Más de cien dodecaedros han sido hallados a lo largo del territorio del antiguo Imperio Romano, en España, Italia, Francia, incluso en zonas periféricas como Alemania, Gales, y Hungria. Según los registros arqueológicos datan de los siglos II y III d.C., pero su utilidad es todavía desconocida por los investigadores.
Se trata de pequeños objetos huecos de bronce o piedra con forma de dodecahedro, doce caras pentagonales cada una de las cuales presenta un agujero circular en el centro, de diferentes diámetros. El primero se encontró en 1739, y desde entonces han seguido apareciendo hasta superar la centena.
La mayoría se hallaron en Francia y Alemania y tienen un tamaño entre 4 y 11 centímetros de diámetro. Sin embargo no se ha encontrado mención alguna a estos objetos en la fuentes contemporáneas, ni representación alguna en mosaicos, relieves u otras expresiones artísticas.
Algunos investigadores piensan que pueden ser soportes para velas, ya que en un par de ellos se encontraron restos de cera. Pero las teorías también apuntan a otras posibles utilidades, como por ejemplo que fueran una especie de dados para el juego.
O incluso instrumentos de medición para calcular distancias (dioptro), determinar la fecha adecuada para la siembra del grano en invierno, calibrar conductos de agua, u objetos religiosos o empleados en rituales de adivinación. También se le ha considerado como un juguete infantil.
Otros, dado que su hallazgo se produce principalmente en zonas perífericas del imperio, donde la presencia de las legiones constituía el principal grupo de ciudadanos romanos, opinan que pueden ser distintivos militares.
Su uso como dispositivos de medición parece extraño, porque los dodecaedros no son todos iguales, tienen varios tamaños, y sus caras son siempre diferentes.
Plutarco, el famoso historiador griego, dejó escrito en el siglo I d.C. que se trataba de representaciones del zodiaco, donde cada una de las doce caras correspondía a un animal del círculo astrológico. Pero incluso esta teoría ha sido desechada por los estudiosos, ya que no explica la peculiar decoración de los dodecaedros.
Muchos de ellos aparecieron junto con tesoros de monedas, probablemente enterrados por sus propietarios ante un posible peligro, lo cual indicaría que se consideraban como objetos valiosos.
De la misma época han aparecido dodecaedros más pequeños en algunas zonas del sureste asiático, aunque estos si parecen tener un claro propósito decorativo, dando su reducido tamaño.
La única cosa en que los investigadores están de acuerdo es en su nombre: dodecaedro romano. Todo lo demás, a falta de confirmación por medio de fuentes arqueológicas o escritas fiables, continua siendo pura especulación.
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