Los azarosos avatares de la Historia han dado lugar a grandes movimientos de personas que, a veces, se asientan en un país ajeno y extraño en cuanto a costumbres y tradición. Buen ejemplo de ello es el caso de los llamados magyarab, una comunidad de origen húngaro que terminó instalada entre el sur de Egipto y Sudán, donde hoy forma una de las minorías étnicas más peculiares. Algo diluida, eso sí.

Antes de nada, aclaremos que su nombre no deviene, como podría parecer a priori, de la combinación de las palabras magiar y árabe, en cuyo caso podríamos haberlo traducido directamente como magiárabes. Al parecer, al término magiar, que sí sería correcto, se le añade ab, que en lengua nubia significa algo así como tribu. O sea, Tribu de los magiares. Claro que la etimología no es tan interesante como el porqué y de qué manera llegó hasta allí ese grupo.

Y entonces hay que hacer una cuidada labor de cirujano para intentar separar la leyenda de la realidad, cosa nada fácil ni clara. La primera se remonta a los tiempos del Imperio Romano y cuenta que tropas auxiliares compuestas por cristianos húngaros fueron enviadas Nilo arriba para vigilar esa frontera, quedándose una parte allí de guarnición, estableciendo lazos de unión con las gentes locales y perviviendo en el lugar hasta hoy.

Pero esto parece demasiado fantasioso a ojos de los historiadores, que sitúan la fecha de llegada al país africano en la primera mitad del siglo XVI. Más concretamente en el año 1517, cuando el general Ibrahim el-Magyar, al servicio del sultán Selim I el Severo, viajó con su hueste hasta Wadi Halfa, donde, efectivamente, echó raíces y se casó con una mujer nubia. El matrimonio tuvo un hijo llamado Alí que, a su vez dejó cinco vástagos (Selabi, Mustafa, Djelaleddin, Musa y Iksa) de los que procederían los magyarabs actuales.

Almasy, en el centro de la imagen, en Wadi Sura / foto dominio público en Wikimedia Commons

Hay algunas pruebas que sostienen esta versión: una es la obra de un monje llamado Gabor Pecsvaradi, quien afirma que coincidió con ese ejército a su paso por Jerusalén en 1516; la otra el estudio lingüístico realizado por el conde László Almasy (el mismo que interpretó Ralph Fiennes en El paciente inglés), que entre 1934 y 1935 dirigió una expedición a esa zona de África acompañado del alemán Hansjoachim von der Esch y, conversando con un comerciante del lugar, oyó el nombre de Ibrahim el-Magyar. Resultó que era un magyarab y les llevó hasta su tribu para que la conocieran personalmente.

Durante las varias semanas que Almasy y Esch pasaron en el poblado, tuvieron tiempo de elaborar una precaria lista de un vocabulario que, a todas luces, no era de raíz árabe en su totalidad; de hecho, tenía numerosas expresiones que se parecían bastante al húngaro. No sólo eso sino que los propios magyarabs manifestaban proceder de un sitio llamado Nemsa, que es la denominación árabe de Austria (recordemos que, hasta su disolución en 1917, ese país estaba integrado en el imperio Austro-Húngaro). El jefe de la aldea les contó que sus antepasados habían llegado a esa frontera egipcio-sudanesa como parte de las tropas de un militar llamado Shengal Sendjer.

Almasy regresó a Europa e intentó poner en contacto a los magyarabs con las autoridades húngaras pero todo quedó postergado ante el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, años después, en 1965, el gran arabista Istvan Fodor organizó un nuevo viaje a Wadi Halfa. En su trabajo de campo, Fodor observó que el aspecto físico de los magyarabs difería un poco del resto de nubios, con ojos más pequeños, piel fina y pelo ocasionalmente rojizo. También vio la extensión de costumbres tradicionales típicas de los magiares europeos, como dibujar una cruz sobre el pan recién hecho o hacer la señal de la cruz a los bebés nada más nacer, pese a que actualmente practican la religión musulmana. Asimismo, registró más expresiones curiosas que aludían al origen europeo, como «Rá’sz el-el-Magyar zejj hágyár» («La cabeza de los húngaros es dura como una piedra») o «Al-lá Magyari jiszálli fil-meszgyid» («Los húngaros no rezan en las mezquitas»).

Y es que aunque sus hábitos se mezclaron con los del país, mantuvieron ciertas diferencias. La construcción del lago Nasser y la consiguiente inundación de grandes extensiones de terreno obligó a muchos pueblos a desplazarse, reubicándose. Entre ellos estuvieron los magyarabs, que quedaron algo dispersos en los alrededores del Nilo, en localidades como Magyarab-irki, Magyararti, Magyariyya, Magyar-nirki, Hillit el-Magyarab, aparte del entorno de Wafi Halfa y casi medio millar más que reside en El Cairo. Pero desde 1992 forman parte de la Magyarok Világszövetsége (Federación Mundial de Húngaros) y en 2013 se organizó otra misión investigadora que tuvo bastante repercusión en Hungría.


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