El número de reyes que han pasado por la historia de España es considerable, si contamos los períodos anteriores a la unificación del país, cuando la Península Ibérica estaba aún dividida en múltiples y cambiantes reinos.

Los reinados de esos monarcas fueron de todo tipo: largos, cortos, felices, turbulentos, legítimos, discutidos, ejemplares, efímeros…

Algunos, sin embargo, fallecieron sin apenas haber tenido tiempo de desarrollar una labor propiamente dicha o quedándose a mitad de un gobierno que prometía. Veamos un top ten de soberanos que se fueron prematuramente.

1. Sigerico

Sigerico, cuadro de García Guerra (1856) / foto dominio público en Wikimedia Commons

Empezamos con este monarca visigodo que nos plantea el problema habitual de la época: se desconoce la mayor parte de sus datos biográficos, empezando por la fecha de nacimiento. No obstante, tenía que formar parte de esta lista porque sólo reinó durante siete días del año 415 d.C.

Accedió al trono como un elefante en una cacharrería, implicado en la muerte de su predecesor Ataúlfo o, al menos, en el de sus seis hijos.

Por el camino desplazó al otro candidato, Walia, hermano del anterior, y rebasó los límites de la paciencia de todos violando a la segunda esposa de Ataúlfo, Gala Placidia (la famosa hermana del emperador romano Honorio). Los partidarios de Walia acabaron con él.

2. Recaredo II

Recaredo II, cuadro De Francisco Aznar (1858) / foto dominio público en Wikimedia Commons

Desconociéndose también su natalicio, sí se sabe que era un niño cuando sucedió a su padre Sisebuto, toda una invitación a que intentaran quitarle de enmedio a la primera ocasión. Y ésta se presentó pronto, al cabo de pocos días o semanas.

No se saben con exactitud las circunstancias de su muerte pero todas las sospechas recaen, lógicamente, sobre su sucesor Suintila (que era hijo del célebre Recaredo que convirtió la monarquía visigoda al catolicismo).

3. Tulga

Tulga, cuadro de Agustín Sáez Glanadell (1854) / foto dominio público en Wikimedia Commons

Otro soberano visigodo que no sabemos cuándo nació pero sí que debía ser joven cuando accedió al trono en el año 639 d.C. por la muerte de su padre Chintila.

Aunque fue elegido en asamblea, el hecho de fuera hijo del anterior monarca disgustó a muchos nobles y no tardaron en organizarse conspiraciones.

Al parecer, quizá por su juventud, Tulga no las afrontó con firmeza y el anciano Chindasvinto se autoproclamó rey; según una versión, depuso a Tulga, quien ingresó en un monasterio y nunca más se supo (aunque antes se habría casado y tenido descendencia); según otra, Chindasvinto nunca fue reconocido oficialmente y así permaneció hasta que Tulga falleció de enfermedad.

4. Favila

Favila, cuadro de Carlos Esquivel y Rivas (1853) / foto dominio público en Wikimedia Commons

También ignoramos qué edad tenía Favila cuando heredó el trono de Asturias de su padre, don Pelayo.

Sólo que fue en el 737 y llevaría la corona «dos años, siete meses y diez días» según la Crónica Rotense, hasta que su afición a la caza le perdió: aunque hay quien opina que en realidad se trató de un asesinato, la tradición cuenta que el rey fue atacado por un oso en plena actividad cinegética.

El incidente le ha permitido a Favila ser recordado, ya que, según la Crónica de Alfonso III o Sebastianense, «no hizo nada digno en la historia».

5. Alfonso Froilaz

Hijo de Fruela II, a la muerte de éste en el 925 heredó el trono de León y lo mantuvo apenas medio año porque sus primos, hijos de Ordoño II, consideraban que Fruela II había usurpado sus derechos.

La consiguiente guerra civil les dio la victoria y Alfonso Froilaz tuvo que refugiarse en Asturias mientras sus oponentes se repartían León y Galicia.

Años después, el menor de los primos, Ramiro II, que había conseguido ser rey, entró en Asturias y mandó sacar los ojos a Alfonso y sus hermanos, manteniéndolos presos el resto de sus vidas.

