No fue necesario esperar a 1911 para que se produjera la primera revolución en China, aunque a la que tuvo lugar ese año le haya quedado ese nombre (o el de Xinhai, correspondiente a su fecha equivalente en el calendario tradicional).

A lo largo del devenir del gigante oriental fueron varios los movimientos que derrocaron emperadores y cambiaron dinastías; uno de los más sonados aconteció en el año 23 d.C. y se le conoce con una curiosa denominación: la rebelión de los Cejas Rojas, debido al elemento iconográfico que llevaban sus integrantes para reconocerse entre sí.

La China de aquel siglo I estaba pasando un momento difícil. El Río Amarillo se había desbordado, inundando los campos y obligando a millones de campesinos a emigrar para salvar la vida sin que el gobierno no sólo no acertara a poner soluciones sino que las medidas introducidas tampoco eran precisamente populares, algo agravado por el hecho de que el trono estaba en manos de un usurpador. Se trataba de Wang Mang, antiguo canciller y sobrino de la emperatriz que había asumido la regencia durante la minoría de edad del emperador hasta que se las arregló para convencer a todos de que la dinastía Han había perdido el mandato del Cielo (una poética forma de aludir a la legitimidad, dadas las luchas dinásticas), por lo que en el año 10 subió al poder él mismo fundando la dinastía Xin.

Wang Mang intentó aplicar un importante programa de reformas, tanto en el plano económico como en el social, que fracasaron por romper radicalmente con lo establecido hasta entonces, alterando la mentalidad tradicional de los chinos: estatalización de la acuñación de moneda, colonización de tierras baldías, impulso a la comercialización de ciertos productos… De hecho, los revolucionarios chinos del siglo XX consideraron a Wang Mang como un pionero de su ideología. En cualquier caso, el caos originado por tanto cambio de golpe sumió en la pobreza a la gente y, cuando llegó el citado desastre natural, el hambre y la desesperación impulsaron a muchos a organizarse para conspirar contra el causante de su desgracia.

Los primeros movimientos empezaron entre los años 17 y 18, incentivados por las clases nobiliarias y acomodadas, que consideraban amenazados sus intereses con la política del gobierno. Inicialmente, los campesinos sólo constituían bandas de saqueadores. Pero poco a poco fueron incrementando el numero de integrantes en sus filas hasta convertirse en auténticos ejércitos divididos en dos facciones.

Uno era conocido como Madre Lü, debido a su líder, una terrateniente cuyo hijo había sido ejecutado por un delito menor y que decidió poner su fortuna al servicio de la lucha contra el sistema; a sus seguidores se les llamaba Lülin y actuaban en el sur. El otro era el de los Chimei o Cejas Rojas, una sociedad secreta con dirección mancomunada formada por los líderes Pang An, Xu Xuan, Xie Lu, Yang Yin y, sobre todo, el carismático Fang Chong, que se movían en el este.

El gobierno no sólo se mostraba incapaz de derrotarlos sino que con sus incursiones represoras soliviantaba cada vez a más gente. Tampoco ayudó el decreto que aumentaba los impuestos y la desconfianza que el emperador mostraba hacia algunos de sus generales. Al cabo de un año falleció Madre Lü y los dos grupos decidieron juntar sus fuerzas, mostrando en su estructura jerárquica una significativa ausencia de cargos rimbombantes. Todo era muy básico pero mostraba ser suficiente para enfrentarse victoriosamente a las fuerzas gubernamentales en sucesivas escaramuzas, que aparentemente no tenían mayor trascendencia hasta que en una de ellas murieron dos de los generales imperiales. Entonces el emperador envió un poderoso ejército de cien mil hombres al mando de dos veteranos militares, Wang Kuang y Dan Lian, con la misión de acabar con los insurrectos de una vez por todas.

Ante el enfrentamiento que se avecinaba, los líderes rebeldes dieron instrucciones a sus hombres para que se tiñeran las cejas de rojo y así poder reconocerse en el campo de batalla. El choque se produjo en Chenchang y, sorprendentemente, fue favorable a los Chimei: Lian murió en combate y Kuang huyó como pudo, con lo que el camino hacia la capital, Chang’an, quedaba expedito. En efecto, el usurpador terminó decapitado y sustituido por Liu Xuan, uno de los cabecillas Lülin, que adoptó el nombre de Gengshi Di en el año 23. Se restablecía así la dinastía Han, ya que Xuan era un príncipe de esa familia.

Liu Xiu, más conocido como Guangwu / foto dominio público en Wikimedia Commons

Sin embargo la cosa no terminó ahí. Gengshi premió a los Cejas Rojas con cargos en la administración pero no estaba dispuesto a asumir sus demandas de reparto de tierras, por lo que éstos no dejaron las armas y amenazaron con deponerle. El nuevo emperador estaba en una situación precaria, controlando apenas la capital (que había trasladado a Luoyang) y con pocas fuerzas para sostenerse, mientras que el enemigo sumaba unos trescientos mil hombres. En su defensa es justo reconocer la desautorización del plan que le presentaron algunos generales, consistente en romper los diques del Rio Amarillo para anegar de nuevo los campos y alejar a los insurrectos, por el mal que causaría al conjunto de la población.

Entretanto los Cejas Rojas encontraron su propio candidato al trono: Liu Penzi, un adolescente miembro menor de la dinastía Han. Cuando por fin tomaron Chang’an y derrocaron a Gengshi, le nombraron emperador en su lugar. Un emperador títere, eso sí, que se limitaba a refrendar las disposiciones programáticas Chimei.

La puesta en práctica de éstas, torpe y dictatorial, no tardó en hacerles perder el apoyo popular que habían tenido hasta entonces y empezaron a circular rumores sobre el regreso de Genghsi. Un general sobornado ad hoc se encargó de zanjar el tema asesinándole. Poco después Penzi tuvo un momento de lucidez haciendo un amago de tomar las riendas del país pero fue flor de un día, como quien dice, y China volvió a quedar sumida en una serie de guerras continuas entre los Cejas Rojas y diversos señores locales.

En todas ellas lograron imponerse hasta que sufrieron una derrota decisiva a manos de Liu Xiu -otro miembro de los Han, primo de Xuan- y su general Deng Feng, que utilizó un truco para engañar a sus adversarios: mandó a sus soldados que también se tiñeran las cejas de rojo para confundirlos.

Los Chimei se desintegraron como movimiento organizado, permitiéndoseles instalarse en la región de Louyang; es decir, no hubo represalias porque, para pacificar de una vez China, Liu Xiu decretó una amnistía. Evidentemente, había sido proclamado emperador (con el nombre de Guangwu) pero también perdonó a Penzi. No obstante, el epílogo de este episodio no pudo sustraerse a la violencia que lo caracterizó: tiempo después los líderes Cejas Rojas fueron descubiertos conspirando y varios de ellos terminaron ejecutados.


Fuentes

China: su historia y su cultura hasta 1800 (Flora Bottom Beja) / El imperio chino (Herbert Franke & Rolf Trauzetel) / Wikipedia


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