Sí, en Australia también hay doce apóstoles, sólo que no son de carne y hueso sino de piedra. La acción incesante de la erosión marina sobre los acantilados suele moldear esas paredes, haciendo que unas partes se derrumben y otras vayan tallándose a golpe de ola y el paisaje adquiera una imagen propia, a veces de formas caprichosas que por pareidolia asimilamos a algo conocido.
Hay un caso muy popular en España, el de la Playa de las Catedrales lucense, donde una serie de arcos pétreos asemejan los arbotantes góticos y atraen más visitantes por su contemplación que por disfrutar de la arena, el sol y el mar.
Si nos desplazamos al otro extremo del mundo encontraremos una fracción de costa parecida, donde una serie de agujas calizas se suceden por la orilla como si estuvieran tomando un tranquilo baño en familia. Son las estrellas del Parque Nacional Port Campbell, en la parte oeste del estado australiano de Victoria, jalonando una carretera conocida como Great Ocean Road, una de las más bonitas del país. En los años cincuenta se cambió su nombre original, Sow and Piglets, que significa Cerda y Lechones, por otro más turístico: los Doce Apóstoles.

El símil porcino se debía a que las agujas, identificadas con los susodichos lechones, estaban alrededor de la isla Muttonbird, su madre. Al margen de las preferencias estéticas o cacofónicas, el caso es que el nuevo apelativo falsea la realidad, puesto que no hay doce sino nueve y, además, uno se derrumbó en 2005 desde su altura de cincuenta metros, dejando el número en ocho por el momento. De hecho son más los que colapsaron porque en 2009 también se vino abajo un pináculo perteneciente a un trío menos conocido como The Three Sisters (Las Tres Hermanas).
Y es que, como decía al principio, los elementos trabajan a destajo en Port Campbell y la aparente imperturbabilidad de los Apóstoles no es tal. La meteorización de las rocas a causa del agua y el viento -en esa zona la meterología es infernal con bastante frecuencia- trabaja a un ritmo de dos centímetros anuales, de ahí que se originen esas esculturas naturales pero también que lleven una inexorable fecha de caducidad.

No obstante, lo que se destruye por un lado se construye por otro (y viceversa). Por eso el paisaje del lugar no se limita a las agujas sino que también hay un par de formaciones más. La primera es un arco natural que si al principio estaba unido a al acantilado por un doble puente, desde 1990, en que el más cercano a tierra se desmoronó (dejando aislados a unos turistas a los que hubo que rescatar en helicóptero), ha quedado a unos metros de la orilla asemejando un arco triunfal.
Como pasó con los Apóstoles, los australianos demostraron no tener tapujos a la hora de rebautizar y, así, pasó de ser London Bridge a London Arch.
La segunda formación destacada es una pequeña bahía casi cerrada llamada Loch Ard Gorge, situada a tres kilómetros y medio al norte y que tiene una curiosa historia detrás: su nombre se debe a un barco que naufragó allí en 1878; los dos únicos supervivientes del desastre, en el que murieron cincuenta y dos personas, fueron los adolescentes Eva Carmichael y Tom Pearce, denominación actual para un par de grandes rocas que son lo que queda de otro arco derrumbado hace siete años, el de Island Archway.
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