Todos recordamos el verano de 1939 porque en su última etapa, el 1 de septiembre, estalló la Segunda Guerra Mundial. Pero los aficionados a la historia y el arte tienen una razón extra para prestar una atención especial a aquella estación, pues apenas seis días antes Alemania descubría para el mundo algo más que su todopoderosa Wehrmacht: una pequeña estatuilla que representaba un raro caso de teriomorfismo. Era el Löwenmesch u Hombre León de Ulm.

Los autores del hallazgo fueron los arqueólogos germanos Robert Wetzel y Otto Völzing, que desenterraron la pieza en la gruta de Hohlenstein-Stadel, en el estado de Baden-Wurtemberg, con un aspecto bastante distinto al que presenta hoy en día, ya que estaba descompuesta en dos centenares de pedazos.

Sin embargo, parecía claro que se trataba de algo excepcional por el hecho de representar una figura antropomorfa, ya que ese tipo de representaciones sólo se habían visto en pinturas rupestres, nunca en escultura.

Pese a lo sensacional del caso, la coyuntura internacional se impuso. Empezó la guerra y la actividad cultural tuvo que ceder el paso a la bélica, máxime en el país que la desató y en cuyo suelo terminó. Así que el Hombre León quedó olvidado durante treinta años hasta que, en 1969, haciendo inventario, fue redescubierto por Joachim Hahn.

Recomponiendo el puzzle, obtuvo como resultado una figura tallada en un colmillo de marfil de mamut mediante un cuchillo de sílex, de 39,6 centímetros y cuya datación cronológica la situó en el Auriñaciense (Paleolítico Superior).

La interpretación sobre su significado resultó -y resulta- más compleja, evidentemente. ¿Una divinidad primigenia? ¿Un chamán disfrazado? Ni siquiera hay seguridad de que sea de sexo masculino. Como decía antes, se habían visto representaciones teriomorfas similares en pinturas rupestres pero aún faltaban por descubrirse varios ejemplos más que vendrían después, por lo que la estatuilla resultaba única también en antigüedad, con sus 32.000 años.

Dejó de ser única más tarde en todos los sentidos, porque en otra cueva de Baden-Wurtemberg aparecieron varias figurillas zoomorfas, una venus y un nuevo hombre-león más pequeño.

En 1997 los especialistas Ute Wolf y Elisabeth Schmidt acometieron una nueva restauración juntando más partes sueltas que se habían encontrado, sobre todo de la cabeza, que permitieron despejar la duda de si no correspondería a un oso en vez de un león. También parecía apuntar más bien a ser una mujer, según una lámina triangular en la entrepierna, un pliegue del abdomen y la estilización de las formas generales. La ausencia de melena no es significativa porque nunca aparece en las representaciones de felinos prehistóricos.

No obstante parece difícil dar por concluida esa labor, ya que se han ido encontrando en la cueva más y más trozos que añadir. Aparecieron en 2010 y 2011 gracias a un equipo dirigido por Claus-Joachim Kind, procediéndose una vez más a reensamblar el conjunto.

Tarea nada sencilla porque dichos fragmentos son cerca de un millar y minúsculos. Con ellos, el hombre León ha aumentado su estatura y ya sobrepasa los 31 centímetros. También se ha hecho más viejo; las últimas dataciones le adjudican 40.000 años, varios miles más que antes.


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