El devastador maremoto que azotó el sudeste asiático en 2004 llevó a tomar una serie de medidas de precaución para intentar reducir los riesgos cuando se produzca el próximo.

Entre esas medidas se incluyen charlas informativas en las escuelas, sirenas de alarma para las poblaciones costeras y la ubicación de señales indicativas en las playas. Todo esto puede parecer muy moderno pero no lo es tanto si echamos un vistazo atrás en el tiempo; al menos en Japón.

Ese país también se ubica en una zona altamente sísmica que suele tener como resultado el azote de su litoral por parte de tsunamis (palabra nipona, por cierto), el último de los cuales tenemos aún en la memoria por las impactantes imágenes del agua avanzando a través de ciudades y aeropuertos, sin contar lo de la central nuclear de Fukushima. Pero los japoneses siempre han sido conscientes de ese problema y han intentado aplacarlo. Y cuando digo siempre hablo de siglos.

Foto As6022014 en Wikimedia Commons

Basta con ver las fotos adjuntas. La de cabecera es una lápida cuya inscripción dice textualmente: «Las viviendas en alto son la paz y la armonía para nuestros descendientes. Recuerda la calamidad de los grandes tsunamis. No construir casas por debajo de esta cota». ¿No es genial? Una premisa urbanística antisísmica de cientos de años de antigüedad. Y no es la única. Hay registradas unas cuantas más, trescientas aproximadamente, a lo largo de las costas del archipiélago y algunas sobrepasan los seis siglos.

Bien es cierto que no todas esas estelas eran -son- tan específicas en sus mensajes. La mayoría se limitan a recordar el peligro de forma genérica, como una advertencia para las distintas generaciones que van sucediéndose. Por ejemplo, la que se puede ver en la ciudad de Natori (foto siguiente) sólo aconseja lacónicamente: «Si viene un terremoto, cuidado con los tsunamis». En Natori sabían de lo que hablaban porque sufrieron esa desgracia varias veces en su historia y, de hecho, en 2011 fue una de las localidades más afectadas, con cerca de ochocientos muertos y un millar de desaparecidos a causa de la gigantesca ola de veintiún metros que se abatió sobre la zona (foto anterior).

Foto As6022014 en Wikimedia Commons

En Kesennuma la inscripción se prodiga un poco más: «Estad siempre preparados para los tsunamis inesperados, eligiendo la vida antes que las pertenencias y objetos de valor». Y en la comunidad de Aneyoshi, donde se encuentra la lápida de la primera foto, este tipo de indicativos forma parte de la tradición local: no sólo se estudian en la escuela sino que siempre han seguido sus instrucciones edificando en terrenos elevados, lo que les ha servido para mantenerse razonablemente a salvo de ese tipo de desastres naturales; la prueba es que en 2011 el agua se quedó, en efecto, muchos metros por debajo de la cota indicada.

Algunas de estas piedras son muy grandes, de hasta tres metros y medio de altura, quizá para resultar bien visibles. Otras se hallan considerablemente desgastadas por el inmisericorde paso del tiempo, como la de Honshu (foto inferior), que presenta un aspecto redondeado, sin aristas, porque se cree que se remonta al año 869 d.C, cuando se produjo un histórico maremoto conocido como Jogan.

A veces, las lápidas están acompañadas de otras con nombres de víctimas y desde hace poco se han incoporado algunas nuevas, continuando así esa curiosa tradición.


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