Una de las noticias de historia que a buen seguro van a llenar páginas estos días es el reciente descubrimiento de los presuntos diarios de Heinrich Himmler, personaje que no necesita presentación: fue uno de los líderes del NSDAP (Partino Nacional Socialista Alemán), reichsführer de las siniestras SS y criminal de guerra por su responsabilidad directa en el Holocausto y la muerte de millones de personas.

Ese diario fue requisado por miembros del Ejército Rojo en la última etapa de la Segunda Guerra Mundial y llevado a la URSS, donde permaneció olvidado en el Archivo Militar de Rusia (situado en Podolsk) durante décadas hasta ser redescubierto a principios de 2016. Ahora, setenta y un años después, un equipo del diario alemán Bild dirigido por Damian Imoehl, se dispone a publicarlo por entregas completando así la documentación epistolar y fotográfica del dirigente nazi que ya se había recuperado en 2014 en Israel.

En realidad los textos, escritos en 1937, 1943 y 1944, no son de su puño y letra sino de sus ayudantes: no se trata, pues, de la redacción de vivencias personales, sino de notas apuntadas por ellos siguiendo sus instrucciones, de manera que constituyen un registro detallado de actividades y quizá por eso hasta ahora no se le concedió la importancia que verdaderamente tiene. Las dudas sobre su autenticidad parecen solventadas tras el análisis y el consiguiente dictamen positivo hecho por el Instituto de Historia Alemán para evitar que se repitiera la estafa de las falsas memorias de Hitler de 1983.

En la práctica, los diarios de Himmler muestran la cotidianidad macabra con que se describen esas órdenes y funciones. «Lo que me pareció más interesante es esa combinación de padre cariñoso y asesino a sangre fría» explica Imoehl en alusión al cariño que mostraba a su esposa (compatible con la relación extramatrimonial que mantenía con su secretaria) e hija. «Cuidaba a sus compañeros y amigos. Luego está el hombre del horror. Un día empieza con el desayuno y un masaje a cargo de su médico personal; entonces llama por teléfono a su familia en el sur de Alemania y después de decide matar a diez personas o visitar un campo de concentración».

Efectivamente, Himmler podía llevar una vida normal como la de cualquier padre de familia trabajador, jugando a las cartas con sus colegas o contemplando las estrellas y, a la vez, supervisar el asesinato en masa en su rutina diaria habitual. Los diarios, que vienen a ser un calendario de actividades (fechas de reuniones, decisiones militares, órdenes, etc), reseñan, por ejemplo, la eficacia de los motores diesel para gasear prisioneros en el campo de exterminio de Sobibor. El mismo día en que Himmler asistía a un banquete que las SS organizaban en su honor.

Pero en el millar aproximado de páginas de que consta el libro, hay muchas más curiosidades, algunas igual de tétricas o más. Es el caso de la orden de enviar a Auschwitz nuevos perros guardianes que sean lo suficientemente feroces o el mareo que experimentó en Minsk cuando le salpicó la sangre de un judío al que acababan de ejecutar. No deja de resultar sorprendente en alguien que concibió los campos de exterminio y dirigió la Shoah.

Al fin y al cabo, el valor no era su fuerte. Viendo la guerra perdida trató de entablar negociaciones con los Aliados a espaldas de Hitler , quien al enterarse le destituyó fulminantemente. Luego, en medio del caos final, intentó huir disfrazado a Suiza pero fue reconocido por los soldados británicos y detenido. El 23 de mayo de 1945, antes de someterse al correspondiente interrogatorio, se suicidó mordiendo la cápsula de cianuro que llevaba escondida en la boca.


  • Comparte este artículo:

Loading...

Something went wrong. Please refresh the page and/or try again.