, Armenia y Georgia. Ello le dejó las manos libres para afrontar a los búlgaros, a los que derrotó en una brillante campaña, aunque acogió a muchos de ellos como soldados y colonos en territorio fronterizo anatolio para que hicieran de tapón contra los árabes.

Éstos volvieron a las armas cuando Justiniano trasladó tambien a muchos chipriotas a Anatolia. Los eslavos aprovecharon la oportunidad, se les unieron y los bizantinos fueron derrotados en Sebastópolis (692 d.C), perdiendo el control de Armenia. Asia Menor se había convertido en la región clave del reinado, de ahí la especial atención que el emperador le dedicaba, aunque, de hecho, una de las grandes iniciativas de Justiniano II fue la reorganización territorial del imperio, al que dividió en themas (zonas cedidas a los soldados para su cultivo y dirigidas por un estratego), sistema que con algunos pequeños cambios perduraría hasta la caída de Constantinopla ante los turcos.

La mutilación de Justiniano II en una ilustración del siglo XV/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La otra gran labor de Justiniano II se centró en la religión, pero no sólo con detalles de cara a la galería como los mencionados al principio. Si durante el gobierno de su padre se había celebrado el VI Concilio Ecuménico, ahora se convocó otro conocido como Quinisextum o Trulano (según aluda a los cánones aprobados o al lugar de reunión), que debía establecer definitivamente las diferencias entre las iglesias occidental y oriental. Ello provocó la ira del papa Sergio I, que se negó a reconocer la legitimidad del concilio y cuestionó la del propio emperador; éste ordenó su detención a las milicias de Roma y Rávena, pero obtuvo la negativa por respuesta.

Fue un momento crítico porque además se produjo una sublevación orquestada por la nobleza, harta del despotismo del emperador hacia su clase pero, sobre todo, de las medidas que había tomado favoreciendo las pequeñas propiedades agrarias. Lamentablemente para él, Justiniano actuó con torpeza y se granjeó también el descontento popular al subir los impuestos para costear las reformas de su suntuoso palacio, de forma que en el 695 fue depuesto en una violenta revolución que supuso el linchamiento de sus colaboradores. A él le perdonaron la vida, pero le cortaron la nariz como castigo y después le desterraron al Quersoneso, actual Crimea. A partir de entonces fue conocido por el apodo de Rhinotmetos, es decir, Nariz Cortada, teniendo que usar una prótesis de oro.

Se suponía que la mutilación le quitaría cualquier tentación de retomar el poder, aunque sólo fuera por decoro, ya que se consideraba indigno que el emperador, representante de Dios en la tierra, presentase tal aspecto (ésa era, precisamente, la causa de tan atroz castigo). Entretanto, un militar represaliado por él llamado Leoncio le sustituyó brevemente, apenas tres años antes de que un golpe de estado le echara del trono tras ser vencido en el norte de África ante los árabes. Leoncio también perdió su apéndice nasal junto con la corona, que pasó a manos de Tiberio III Absimaro, quien, enterado de los sospechosos movimientos de Justiniano, mandó arrestarlo. Pero el ex-emperador escapó hacia el este, donde contrajo matrimonio con una princesa llamada Teodora, aunque también se vio obligado a huir de su cuñado, que planeaba entregarle.

El Imperio Bizantino y sus themas tras la muerte de Justiniano II/Imagen: Rena en Wikimedia Commons Crédito: Renato de carvalho ferreira / Rowanwindwhistler / Wikimedia Commons

Aproximadamente una década despueś de su derrocamiento, Justiniano regresó al frente de un ejército búlgaro -este reino le había acogido finalmente-, se las arregló para infiltrarse en Constantinopla y recuperó el imperio perdido. Leoncio y Tiberio fueron capturados y decapitados, siguiéndoles a continuación todos aquellos considerados traidores o sospechosos. La brutal y obsesiva represión que se desató a lo largo de los seis años siguientes sembró el malestar en el pueblo, máxime teniendo en cuenta que se centraba en ella la atención descuidando el gobierno y la protección exterior. Así, los árabes continuaron su avance arrebatando más y más ciudades al imperio mientras Justiniano empleaba a su ejército en una expedición de castigo a Rávena por su apoyo al papa Sergio años atrás.

La gota que colmó el vaso fue la pretensión de mandar a las tropas contra un lugar tan remoto como el Quersoneso, allí donde se había exiliado inicialmente. Hartos, los soldados se rebelaron y nombraron emperador a su general, Filípico Bardianes, quien ya había sido candidato a ello antes pero perdió el mano a mano con Tiberio III, razón por la cual fue desterrado por él primero y por Justiniano después. Éste, que se había puesto personalmente al frente de la campaña, fue apresado y destituido en Damatrys, en la costa bitinia del Mar Negro.

Era el mes de diciembre de 711 -el mismo año en que los musulmanes desembarcaron en la Península Ibérica- y esta vez no le cortaron un órgano sino la cabeza. Su familia tuvo el mismo destino, extinguiéndose así la dinastía heracliana.


Fuentes

Breve historia del Imperio Bizantino (David Barreras Martínez y Cristina Durán Gómez) / Historia del estado bizantino (Georg Ostrogorsky)/ Wikipedia / Justinian II of Byzantium (Constance Head)


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