Cornualles, situado al suroeste de Gran Bretaña, está plagado de monumentos prehistóricos. Se han contabilizado hasta 74 estructuras de la Edad del Bronce, 80 de la Edad del Hierro, 55 del Neolítico y una mesolítica. Dólmenes, menhires, cairns, incluso círculos de piedra del mismo tipo que Stonehenge, están presentes aquí. A ese increíble patrimonio hay que añadir nueve yacimientos arqueológicos de época romana y otros 24 posteriores. Pero quizá lo más intrigante de todo sean los 14 túneles prehistóricos que se han hallado hasta ahora, porque los arqueólogos todavía no saben con certeza cual era su función.
Allí los llaman Fogou, una palabra que deriva del céltico ifócw y que significa cueva. Tienen ciertas similitudes con los subterráneos, el nombre que designa unas estructuras de la Edad del Hierro encontradas en diferentes lugares como Francia, Escocia o Irlanda. La diferencia es que los fogous no fueron simplemente excavados, fueron construidos. Tuvieron que cavar profundas zanjas en el suelo, luego las pavimentaron con losas de piedra y recubrieron igualmente con piedras todas las paredes y el techo.
Una de las grandes dificultades para el estudio de los fogous es que durante siglos han sido saqueados por coleccionistas y vaciados supuestamente por personas que los utilizaron para diversos usos posteriormente.
El mayor y mejor de los conservados es el de Halliggye. Tiene una primera cámara de unos 1,8 metros de altura y 8,4 metros de longitud, que después se estrecha en otro túnel de unos 4 metros de largo pero con tan solo 75 centímetros de altura, lo que hace dificil moverse por él si no es arrastrándose. A la izquierda de la primera cámara hay otra bifurcación que se extiende 27 metros hacia el interior, haciendose cada vez más oscura hasta el final, que está marcado con una piedra que sobresale de la pared e impide prácticamente seguir adelante.
Existen fogous en relativo buen estado de conservación en Carn Euny, Boleigh, Pendeen y Trewardreva, y otros parcialmente destruidos en Chysauster, Boden Vean y Lower Boscawell. El resto hasta los 14 conocidos en Cornualles han sido completamente destruidos tras su descubrimiento.
La dificultad de acceso es una de las características de los fogous que desconcierta a los investigadores. Si eran lugares para esconderse, como han apuntado algunos expertos, ¿por qué hacer tan dificil la entrada y la salida?
Por otro lado, quienes los construyeron tampoco parecen haber querido que pasasen desapercibidos. La mayoría tienen dinteles que habrían sido visibles desde la superficie, lo que los convierte en un pobre escondite en caso de necesidad.
Otras hipótesis los consideran lugares de enterramiento, basándose en los escritos del reverendo Richard Polwhele, quien tras explorar el fogou de Halliggye en 1803 afirmó que contenía urnas. También las encontraron en 1861 J.T. Blight y Sir Richard Vyvyan, quien publicó una descripción del fogou en Journal of the Royal Institution of Cornwall en 1885.
Estas urnas ya habían desaparecido cuando los arqueólogos empezaron a investigar los fogous en décadas posteriores. Por tanto actualmente no existen evidencias de enterramientos, ni cenizas de cremación, huesos o cualquier otro resto, en ninguno de los seis fogous examinados con técnicas arqueológicas modernas.
Tampoco es probable que fueran utilizados como almacenes de alimentos, dado su poco práctico diseño y la humedad del interior. Ni para almacenar objetos de valor. El hecho es que ningún objeto de este tipo ha sido hallado en ninguno de ellos. Una teoría que explicaría su función sería el uso ceremonial. Es probable que solo la élite religiosa estuviera autorizada a entrar en ellos, o que fueran lugares de reunión con la divinidad. Pero no se sabe prácticamente nada de la religión o los cultos de aquellos tiempos.
Quizá a lo largo de los siglos la función de los fogous fue cambiando y adaptándose a la coyuntura social, económica y cultural. De hecho todos los fogous se encontraron en medio de asentamientos prehistóricos cuya datación supera los 3.400 años de antigüedad, lo cual indicaría que tenían una gran importancia para la comunidad.
La datación de los propios fogous los sitúa en la Edad del Hierro, entre los años 1100 y 300 a.C. aproximadamente. La mayoría tienen una orientación sur-oeste-noroeste, de cara al viento predominante en la zona.
En 1991 un agricultor descubrió un gran agujero en su campo, unos cinco kilómetros al norte de Halliggye. Cinco años después apareció otro. Ambos condujeron al descubrimiento de un nuevo fogou, el de Boden, en el cual los arqueólogos esperan encontrar las respuestas que no se han hallado en los anteriores.
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