Arqueólogos creen haber descubierto el lugar de enterramiento de la dinastía Atálida, la dinastía helenística que gobernó la antigua ciudad griega de Pérgamo en la actual Turquía tras la muerte de Alejandro Magno.
El lugar, cuya ubicación exacta se desconocía desde la Antigüedad, forma parte de un montículo que ya fue investigado por vez primera hace casi dos siglos, según ha explicado el director de las excavaciones Felix Pirson.
La colina, que es adyacente a Bergama (la antigua Pérgamo), es conocida hoy como Yigma Tepe, y en ella los arqueólogos han encontrado enterramientos que, debido a su grandiosidad, tuvieron que ser construidos para alguien muy importante. Por ello todo apunta a los Atálidas. La primera estimación de fechas situa los enterramientos en el siglo II d.C.
Según Pirson el alineamiento de las tumbas y su arquitectura, especialmente su localización en la parte de la escalinata del Gran Altar de Pérgamo (hoy en Berlín) y al oeste del templo de Atenea, también son fuertes indicios de que allí reposa uno de los atálidas más importantes.
Pérgamo se convirtió, bajo la dinastía Atálida en un centro de poder, político y cultural, que gobernó extensas regiones de Asia Menor durante el siglo II d.C. La ciudad sobrevivió incluso durante la época bizantina, como demuestran los hallazgos arqueológicos en la zona norte de la colina donde se asentaba, como cerámicas, monedas y puntas de lanza de la época.
La ciudad basaba su prestigio en la opulencia de sus palacios y templos, pero también en la sensibilidad cultural de sus gobernantes. Las tumbas de éstos nunca habían sido encontradas, aunque siempre se pensó en la colina de Yigma Tepe, un montículo que alcanza una altura de 31 metros por otros 158 de diámetro.
Investigada en 1878 por Alexander Conze, este no llegó a encontrar ninguna entrada, pero si halló que el exterior estaba rodeado por un muro construido con bloques de andesita, un tipo de roca volcánica. También realizó excavaciones en el centro del montículo, pero no pudo encontrar ninguna cámara interior.
Los arqueólogos emplearán ahora técnicas geofísicas y de prospección sísmica, con el fin de recoger toda la información posible sobre las estructuras internas del monumento funerario.
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