Bourbon es el nombre que se da al whisky elaborado en Estados Unidos a base de varios cereales pero, sobre todo, maíz. La denominación procede del lugar de origen, Bourbon County, un condado del estado de Kentucky donde, según cuenta la tradición, se refugiaron los fabricantes de whisky a finales del siglo XVIII para poder trabajar sin tener que pagar el impuesto que había decretado el gobierno y escapar de la persecución a que los sometió por llegar a amotinarse. Hay historiadores que ponen en duda la exactitud de esos hechos (en lo referente a Kentucky), pero lo que sí es histórico es lo del conflicto armado, que se conoce como la Rebelión del Whisky.

Hacia 1790, tras conseguir la independencia unos años antes, Estados Unidos daba sus primeros pasos bajo la presidencia de George Washington. Pero el país estaba todavía a medio hacer: la mayor parte del territorio aún era salvaje, el ejército se basaba en milicias y los colonos se las veían y se las deseaban para salir adelante, no sólo por la amenaza de los indios sino también por estar aún bajo los negativos efectos económicos de la guerra. Por esta última razón, muchos de los que vivían en regiones alejadas completaban sus finanzas destilando whisky con el maíz sobrante; era barato de hacer, fácil de transportar y les servía para consumir, pero también como moneda de cambio.

Ésa era la situación general en la parte occidental de Pensilvania cuando en marzo de 1791 el secretario del Tesoro, Alexander Hamilton, decretó la imposición de un tributo sobre las bebidas alcohólicas con la finalidad de que lo recaudado sirviera para reducir la considerable deuda nacional que se arrastraba desde la revolución. El principal licor afectado era el whisky, por ser el más extendido, y media Pensilvania se indignó; era gente levantisca que ya antes había presionado para conseguir que la capital se ubicase en Filadelfia.

rebelion-whisky

Muchos de aquellos hombres habían luchado contra los ingleses y veían con desconfianza cualquier injerencia federal, máxime si ésta venía en forma de tributos sin consultarles, por lo que, recuperando el viejo grito independentista de «¡No hay impuestos sin representación!», los agricultores decidieron desobedecer lo que consideraban un atentado contra su forma de vida. Así, organizaron una milicia bautizada como Mingo Creek Association que, bajo el nombre de Tom Tinker (un separatista holandés que llegó a América en el Mayflower), dio a los incautos recaudadores que se presentaron a cobrar el trato típico para manifestar el descontento en aquellas latitudes: cubrirlos de brea y emplumarlos, echándolos a continuación.

Asimismo plantearon el problema en el parlamento, donde recibieron el apoyo del secretario de Estado, Thomas Jefferson. Éste acusó a Hamilton de montar aquella situación para tener una excusa con la que justificar su verdadero objetivo: crear un ejército permanente y, acaso, impulsar una monarquía. La respuesta del secretario fue la Militia Act de 1792, que autorizaba al presidente a usar las milicias estatales para afrontar las insurrecciones. Por tanto, lejos de solucionarse, el conflicto fue in crescendo y eclosionó definitivamente en el verano de 1794.

Alexander Hamilton, secretario del Tesoro
Alexander Hamilton, secretario del Tesoro

El inspector fiscal de Pensilvania, John Neville, harto de las agresiones que recibían sus recaudadores, reclamaba la intervención militar; pero Washington era reticente por su buena relación con aquella región, donde además tenía propiedades. Ahora bien, cuando Tom Tinker asaltó e incendió la hacienda de Neville, y con la reciente noticia del estallido de la Revolución Francesa, el gobierno se puso en alerta y envió una poderosa fuerza de trece mil milicianos de cuatro estados para poner orden y hacer cumplir la ley.

Un intento de mediación del abogado Hugh Brackenridge fracasó porque, paralelelamente, otro letrado llamado David Bradford se autoproclamó general de los sublevados y les incitó a mantenerse firmes, amenazando con marchar sobre Pittsburgh con sus siete mil hombres. De hecho, los rebeldes entraron en la ciudad, aunque de forma pacífica.

La milicias enviadas por Hamilton plantearon a sus adversarios un últimatum: sumisión a la ley o represión. Él en persona, después de inflamar a la opinión pública a través de la publicación en prensa de varios artículos bajo el pseudónimo Tully, se puso al frente de la tropa y se hizo acompañar del mismísimo Washington, si bien éste se fue en cuanto pudo.

The Whiskey Rebellion (Frederick Kemmelmeyer)
The Whiskey Rebellion (Frederick Kemmelmeyer)

A pesar de que entre los mandos figuraba algún héroe de la revolución como Harry Lee, gobernador de Virginia y padre de Robert E. Lee (el futuro general de la Confederación; paradójicamente Harry era un convencido federalista), en realidad aquel ejército dejaba mucho que desear: indisciplinado y deficientemente aprovisionado, los soldados tuvieron que recurrir al saqueo a menudo. Pero era muy numeroso y resultaba impresionante a ojos de los colonos, así que, cuando llegó el momento decisivo, éstos optaron por escurrir el bulto. Sencillamente desaparecieron y los pocos detenidos -apenas una veintena- terminaron libres poco más tarde, no sin antes recibir un duro trato.

David Bradford huyó por el río Ohio y se refugió en la Luisiana española, recibiendo el indulto en 1799. Hamilton se había retirado dos años antes y en 1804 murió en un duelo. Washington también dejó la presidencia, siendo sustituido en 1801 por Jefferson; una de sus primeras decisiones fue revocar el impuesto del whisky. ¿Qué había pasado con el resto de rebeldes? Como explicaba al principio, se dice que la mayoría se establecieron en Kentucky y convirtieron el estado en el principal productor de licor. Este curioso episodio de la historia de Estados Unidos se conmemora actualmente mediante el Whiskey Rebellion Festival de Pensilvania; seguro que la bebida corre a raudales.

Fuentes y fotos: Southern Spaces / The Whiskey Rebellion (William Hogeland) / Wikipedia.


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