Friedrich Mayer había nacido en Friburgo de Brisgovia, en el seno de una familia judía cuyo padre fue condecorado en la Primera Guerra Mundial al servicio del Ejército Imperial Alemán. Pero la llegada de los nazis al poder en 1933 y el creciente antisemitismo de la sociedad alemana hizo que la familia se decidiera por emigrar a los Estados Unidos en 1938.

Allí se cambió el nombre por el de Frederick, y tres años más tarde se alistó en el ejército, tras el ataque japonés a Pearl Harbor. Sus superiores enseguida se percataron de que su dominio del alemán, el francés y el español podía ser muy útil en labores de inteligencia, y así terminó sirviendo en la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), la precursora de la CIA.

A principios de 1945 Mayer estaba en Bari, como parte del contingente de ocupación norteamericano en Italia. Los estadounidenses sospechaban que Hitler podía utilizar los alpes austríacos como refugio del Reich, un lugar donde volver a organizarse y lanzar un contragolpe. Así que pusieron en marcha la Operación Greenup para recabar información sobre el terreno.

Los auténticos bastardos sin gloria, Frederick Mayer es el primero por la derecha
Los auténticos bastardos sin gloria, Frederick Mayer es el primero por la derecha / foto DoD

El 26 de febrero de 1945 Mayer, junto con Hans Wijnberg y el antiguo oficial de la Wehrmacht Franz Weber (que se había pasado a los aliados) fueron lanzados en paracaídas cerca de Innsbruck, en un glaciar a 3.000 metros de altitud. En el salto perdieron el contenedor de los esquíes y tuvieron que caminar por la ladera del glaciar durante horas.

Finalmente llegaron a casa de Weber, donde con ayuda de su familia se disfrazó haciéndose pasar por oficial del ejército alemán. Así pasó varios meses entrando y saliendo de los barracones de oficiales de Innsbruck, increiblemente sin levantar sospechas, mientras Wijnberg enviaba toda la información recabada por radio.

Pero a los tres meses la Gestapo detuvo a un austríaco con quien Mayer solía tratar en el mercado negro, quien dió su nombre como espía aliado. Capturado y torturado por la Gestapo, finalmente confesó que era norteamericano. Fue llevado a presencia del comandante del Reichsgau del Tirol (una de las subdivisiones administrativas de las áreas anexadas por la Alemania nazi), Franz Hofer. Éste, que veía que la derrota alemana era inevitable, vió la oportunidad de rendirse a los norteamericanos en lugar de a los soviéticos, que cada vez estaban más cerca.

Frederick Mayer en 2012
Frederick Mayer en 2012 / foto EX-POW Bulletin

Se llevó a Mayer a su casa donde además de su mujer se alojaba el embajador alemán ante el gobierno de Mussolini, Rudolph Rahn. Éste se ofreció a viajar a Berna para entrevistarse con el responsable de la OSS en Suiza, Allen Welsh Dulles, lo que Mayer aceptó porque era la única forma de hacer saber a sus superiores las intenciones de Hofer.

En la mañana del 3 de mayo de 1945 la 103 División de Infantería estadounidense recibió la orden de tomar Innsbruck. Cuando se estaban acercando a la ciudad vieron salir un coche que llevaba una bandera blanca hecha con una sábana. A bordo iba Frederick Mayer, quien solicitó al mayor al mando de la división que le acompañase para poder recibir la rendición alemana.

Así fue como todo el ejército alemán de Innsbruck se rindió a un sargento norteamericano y espía judío nacido en Alemania. Frederick Mayer vivió el resto de su vida en Virginia Occidental y murió el 15 de abril de 2016. Años antes, en 2012, su hazaña se plasmó en la película The Real Inglorious Bastards.


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