El Bosque de Teotoburgo es una gran masa boscosa situada entre la Baja Sajonia y Renania del Norte-Westfalia, en la zona norte de Alemania, que se divide en dos parques naturales de nombres impronunciables (Naturpark Nördlicher Teutoburger Wald-Wiehengebirge y Naturpark Eggegebirge) salpicados de balnearios y con cientos de kilómetros de senderos habilitados para la práctica de deportes de naturaleza como senderismo, bicicleta, etc.
El lugar ha pasado a la historia por la derrota de las tres legiones romanas de Publio Quintilio Varo a manos de los queruscos -una de las tribus germanas que habitaban la región- capitaneados por Arminio.
Las tropas romanas se internaron en la espesura persiguiendo al enemigo sin sospechar que éste era mucho más numeroso de lo que creían y que, en realidad, eran atraídas deliberadamente a una emboscada. Las legiones, con sus pesados equipamientos estorbándoles, fueron atacadas durante varios días y diezmadas poco a poco.
Algunas unidades se descompusieron y salieron en desbandada mientras otras se rendían y las restantes resistieron como pudieron hasta el final en la colina Kalkriese, donde se han encontrado montones de restos de la batalla. Varo puso fin a su vida allí mismo y entre los combates y los represalias posteriores debió haber miles y miles de bajas. Cuando Augusto se enteró sufrió una conmoción y se pasaba las noches en vela gritando desesperadamente «¡Quintilio Varo, devuélveme mis legiones!»
El caso es que el bosque se convirtió en lugar mítico del nacionalismo alemán. Los nazis se fijaron especialmente en su parte oriental, cerca de Horn-Bad Meinberg (Detmold) porque allí el paisaje cambia la madera y la vegetación por la piedra con una especie de formaciones de roca que asemejan torreones alineados a lo largo de un kilómetro. Son de diferentes alturas; algunos espectaculares, con treinta y seis metros.
Ese complejo megalítico recibe el nombre de Externsteine y es natural, formado por roca arenisca hace unos ciento veinte millones de años, durante el período Cretácico. Aunque tradicionalmente se creía que Extersteine era un lugar de cultos primitivos, no se han encontrado restos arqueológicos anteriores a la Edad Media que lo indiquen, salvo utillaje mítico.
Pero a la Ahnenerbe, aquel organismo dedicado a la investigación y el esoterismo, le pareció que allí podía haber estado Irminsul y se creó una Fundación dedicada al estudio del caso. No era una idea nueva, sino que ya había sido propuesta en 1564 por Hermann Hamelmann.
Irminsul era, según la leyenda sajona, un pilar que conectaba el cielo con la tierra y que habría sido demolido por Carlomagno en el año 772 para terminar con los antiguos cultos e imponer el cristianismo, y así lo narran las crónicas.
En realidad, aunque hay numerosas imágenes religiosas talladas en la piedra, la mayoría fueron obra de los monjes del monasterio de Abdinghof, que se establecieron allí en el siglo XI. Otras son posteriores. En cualquier caso, Externsteine es hoy un punto de culto y peregrinación pero de una nueva fe: el turismo.
La parte superior de algunas de las rocas se han convertido en plataformas a las que se accede por una escalera de piedra, en el caso de la mayor, y por un puente metálico en el de la más alta.
En la llamada Roca II se ha labrado una cámara rectangular en su cima, conocida como el Hohenkammer (cámara alta). Además todo el complejo está horadado con cuevas, cámaras y pasadizos, algunos de los cuales tienen una antigüedad de casi mil años.
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