6. Enrique I de Castilla

Enrique I de Castilla, cuadro de José María Rodríguez de Losada (1892) / foto dominio público en Wikimedia Commons

Nacido en Valladolid en 1204, era hijo de Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet; por tanto, nieto de los famosos Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania. Ascendió al trono, tras la muerte de su padre y sus hermanos varones, con sólo diez años.

Siendo tan joven, su hermana mayor Berenguela se encargó de la regencia, algo que desembocó en la formación de dos bandos: el de los linajes que apoyaban a Berenguela y el de la casa de Lara, que aspiraba a ejercer su propia influencia sobre el rey.

Todo se solventó en 1217 cuando éste, jugando con sus amigos en Palencia, recibió una pedrada en la cabeza que le mató. Aún se conserva el cráneo con la trepanación practicada para intentar salvarle. Sus compañeros de juego, por cierto, fueron degollados.

7. Juan I de Francia

Entraría en la lista porque además de reinar en Francia lo hizo también en Navarra. Eso sí, no por mucho tiempo: sólo cinco días, pues nació el 14 de noviembre de 1316 y murió el 20.

Sin embargo, su breve existencia fue determinante porque su padre, Luis X, tuvo que aceptar como heredera a su sobrina Juana y como se dudaba que ésta fuera hija legítima, al final asumió la corona el regente Felipe de Poitiers.

De todas maneras, no podía faltar la inevitable leyenda: el pequeño Juan habría sido envenenado por Felipe pero, en realidad, seguiría vivo porque hubo un intercambio de bebés; un tal Giannino Baglioni se presentó años después como el verdadero Juan, pero fue detenido y murió en la cárcel.

8. Leonor I de Navarra

Tercera hija del infante Juan II de Aragón y Blanca de Navarra, nació en Olite en 1426. Se vio arrastrada a una guerra civil junto a su padre, después de que éste desheredase a sus otros hijos Carlos, príncipe de Viana, y Blanca. Casada con Gastón IV de Foix, terminó chocando también con el progenitor mientras los estados limítrofes, Castilla, Aragón y Francia, estaban a la expectativa para intervenir y hacerse con el reino navarro.

Todo terminó con una doble muerte: la de Juan II el 19 de enero de 1479 y la de la propia Leonor, que tuvo lugar el 12 de febrero, quince días después de ser jurada reina.

9. Luis I

Luis I, cuadro de Jean Ranc (1723) / foto dominio público en Wikimedia Commons

El 10 de enero de 1724 Felipe V, primer rey de España de la dinastía borbónica, abdicaba en favor de su hijo Luis. Felipe estaba harto del trono, aquejado además de un probable trastorno bipolar. Su sucesor, al que se conocía como el Bien Amado, tenía diecisiete años y estaba casado con Luisa Isabel de Orleans.

Lamentablemente, sólo reinó ocho meses porque la viruela acabó con él a finales de agosto. Muy a su pesar, y con cierta oposición teológica que la reina madre Isabel de Farnesio se encargó de sortear, Felipe V tuvo que reasumir sus funciones porque Fernando, su otro hijo, era menor de edad.

La joven viuda, también desequilibrada mental, fue devuelta a Francia y la corona sería heredada en 1759 por Fernando.

10. Alfonso XII

Aunque el hijo de Isabel II reinó bastante más años que los anteriores personajes reseñados, la sensación que se tuvo el día de su muerte fue de no haber estado todo el tiempo deseable: falleció a los veintisete años, de los que once estuvo en el trono.

Había tenido que marchar al exilio al triunfar la Revolución del 68, pero un pronunciamiento sin apenas oposición tras el caos de la I República le obligó a dejar la academia militar de Sandhurst para asumir la corona.

Su apoyo al sistema liberal y democrático, su liderazgo en la Segunda Guerra Carlista y su visita a Valencia para consolar a los afectados de una epidemia de cólera le hicieron muy popular. El matrimonio con su prima María de las Mercedes -y la rápida muerte de ésta dejándole viudo hasta su nueva boda con María Cristina de Habsburgo-, más aún. Pero el 20 de noviembre de 1885 la tuberculosis se lo llevó también.


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